Huellas

Decisión no deseada

El tiempo paso tan velozmente para Amy, cuando lo notó y volcó a su realidad ya solo faltaban unas horas para su primera clase en la universidad. Ana, su abuela, casi casi decidió también que ropa debía usar, vestía uno blusa blanca, pantalón beis ceñido, acompañados de unos elegantes y voluminosos tacos, al mirarse al espejo se sentía muy formal para solo asistir a clases, nada similar a su estilo habitual.

Al llegar a la universidad, se sentía muy incómoda, sobre todo por los tacones que llevaba puestos, ella hubiera preferido un par de zapatillas. Caminaba con dificultad, temía tanto caerse, ya tenía mucho con los nervios de estar frente a tantas personas desconocidas.

En el salón de clases, ocupaba un lugar tratando de estar alejada, observaba a sus nuevos compañeros, se sentía tan ridícula, todos vestían ropa sport, sentía que todos la estaban criticando.

Al ser el primer día de clases, las presentaciones para afianzar confianza entre compañeros, comenzó a desarrollarse.

-Mi nombre es Amy Contreras- fueron las palabras nerviosas de la joven, le aterrorizaba sentir miradas sobre ella

Y así uno a uno se presentaba, ella no prestaba atención, pues no tenía ni la mínima intención en conseguir amigos.

Era mínima la atención que prestaba, sus nervios seguían presentes, al salir se encontró con su mejor amiga, sintió calma interior, al fin tenía una compañía, a diferencia de ella, Alicia era muy segura de sí misma, escuchaba como le practicaba lo bien que le había ido.

Al llegar a casa sintió tranquilidad pues había dado inicio a una nueva etapa, tan aclámala y añorada por todos, amenos el primer día no había sido desastroso.

El desconcierto por los temas tratados en clase, aumentaba cada día, si bien es cierto sus calificaciones y desempeño en clase no era brillante ni el más sobresaliente, demostraba esfuerzo, pues siempre se notaba que el área no era su fortaleza.

Los trabajos en grupos erran los más pretenciosos pues no tenía amigos y era tedioso para ella incluirse algún grupo, todos se reunían inmediatamente en grupos amenamente, mientras ella sentía que en ninguno lograba encajar, incluso en ocasiones, terminaba presentando sola las tareas asignadas.

Presenciaba como al termino de clases se reunían en grandes grupos, para realizar planes, ya todos parecían incluidos por afinidad, excepto ella, nadie la incluía.

Como su rutina diaria se marchaba solo a casa, en algunas ocasiones se encontraba con su mejor amiga, esos días eran felices, pero en otros simplemente no sentía la compañía de nadie más. Al llegar a casa se percibía profunda soledad, buscaba tema de conversación con su padre quien en días se tornaba ameno y en otras solo ido.

Los comentarios de satisfacción y orgullo que su abuela emanaba en cada oportunidad, con su círculo de amigos y familiares, lograban llenar minúsculamente una parte del vacío en su interior. Su motivación para levantarse cada mañana y enfrentarse a la vida, haciendo algo que no lograba su plena satisfacción, era sin duda alguna su padre.

Entre cálculos y números, días buenos y días malos, entre elogios de familiares cercanos pues todos comentaban que tendría buen futuro, con la profesión que eligió, ella solo emitía simples sonrisas, y así iban transcurriendo los días de su "provechosa nueva etapa”.

En medio de las responsabilidades educativas, dedicaba un pequeño espacio por las noches para leer algunos libros que tanto disfrutaba.

 Leer le recordaba tanto sus momentos felices de niña, aquellas situaciones en los que, si tenía una sonrisa real, deshojar un libro, significaba para ella navegar en mundos distintos

Guardaba como tesoro sus libros de cuento de hadas, que sus padres acostumbraban a leerle antes de dormir cuando era niña, ahora ella lo hacía cada noche, leía para sí misma, que sus emociones lleguen a limite, no podía retener.

 

Abrió uno de sus poemarios favoritos y presenció:

UNA LÁGRIMA

Gota del mar donde en naufragio lento
se hunde el navío negro de una pena;
gota que, rebosando, nubla y llena
los ojos olvidados del contento.

Grito hecho perla por el desaliento
de saber que si llega a un alma ajena,
ésta, sin escucharlo, le condena
por vergonzoso heraldo del tormento.


Piedad para esa gota, que es cual llama
de la que el corazón se desahoga
cual desahoga espinas una rama.

Piedad para la lágrima que azoga
el dolor, pues si así no se derrama,
el alma, en esa lágrima se ahoga...

José Ángel Buesa

Exacto, una lagrima y más era lo recorrían por sus mejillas, solo se recostaba hasta conciliar el sueño.

 

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.