Ya no estoy en el pasillo frente a una ventana, en una cabaña, en el bosque. Ya mis ojos no ven a Matías, ya no ven su rostro ni el brillo de la luna. Ahora solo veo el cielo, sin rastro de nubes. Estoy en un parque y una mujer está frente a mí. Es una mujer muy alta, tan alta que me tapa la visión; o no, no es que ella sea alta, es que ahora yo soy pequeña. Ella me señala al cielo con uno de sus enormes brazos y yo miro en esa dirección.
Es la misma imagen que vi en la biblioteca: el avión en el cielo.
– Mira ese avión, allí se va él. –No entiendo de qué habla, pero la miro con ojos fijos, como si ella fuera todo mi mundo. – ¡Qué ironía! El día en que naciste el cielo estaba como este. Y el escoge justo este día para marcharse. –En ese momento me mira directo a los ojos, me toma la cara entre las mano y me da un cálido beso en la frente.
Vuelvo a estar en el pasillo y puedo sentir todavía el calor del beso. Matías me está mirando algo extraño, pero no dice nada, solo me mira, con los mismos ojos que me miró esa mujer.
– Mi nombre es Celeste.
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Ya es de mañana, no pude dormir mucho anoche, así que me duelen los párpados. Al parecer, todos ya se despertaron hace tiempo porque no veo a nadie en la casa. Sobre la mesa hay una bandeja con unos panecillos y junto a estos un trozo de papel con una nota en ella.
Celeste:
Tuve que salir temprano por un asunto de urgencia y mi hermana fue a trabajar. Te quedas en la casa, ¡no hagas ninguna tontería! Vuelvo en la tarde.
PD: A Mary casi le dio un ataque, cuando le conté hoy en la mañana que recordaste tu nombre.
Matías
Recorro el salón con un panecillo en la mano. En una de las paredes, hay un pequeño retrato que me llamó, sin duda la atención. Hay un hombre y una mujer sentados en un banco junto a una farola; parecen felices. No son ni Matías ni Mary, de seguro deben de ser sus padres.
Pensar eso me hace llegar una presión en el pecho y hace que recuerde de nuevo a la mujer del parque.
Salgo de la casa y recorro la entrada. No sé a dónde puedo ir pero no quiero estar sola en esa casa. Trato de seguir el mismo sendero que tomamos para ir al pueblo. No recorrimos mucho antes de llegar allí, así que no debe estar muy lejos.