Los días transcurrían sin cambios, sin matices. Las horas de ayer y hoy parecían las mismas.
El mismo lugar, la misma carpeta, la misma manera de vivir.
Pero, en esa vida tan estática y constante, había una alteración, justo a tres columnas de su carpeta.
¿Quién lo diría?
Tantos meses viéndola, contemplándola, anhelándola...
Había sido un cobarde para no hablarle en el bastante tiempo que había ya aflorado sus sentimientos.
Pero, es que tenía miedo. Miedo de no gustarle a ella.
Y así, con la cobardía en el hombro, pospuso día tras día alterar su rutina,
Oh, ¿Quién lo diría?
Ella le había dado un pedazo de papel, y el corazón se volvió loco.
El inicio de una nueva etapa había empezado para él.