Hoy te vi.
¿Sabes que a menudo sueño contigo?
Aquellos sueños son un paraiso, un escape de la realidad que me otorgan la paz que necesito. Y en ese paraíso estás tú.
Por ejemplo, ayer te vislumbré en mis más profundos anhelos.
Vestías tu camisa de diseños raros, que cada día es uno diferente, tus pantalones negros y tus zapatillas que siempre calzas. Tu cabello estaba revuelto, pequeñas ondas marrones caían en tu frente. Te veía tan cerca. Incluso me percaté de tu lunar bajo tus rosados labios, muy apetecibles por cierto.
Y, ¿sabes sobre que estaba soñando?
Me cogías las manos, tal como lo haces a ella, pero esta vez era yo la persona y me sentí feliz, muy feliz. Luego, besaste cada una de estas tan delicadamente que por un momento pensé que me había convertido en la flor más frágil del mundo.
Mi corazón empezó a latir con desenfreno, su palpitar era rápido, temía que te dieras cuenta de eso, que te amaba con toda mi alma y te alejaras por miedo.
Como este sonaba demasiado fuerte, lo oíste. Sentí pánico, pero hiciste lo impensable: sonreíste.
Y esbozé una expresión de felicidad también.
Reímos juntos, Darío.
Finalmente, te acercaste a mí, posicionándote a mi altura, muy pequeña por cierto, y eres bastante alto, y juntaste tus dulces labios con los míos.
¡Una maravilla total!
Correspondí a tu beso, claro que lo hice.
Duele pensar que esa meliflua fantasía se desvaneció cuando la tutora me dijo que me lavara mi cara.