How to break a Doll [kookv]

✧ 0. Beauty

Todos los seres humanos nacen con un propósito, uno que de vez en cuando tiende a camuflarse bajo la fachada de un destino inevitable e incambiable.
 

El mundo en realidad no es injusto... las personas que habitan en él, lo son.
 

Culpar al destino ya es un acto muy bajo cuando conoces la verdad y peor aun, cuando eres tú quien controla la vida de inocentes que se vieron atrapados entre las telarañas de tu malicia.
 


 

De tu codicia y egoísmo.
 


 

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B E A U T Y
 


 

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Tiempo atrás, el ocaso solía marcar sentimientos nostálgicos en los seres humanos; ya fuese por la luz del sol extendiéndose por el cielo mientras se despedía pintando las nubes de un rojizo naranja, u por la llegada de una oscuridad profunda y cautelosa que abrazaba lentamente las tierras bajas. Claro, ello fue en un pasado en que, si bien existían conflictos, de vez en cuando podía apreciarse tranquilidad.

Una paz que en tiempos actuales no resultaba ser más que eso: el recuerdo de algo que no volverá.

U al menos, para algunos lo era.

El mundo fue tomado por betas que buscaban dominio, eran poco humanistas, por tanto, desechaban el bienestar ajeno, dejándolo como un elemento que no necesitaba ser satisfecho; todo para fortalecer la república que estaban formando a base de tiranismo.

Aprovechando la ingenuidad de omegas que buscaban protección y seguridad; los alfas fueron destituidos de los altos cargos a los que tenían acceso, para continuamente, padecer en carne propia lo que era ser relegados de la sociedad.

Excluidos del mundo que llegaba a catalogarlos como una ferviente amenaza que debía ser restringida y usada para un fin mayor.

Después de todo, bajo la ideología en que estaban construyendo "la nueva sociedad", ellos no eran más que un obstáculo para el progreso.

Un estorbo para alcanzar el poder.

Claro que, creer que los hombres evolucionarían desterrando a quienes eran el pilar que sostenía el mundo, fue un pensamiento ingenuo. El ser humano, a final de cuentas, siempre terminaría actuando como lo que en verdad era: Un ser egoísta.

Un monstruo.


 

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Un auto avanzaba en velocidad neutra por las calles vacías de Daegu a mitad de la noche. Cierta mujer que cruzaba los cuarenta años, era la causante de aquello, quien se mantenía sumamente rígida al tener la cabeza de cierta criatura descansando entre sus piernas.

Criatura a la que sencillamente se le había prohibido tocar.

Le miraba con una inmensa tristeza, con una furia interna que no iba directamente dirigida al chico, sino más bien a quienes habían provocado su estado actual.

—Estará bien, señorita —un hombre de tez morena y cabellos rubios tranquilizaba a la mujer preocupada, u mínimamente lo intentaba; ella yacía tan absorta en el omega, que ignoraba por completo lo que acontecía a su alrededor.

Pero, tampoco podía culparla por ello.

El joven apenas y respiraba. Sus mejillas estaban pintadas de un tono rojizo oscuro, el labio inferior mantenía una rajadura de la que brotaba sangre de un momento a otro. Todo su cuerpo temblaba —no precisamente porque se encontrase expuesto a bajas temperaturas— y, de entre sus ojos cerrados, podían distinguirse el rastro de las lágrimas derramadas hacía poco.

Tan sólo verlo provocaba un agudo resentimiento, un nudo en la garganta del que se negaba rotundamente a alejarse. Porque nunca sería capaz de ignorar tal abuso que se cometió contra tan delicado ser, aun y cuando fuese forzada a mantenerse al margen.

El hombre tragó grueso una saliva inexistente.

No llegaba a distinguir lo que causaba más dolor: si el chico u la mujer de cabellos negros que se perdía emocionalmente al observarle.

Ella nunca se inmutaba con algo ajeno a sí misma y su familia, pero en aquella ocasión, había estado a punto de cometer un delito, sacrificando su postura, estatus social y seguridad, por haber visto el abuso físico y mental que se cometió con aquel niño.

Los viajes de negocios ya eran muy comunes para la señorita. Estaba acostumbrada a cambiar de ambiente e interactuar con cualquier tipo de personas que llegaran cruzarse en su camino. Desde gentes con gran poder y estatus, hasta aquellos pertenecientes a la clase más baja.

Ya muchos conocían el grado de tolerancia que albergaba para no inmiscuirse en problemas extranjeros, sabiendo siempre mantenerse en una conversación donde no llegara a profundizar en temas personales, ya fuese concepciones sentimentales, u inclusive cuestionar la dinámica en la que formaba parte.

Pero, por algún motivo, esa tolerancia se había reducido a la nada por el joven de veintiún años que parecía no saber hacer nada más que acurrucarse entre sus piernas, en la búsqueda de cierta esencia.

Un aroma que no le pertenecía.

—Su respiración es débil —habló por primera vez la mujer, sin despegar la vista del menor, a quien acariciaba continuamente para que las sensaciones de dolor se vieran adormecidas con caricias.

Su tono de voz había salido quebrado, envuelto en el mar de emociones con las que estuvo luchando por ocultar durante semanas. Jamás se la había visto así.

—Se estabilizará si le llevamos con un médico apropiado —aclaró, continuando con sus intentos de calmarla.



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En el texto hay: fantasia, drama, romance

Editado: 11.12.2019

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