Hoy y Todos Los Días

17. ¿Qué crees que somos?

17.

15 de Enero

—Oye, Jayce.

—¿Ummm?—. Soltó mientras cerraba los ojos los ojos sobre mis piernas.

—¿Quieres dar un paseo?—. Curvo sus lindos labios rosas en una linda sonrisa.

—¿Quieres Enot?—. Asentí.

Estaba mucho mejor. Jayce no me había soltado, en ningún momento. Él había estado cuando más lo necesitaba, y puedo jurar que lo que pasó lo ha lastimado. No es mi intensión solo sufrir y ser consolada, pero aún no estoy lista para hablar de ella.

No cuando duele tanto...

Ese es un problema en el ser humano, un error en un sistema. El problema es que mientras al dolor no se le hace verdugo, termina por ser el maestro.

—¿Tomarás un baño?

—Lo haré Miller—. No me había llamado come libros desde hace 3 días, desde que llegó a mi casa.

Y ya jamás se fue, ni siquiera sé que excusa pudo haber inventado en su casa como para quedarse aquí. Papá no dijo nada, estoy segura que llega muy tarde del trabajo y a penas los primeros rayos de luz en la mañana se cuelan por la ventana se marcha. Lo entiendo, después de todo estamos tratando de convivir en un mismo ambiente, justo en los días que el amor de su vida se marchó.

Jayce se ha encargado de que coma bien, además no ha dejado de permitir que me refugie en su pecho todas las noches, e incluso lo he escuchado tararear alguna canción hasta que me quedo dormida. Él tuvo razón ''todo va a estar bien" lo único que necesito es que él se quede a mi lado.

—¿Lista?—. El ciclo de sufrimiento por recuerdos dolorosos del pasado llegaba a su fin. Un poco antes que los otros años por una razón poderoso, un tonto alias Jayce (el pesado) Adams.

Era notorio porque está era la primera vez que me ponía algo que no era un pijama tan tétrico como mi estado de ánimo, también era la primera vez que salía en estas fachas. Admito que sentía todo tipo de sensaciones extrañas recorrer mi cuerpo, pero él me hacía sentir tan bien.

Yo puedo hacerlo.

—Estoy lista.

—¡Vamos!

(...)

Al tiempo que el tibio viento de mitad de enero golpeaba cualquier parte de nuestra piel descubierta, la extraña sensación de "Aún no estás lista" amenaza en aparecer. Cuando no faltaban más que un par de pasos para salir del edificio y disfrutar la tarde.

Pero... Jayce estaba aquí, y él estaría siempre que lo necesitará. Aún cuando yo fuera solo un problema lleno de recuerdos que se negaba a olvidar por completo, él estaría aquí, aún cuando era una persona indecisa que no hacia más que darle confusiones, él estaría aquí, aún cuando siguiera pensando que el amor y el apego solo son fantasías, él estaría aquí para cambiar todo eso.

Tome la mano de Jayce y empecé a caminar, seguro lo sorprendí porque no fue hasta unos segundos más tarde que él la sujetó, tomando a mi corazón desprevenido.

—¿Qué crees que somos?—. Me detuve en seco cuando escuché a Jayce a mi espalda de la nada mencionar algo como eso.

Sin darme cuenta nos habíamos terminado en un parque. El cual yo no conocía. Pero siendo el lugar perfecto para observar el fin del día.

Los árboles tenían un ritmo lento, el lugar estaba en su mayoría solitario, sin embargo no se sentía así. La mano de Jayce calentaba mi corazón como un hombre de edad atrapado en una cabaña en pleno invierno, lanzando una y otra vez madera seca a la hoguera para mantenerse con vida.

Busque su mirada, Jayce cada vez se volvió más especial para mí. A tal punto que no me podía negar a mí misma que todo había cambiado, Jayce Adams no era más un viejo amigo de mi infancia que olvide por completo, no era el extraño que cocino conmigo y me invitó a comer hamburguesas.

Jayce era alguien único.

—Somos dos estrellas causando desastres—. Respondí por fin a su pregunta, agregando una leve sonrisa y apretando suavemente su mano.

—Buscando un lugar a donde ir... Y sin embargo sin ganas de llegar a ninguna parte—. Soltó una risita que cubrió con la mano que no sostenía la mía. —¿Sabes porque las estrellas no deseaban llegar a ningún lado?

—No—. Respondí a secas, y concentrando mi vista en sus ojos azules.

—Porque ellas querían permanecer juntas... Después de todos ya se tenían la una a la otra.

—Aunque una de ella no lo quería admitir—. Murmuré eso para mí misma.

—¿Umm?

—¡N-nada! ¡Dije que ya nos vamos!

(...)

Después de la cena, mucho más tarde. Cuando nada más que Jayce preparando la cama para dormir juntos eran los únicos sonidos que nos rodeaban, esos últimos días llegaron a mi cabeza.

Me había concentrado tanto en mi dolor que me olvide por completo del resto del mundo, y esa tarde al liberar mi mente me di cuenta de lo egoísta que pude haber sido con todos.

 Especialmente con el pelinegro frente a mí, tenía pequeñas ojeras, su rostro sonriente no parecía brillar igual que siempre... Y era mi culpa.

—Ah—. Soltó Jayce junto con un suspiro de alivio.

Caminé a él para tomar mi lugar en la cama. Lo mire de reojo un par de veces antes de siquiera pensar que llamaría a su nombre.

—Jayce—. En mi pecho mi corazón amenazaba con salirse en cualquier momento.

Estaba tan nerviosa... Sin embargo Jayce se había quedado profundamente dormido.

—Gracias pesado... Has hecho demasiado por mi.

Enot sonrió mirando el rostro de ese chico en su cama, parecía tan tranquilo que no pudo evitar dejar un beso en su frente, sintiendo poco después un cosquilleo en el estómago. Algo extraño, un sentimiento que hasta ahora ni siquiera se le había cruzado con tanta claridad por la cabeza.

¿Mariposas?




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