Hoy te vi.
¡Es una tortura!
Dime, ¿por qué la tutora tuvo que nacer?
Ok, eso es un poco cruel, pero, ¡igual!
Hoy, como es de costumbre, llegué temprano al salón. Me estaba dirigiendo a mi respectivo asiento cuando me di cuenta de algo: alguien ya se había sentado en mi sitio.
Le iba a gritar pero me contuve, así que cambié de idea y le pregunté con toda la amabilidad que pude expresar y este me respondió que la tutora había asignado los lugares, y que tenía que buscar mi apellido en alguna carpeta.
Felizmente no le grité. Me habría sentido muy mal más tarde.
Creo que demoré como cinco minutos encontrar mi apellido. La carpeta se encontraba casi en medio del salón. Me pareció un buen lugar. Me senté y esperé pacientemente a que Darío llegara, pacientemente...
Te vi llegar, tan lindo y perfecto como siempre. Empezaste a buscar tu nombre, te acercaste al lugar que estaba a mi derecha e hiciste una expresión de triunfo.
Te sentaste y mi corazón dejó de latir. Metafóricamente.
¿Ibamos a ser vecinos? No lograba creérmelo. Mi cerebro me decía que no me hiciera ilusiones. Qué pena que ya era tarde.
Esta era mi oportunidad de forjar una amistad contigo, y... ,tal vez, algo más.
Dirigí mi mirada hacia ti e hiciste un gesto de saludo, levantaste tu brazo y lo moviste de lado a lado.
Iba a resporderte cuando me di cuenta que no me veías, mirabas tras de mí. Así que, confundida, me volteé y la vi.
Me sentí entre incómoda y triste.
Era ella.
Se sentaba al lado.
Después de ese incidente, solo fijé mi vista al frente durante todo el día e hice caso omiso a lo que ustedes hicieron.