Hoy te vi.
Ayer, después del colegio, fui a comprar el regalo de mi amigo. A él le gustan —fascinan— las figuritas de superhéroes. Personalmente las considero horribles.
Es por eso que fui a la tiendita donde las venden.
Debo aclarar que la experiencia fue espantosa. La señora me preguntó si iba a regalarle a mi enamorado, aunque no sé cómo llegó a esa conclusión si son figuritas de acción. Yo me quedé atónita que solo pude responder que era para un amigo.
Raro, muy raro.
André no es mi enamorado, él es mi amigo—pronto mejor amigo.
Bueno, esa es la primera parte de la historia, lo que sigue es peor, mucho peor.
Hoy llegué temprano para lograr sorprenderlo, cosa que no ocurre a menudo. Me senté en mi silla habitual, detrás de él y esperé.
Cuando llegó, me saludó con una sonrisa y se acercó a mí. Vio que traía algo escondido y preguntó:
—Ale, ¿intentas sorprenderme?—se sentó y añadió—No lo creo.
Atrapada.
—Ayer me comporté muy pesada—lanzó una mirada que significaba «Siempre lo eres»—Más pesada de lo normal. Así que... lo siento.
Y le entregué el dichoso obsequio.
Lo abrió y, cuando supo lo que era, la felicidad se le subió al rostro y luego se implantó en una sonrisa ladina. Luego se apego a mí y me abrazó.
—No me confundí contigo—susurró—, gracias por todo.
Le devolví el abrazo, se sintió como si lo hubiera querido desde que lo había conocido. Quizás hoy lo necesitábamos mas de lo que pensábamos.
—Gracias a ti por conocerte—le dije.