– A mí me duele haber perdido mis recuerdos, pero estoy también agradecida de haberte conocido,... digo a ti y a Mary.
– Claro. Ven te voy a enseñar algo.
Atravesamos las vallas que limitan el bosque del pueblo y caminamos como una media hora sin decir una palabra. Subimos unas colinas algo empinadas, me duelen los pies pero estoy intrigada. Recuerdo que este fue el recorrido que hice cuando pensé que algo me seguía, y no estaba muy equivocada, porque era Matías quién iba detrás de mí. Debo haberle parecido una loca corriendo sin rumbo por el bosque. Al fin, después de tanto caminar, él se detiene y se voltea a verme. Es increíble lo fácil que es perderse en esos ojos negros. Tiende una de sus manos hacia mí y yo después de dudarlo unos segundos la tomo con fuerza. Me pone las manos en los ojos de modo que ya no puedo ver nada y me conduce por un camino que no logro identificar.
Choco con una que otra piedra hasta que se detiene, y me retira lentamente sus cálidas manos de mi rostro. Estoy paralizada, con la boca abierta y los ojos como platos contemplando las maravillas de la naturaleza.
– ¡Wau! –Es lo único que mis labios logran formular.
Estamos en la cima de un acantilado y bajo nuestros pies se pueden ver muchísimos árboles de diferentes tonos de verde, y un caudaloso río que se extiende a lo largo del paisaje. Es una vista magnífica y estar con él aquí la hace aún más preciosa.
– Es hermoso, verdad.
– Es magnífico Matías.
Hay una larga cordillera de montañas que cubren el horizonte, pero de ellas asoman una que otra luz a lo lejos. Me quedo mirándolo.
– Son las luces de la ciudad de Bersey. –me responde a mi mirada inquisitiva. –Está como a 20 kilómetros de aquí pero se logran ver las luces.
– ¿Además de Bersey hay otra ciudad o pueblo por aquí?
– Si lo que estás buscando es tu posible origen, déjame decirte que no tengo idea. Por aquí no hay otra ciudad y como sabrás esa está bastante lejos para que hayas venida caminando.
– En el pueblo nadie me recuerda y no hay una ciudad ni un poblado del que haya podido venir. Me siento frustrada.
– Pero sabes que en el pueblo de Wilhelm siempre vas a ser bienvenida, no.
– Y te lo agradezco, así como el hecho de que me hayas mostrado esto.