El viaje duró como cinco horas y yo me la pasé o mirando el paisaje o durmiendo. Matías no habló mucho, solo para cosas triviales y yo estaba tan metida en mis pensamientos que ni me percaté cuando llegamos.
La estación de la ciudad es muchísimas veces más grande que la del pueblo de Wilhelm. Nos despedimos de Fermín y Valeria, y nos pusimos en marcha hacia la dirección de la compañía. No fue muy difícil llegar, dado que el edificio de empresas Wood&Make resalta en cualquier parte de la ciudad.
Es un edificio enorme, con grandes ventanales en cada piso y el logo de la empresa justo en la cima. La ciudad no tiene muchas lomas así que se puede ver desde cualquier parte.
Vamos en el taxi, a pocas cuadras de nuestro destino cuando Matías me habla por primera vez desde que salimos del pueblo.
– ¿Y qué piensas hacer cuando lo veas? ¿Qué le piensas decir?
– No he pensado mucho sobre eso, sabes. Supongo que cuando lo tenga delante ya veré qué le digo. Aunque sí me gustaría saber por qué nos dejó a mí y a mi madre en aquel tiempo. Por qué se fue y nos dejó solas.
– ¿Y tú pudiste recordarlo? No hablo de lo que te dijo Fermín, sino hablo si pudiste recordarlo por ti misma.
– Algunas cosas si recuerdo, pero yo te dije todo esto antes de venir, ¿a qué viene todas estas preguntas?
– Es que no te escuché bien, es todo. –diciendo esto, el chófer detuvo el auto y eso me hizo percatarme que ya habíamos llegamos.
La entrada del edificio es mucho más lujosa de lo que se ve por fuera. El piso liso está tan pulido que podría jurar que si me arrodilló en él puedo ver mi reflejo; y las paredes recubiertas de colores mate y plateado le da a la estancia un aire elegante y serio. En la recepción hay un grupo de personas detrás de su mostrador.
– Buenos días, bienvenidos a Empresas Wood&Make. ¿En qué podemos ayudarlos? –me dice una chica rubia y de aspecto muy serio. (Y destaco muy, porqué de veras que era seria, demasiado)
– Buenos días, venimos buscando a Tomas Woodside, director de la empresa. Nos gustaría que le avisara que hay una persona que necesita hablar con él con urgencia. –dijo Matías por mí, encarando la seriedad de la mujer.
– Lo siento joven pero el presidente está en una reunión y él no acostumbra a hablar directamente con el público. Si lo desea puede dejar sus dudas en el área de atención al cliente que está en el edificio del frente. –le contestó ella mirándolo con una mirada escalofriante. Dios, esto parece una guerra de hielo.
Al verlos supe que ninguno de los dos bajaría la guardia, y conociendo la terquedad de Matías, decidí interrumpir.
– Yo soy Celeste Woodside. Dígale a mi padre que necesito hablar con él lo antes posible y que estoy esperando aquí en la recepción. Muchas gracias.
Al decir esto la mujer se quedó unos segundos pensativa, y miró una pantalla que tenía delante, luego me volvió a mirar y le susurró algo al chico que estaba junto a ella. Algo insegura tecleó algo la computadora y se dirigió a nosotros.
– Por favor, acompáñenme.
Subimos en el elevador como unos treinta pisos y llegamos a una estancia un poco más acogedora que la anterior pero sin omitir la palabra elegante de su descripción. Entramos en una oficina totalmente vacía donde nos indicó que nos acomodamos en unos sillones frente a un buró de madera barnizada.
Después de unos minutos de espera, completamente estresantes, la puerta se abrió.