Hoy te vi.
Durante el recreo traté de preguntarle a alguno de tus amigos por si sabía algo sobre tu situación, ya que mi amiga no quería soltar nada que estuviera relacionado a ti. No sé por qué no me ayuda a resolver este problema. Estoy un poco dolida pero qué se le va a hacer. Debí actuar por mi cuenta.
En realidad, no fue difícil encontrarme con uno de tus amigos. Tienes muchos y todos son muy agradables, como tú.
Especialmente, había uno que me inspiraba más confianza para poder preguntarle sobre ti. Tenía un aura brillante, la típica vibra de los extrovertidos.
Que yo me sintiera dispuesta fue sorprendente porque yo y el sexo opuesto casi nunca estaban en la misma oración. Y mucho menos sentirse confiada con una persona atractiva como es tu amigo.
No te pongas celoso, eh. Yo solo tengo ojos para ti, Darío.
Aun así, me acerqué temerosamente a él: no había hablado con un chico desde que me había transferido al colegio. Le pregunté la razón de tu cambio de actitud en los últimos días. Él, con un tono entre serio y risueño, susurró que no podía decírmelo, que te había prometido no decir nada.
También dijo que él estaba preocupado por su ti, así que prefirió romper su promesa ya que me veía "honesta y amable".
Con tristeza, me contó que tu abuela había fallecido.