Hoy te vi.
Casi he caído, casi.
André faltó, yo me entristecí cuando tocó la campana y nunca apareció.
Desde ese momento, tuve la corazonada que me iba a ir mal, algo pasaría. Sin él mis días no eran días.
Las horas transcurrieron, lentas y dolorosas, no había nadie con quien hablar ni reír. Tal vez por aburrimiento, quizás por curiosidad, mis ojos se desviaron al lugar prohibido, ese que había ignorado tantos meses, la pareja que me había causado un dolor intenso que poco a poco intentaba de olvidar.
Sí, saben a quiénes me refiero: Darío y ella.
Fue algo inexplicable la forma como me sentí. Los espasmos del recuerdo recorrieron mi cuerpo, de pies a cabeza. Mi vista lo reconoció: feliz y contento. Pensé por un milisegundo que había hecho la elección correcta.
Aún me gustaba, sí, pero esa chispa que antaño me había enamorado se perdía cada vez más.
Paso a paso me liberaba de aquel tortuoso amor y me encontraba serena.
Aún me dolía, sí, pero ya ese sufrimiento no apretaba mi corazón, sino lastimaba mi alma con la tortura de la traición.
Por ella.
Casi caí, casi he caído en la seducción de la venganza...
Si André me deja un día más sola, probablemente la hiera a ella y a mí misma.
¿O ya lo estoy haciendo?