Huellas

Capítulo 8

Ya ha pasado bastante rato y no hay ni rastro de civilización. Me estoy empezando a arrepentir de haber salido de la cabaña. Podía haber subido a la habitación y encerrarme, para que no me atormentaran esos retratos, hasta que llegara Matías. Pero no, decidí salir al pueblo y ahora no sé si estoy en el camino correcto.
Cuando ya me he decidido a regresar, empiezo a ver humo entre los árboles a lo lejos. ¡Civilización! Apuro el paso, pero cuando ya estoy más cerca me doy cuenta que ese humo no es de ninguna chimenea, es demasiado humo. 
Al final del camino hay una pequeña casa de palo; y de ella sale humo por todas partes, por las ventanas, puertas, rendijas. Corrí hasta la casa y pude escuchar una voz muy leve, pidiendo ayuda desde dentro. Sea quien sea no puedo dejarlo ahí, así que abro la puerta delantera y una nube de humo me inunda las fosas nasales. Me quito el suéter, dejándome debajo una blusa, y lo uso para taparme la cara. Sigo el sonido de la voz hasta la puerta de una habitación que está cerrada; intento abrirla pero no cede. Recorro con la vista lo que puedo ver de habitación e intento encontrar algún objeto que me sirva para poder destrabar la puerta. Mis ojos dan con una caja de herramientas debajo de un banquillo; la abro y ahí está. Cojo el martillo entre las manos y golpeó lo más fuerte que puedo contra la puerta, pero no sé destraba. Pruebo otra vez, hasta que se empieza a abrir por arriba, así que sigo probando hasta que se abre completamente. 
Cuando abro la puerta las llamas se reflejan en mis ojos y me mueven mis recuerdos. Aparto esa imagen de mi mente. No es tiempo de estarse preocupando por los recuerdos. 
Hay un hombre debajo de una mesa, y las llamas lo rodean. Me cuesta trabajo llegar hasta él, pero logro apartarle la mesa de encima y sacarlo de ahí. Cuando ya estamos fuera, el fuego se empieza a extender por toda la casa y el humo se hace cada vez más insoportable.
– Hay que encontrar ayuda. –le digo al señor que está sentado en una piedra, tomando largas bocanadas de aire, como si el tiempo que estuvo sin aire, ya fuera suficiente y no lo quisiera volver a repetir. Es un hombre de edad, con un aspecto algo atemorizante.
Cuando le dijo esto, se volvió hacia mí y se puso de pie. En las manos lleva una escopeta, la cual empieza a levantar, luego le quita el seguro y pone el dedo en el gatillo. Mis ojos se abren como platos y mi pecho se eleva de arriba a abajo a una velocidad extraordinaria. ¡Estoy aterrada!



#25320 en Novela romántica
#6422 en Thriller
#3597 en Misterio

En el texto hay: amnesia, romance, misterio drama

Editado: 01.05.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.