Hoy y Todos Los Días

28. Lugar Especial

28.

Narrado por Jayce Adams;

—¿En serio te vas a dormir?—. Me queje en dirección a la chica a mi lado que parpadeaba lentamente.

Chasqueó la lengua, y yo hice un gesto dramático dando a entender que me había ofendido.

—Sino fuera porque "alguien" se quedó dormido en mi brazo toda la tarde después de llegar ayer...

—Es mi culpa... Pero que yo sepa también te quedaste dormida—. Cuando abrí los ojos, estaba sumergida en el sueño, mientras había dejado su mano sobre mi cabello.

—Eso es cierto, pero porque no logré quitar mi brazo, además jugué ayer por la mañana tanto con Claris que tenía mis razones.

La verdad es que después llegar ayer. Ni siquiera aparecí en mi casa, Enot me dejó tomar un baño en la suya, y ambos nos quedamos dormidos en su habitación. Luego de que Jon saliera por una emergencia del trabajo, a veces compadezco a el papá del amor de mi vida.

Me dejó a cargo a su hija, y yo me quedé dormido. Pero tengo una buena excusa, ayer tuve que conducir 3 horas atrapado en el tráfico, ya que Lukas se negó luego de dos horas más, quedándose dormido sobre Nora mientras nosotros terminamos por dividirnos el resto del camino, 2 horas Marcus, 2 yo, que se convirtieron en 3 por el tráfico.

—¿Podemos parar en un lugar antes de que me secuestres?—. Enot se recostó en mi hombro, hace nada habíamos subido al tren y ella ya quería dormir ahí.

—Umm, lo que quieras come libros—. Logré sacarle una sonrisa con eso. Como si pudiera negarte algo.

—Quiero llevarte a un lugar—. Sonrió cerrando los ojos.

La verdad no sabía nada de lo que pasó hace dos noches, ella no me contó nada ya que aprovechamos a pasar el mayor tiempo posible juntos. Pero supongo que todo salió mejor de lo que esperaba, su humor ha estado mejorando.

—¡Vamos aquí hay un bajarnos!—. Casi nada en el metro. Creo que ir caminando nos hubiera llevado lo mismo.

—¿En el parque?—. Dudé cuando eso era lo único que creía reconocer.

Este lugar tiene algo... Algo que tengo en la punta de la lengua.

—Casi... Realmente no creo que no reconozcas este lugar—. Miré a todas direcciones.

Enot cruzó adelante la calle y entonces lo recordé. Este es el camino a la tienda de raspados, en la que le dije a Enot que podía enamorarla.

—¡Apresúrate!—. Gritó llegando casi a la entrada, donde logré alcanzarla antes de que la puerta se cerrará.

La observé con una sonrisa de idiota mientras ella saludaba a las personas del local, si soy sincero antes de aquel día en el que pise el acelerador y casi me tiré del auto para ir hasta ella, no había venido hasta este lugar.

—Liby, Max...— Enot me hizo señales para que me acercará, sonreí por lo mala que era en eso. —Este es Jayce, alguien especial para mí.

Juro que la miré con unas jodidas ganas de besarla, sin importar el lugar, que este no fuera el momento, o siquiera tomando en cuenta que no estábamos solos. Claro que ella tenía su vista en las personas frente a nosotros. Una chica de cabello rubio talvez mayor que nosotros, y un hombre con cabello medio canoso con sonrisa contagiosa.

—Es un gusto—. Hablé primero haciendo una voz amigable pero formal.

—¡Oh! Eres bastante lindo—. Solo sonreí, y escuche el susurró nada disimulado para Enot de parte de la chica. —Cuida a este.

—Te encargamos a nuestra Enot—. Dijo Max estrechando también mi mano.

—Prometo dar todo de mi—. Sonreí.

—Espérame afuera... En lo que pido algo—. Comentó Enot una vez las presentaciones terminaron, yo solo asentí con la cabeza antes de salir del lugar.

(...)

El cielo estaba hermoso, más que nada porque solo parecía un fondo azul oscuro, lleno de miles de puntos blancos que al final eran motores de energía cósmica que producen calor, luz, rayos ultravioleta, rayos X y otras formas de radiación. Pero que para mi más bien eran esperanzas, ilusiones y todo lo buena que las personas guardan para aún creer en el mundo.

Y si, me va mejor en Astronomía que en Geografía.

—¿A qué es increíble?—. Preguntó Enot tomando asiento a mi lado, en la acera fuera del lugar.

—Lo es...

—Eres una de las pocas personas que he traído aquí—. Aseguró mirado el cielo. Y en sus iris café caro se reflejaron todas esas luces que yacían a miles, y miles de kilómetros de distancia.

Nos resumimos en un momento como este, donde me niego a existir sin tenerte por lo más parecido a un siempre de por medio a mi lado.

—¿Es un lugar especial?—. Moría por resolver eso, pero por la manera en que la timidez en su rostro se reflejó al tratar de mantenerme la mirada.

Ya sabia la respuesta: si, era un lugar muy especial.

—Toma...— rozó con un envase de raspado mi brazo.

—Gracias—. Murmuré junto con una sonrisa.

—Y si... Mi padre me trajo aquí un tiempo después de que madre nos dejó—. ¿Cómo podría decir eso sin ninguna emoción? Tanto así le dolía. —Me dijo "Cuando la vida hace que sangres, ve a un lugar donde seas feliz, donde ya no te duela"

—¿Una tienda de raspados?—. No quería molestar, pero la elección era muy peculiar.

—Me gustaban mucho, corrijo, me gustan mucho... Entonces le dije mientras ambos comíamos uno de moras "Desde ahora, este será mi lugar especial, y sólo traeré a las personas que me hagan feliz".

¿Estas diciendo que te hago feliz?

—¿Y a quienes ha traído señorita Enot Miller?—. Volteó sorprendida, más solo se dedicó a sacar un poco de su raspado con una cuchara y extenderlo en mi dirección.

Yo lo acepté, disfrutando el sabor a moras frías.

—Mi papá me trajo a mí, y yo traje a Alan. Talvez unos años después a Nora, y luego estás tú... Me hubiera gustado traerte de primero—. ¿Esta chica en serio es consiente de sus palabras?

Realmente me gustas.

No creo nadie vaya a cambiar eso.




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