Hoy y Todos Los Días

24. Recuerdos, música y una canción.

24.

—¿Ese es el niño nuevo?—. Susurró

—¿Hay algo mal con él?—. Puedo escucharlos.

—Que bicho raro—. Estoy justo aquí.

—No habla con nadie.

Apoyé de nuevo mi rostro entre mis brazos, sin moverme de mi asiento. ¿Así se siente estar solo? Verdaderamente solo. No es que no quiera salir a jugar, o hablar con todos ellos. Realmente lo deseo más que nada, pero ¿De qué sirve? ¿Haría las cosas diferentes? Las últimas veces cuando lograba hacer amigos siempre terminaba por perderlos...

Me canse de eso, las cosas no van a cambiar porque yo lo quiera.

Me rindo.

—Es bonito... Pero parece raro—. Incluso las niñas se habían unido.

—Para mí que solo es un niño rico mimado—. ¿Por qué son tan crueles si ni siquiera me conocen?

—¡Solo es una molestia!—. ¡Silencio!

Quería que se callaran, esto ya era lo suficiente difícil para mí. Me está costando mucho, es más complicado para mí de lo que debería serlo. Las cosas que parecen ser fáciles para los demás, se tornan infiernos para mí. ¿Qué no puedo solo quedarme? Mamá y papá lo prometieron, pero también lo hicieron en los demás lugares.

Ya no sé si les pueda creer.

—¿Será que él no sabe hablar?

—Seguro solo es un idiota—. ¿De dónde salió esa palabra? Jamás me habían llamado así, siento que duele un poco más.

—¡Así es, idiota!—. ¿Los niños siempre son así de malos? ¿Así de empáticos entre ellos mismos?

Fui abrumado a tal punto que lo que evitaba al esconderme del resto del mundo entre nada más que el corto espacio de mis brazos y el pupitre, terminó por suceder, cálidas lágrimas que rodaban por mi hombro.

¿Por qué me siento como todo lo que ellos dicen? ¿Qué ganan de todo esto? ¿Qué buscan?

—¡Tontos ya cállense!—. ¿Eh? Esa parece la voz de una niña. —¡Cobardes! ¡La próxima vez que molesten a alguien se lo diré a la maestra.

—¡Cállate!—.

—¡Oh sí! ¡Seguro y terminan expulsados por acosar a un compañero!

—Solo vámonos chicos.

¿Ya no hay más voces? ¿Se asustaron?

¿Quién es ella? Su voz parece muy fuerte, también dulce... Además ¿Por qué me está defendiendo? Da igual, seguro luego se olvidará de mi como el resto y terminará por ignorarme.

Ni siquiera levanté mi cabeza, no valía la pena. Al menos hasta que una leve brisa de viento mando un escalofrío al lado derecho de mi cuerpo. Alguien se había sentado en ahí, del pupitre que desde la semana pasada estaba vacío.

Desde que yo llegué...

—¿Eh?—. Levanté tímidamente mi rostro, ya había parado de llorar, aunque en mis ojos aún habían restos.

—No debes dejar que ellos te molesten—. Era una niña de mi edad... No recuerdo haberla visto cuando llegue.

Era de un cabello castaño que caía en dos lindas y largas trenzas, tenía ojos de un café claro muy hermosos, la piel tan blanca como la nieve, también largas pestañas... Ella era bonita.

—Yo...— empecé pero ella no me estaba escuchando, empezó a limpiar mi nariz con un pañuelo que había sacado de su linda chaqueta rosa, luego con las yemas de sus dedos suavemente acarició mi rostro, eliminando cualquier rastro de lágrimas que quedará.

Me sentía tan pequeño en sus manos en este momento, tan frágil como la flor de un jardín que está frente a un ser humano. Donde habían dos posibilidades, o este la cortaba. Terminando con su belleza para siempre. O la dejaba crecer en el jardín, florecer y volverse aún más preciosa.

—Tus ojos azul celeste son muy bonitos—. Acarició mi mejilla y mi rostro se puso tan rojo que cualquier se hubiera reído.

Pero ella no era cualquiera.

—No son azul celeste... Son azul cerúleo—. Murmuré, después de todo era herencia familiar.

—¡Ohh! Eso es aún mejor—. Esa fue la primera vez que la vi sonreír, se veía realmente hermosa.

Creo que me he enamorado por primera vez... Justo de la persona que iluminó mi cielo cuando se oscureció.

—Soy Jayce Adams—. Hablé suave, y tranquilamente. Con miedo a no ser escuchado.

—¡Soy Enot Miller y ahora somos amigos!—. Sonreí.

Corrijo, le sonreí a ella.

(...)

Así la conocí. Vaya ha pasado tanto tiempo y la come libros hace latir mi corazón tanto como en ese entonces... Considero ese el mejor de los recuerdos.

Aparté las sábanas y me senté aún en la cama, tratando de recordar quién era.  Traté de buscar mi camisa una vez caí en la realidad. Después de un rato en lo mismo, sin ningún éxito, me rendí.

Solté un bostezo y alcé mi mano hasta alcanzar mi teléfono celular a un lado de la mesa de noche.

Come libros ♡

Buenos días pesado

Sonreí a la pantalla. Los días pasan y ella simplemente sigue siendo la persona que más feliz me hace en el mundo. Nadie puede cambiar eso, vaya que hasta el tiempo mismo lo intento, y el resultado ha sido lo mismo que fallar al instante.

No tenía oportunidad. Sería como decir 99. 99 de fe y 00.01 de éxito.

El tiempo... A veces no sé si es el mejor o el peor amigo del hombre. Los días hasta enamorarte están a menos de uno o dos suspiros de terminar, no imaginan la ansiedad que eso me provoca. No puedo evitar pensar en las posibilidades, porque estoy justo en el punto donde o todo puede ir bien hasta el final, o todo puede joderse.

¡Joder!

Por tanto juego en estos días he olvidó por completo algo que quería mostrarle a Enot. Mire a mis libretas sobre el escritorio al otro lado de mi habitación, ¿Cómo le dices a una chica que has escrito cosas sobre ella desde hace 8 años?

No pienses tanto Adams.

Mire mi teléfono, coloque la contraseña, admire por un segundo el fondo de pantalla. La última vez que dormí en el departamento de Enot me desperté antes, me ardían los ojos por llorarle a Luke pero, ella estaba tan dormida que no fue capaz de notar cuando tome una foto, la misma fotografía que ahora era mi fondo de pantalla.




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