La casa es gigantesca, con grandes ventanas y un jardín que cubre todo el frente. Toda la fachada es de color blanco elegante con hermosas columnas con adornos dorados. Es una casa preciosa.
Nos bajamos del auto que nos trajo y caminamos hacia la puerta principal de la mansión. Entramos en un salón grande con incontables cuadros en las paredes. Un sofá cubre todo el centro de la habitación, hay un estante lleno de libros en una de las esquinas y una chimenea calienta la estancia. Todo está iluminado con el brillo de un candelabro dorado.
- Bienvenidos. Estás en tu casa hija.
Y es verdad. Aquí estoy, en mi casa, después de tanto tiempo regresé.
- Y Matías, dime, ¿por cuánto tiempo piensas quedarte?
- Bueno, aún no sé bien señor, pero no quiero incomodarlo.
- No incómodas, que te hace pensar eso. Puedes quedarte aquí el tiempo que necesites.
- Así es Matías. Quédate aquí por unos días, por favor.
- Está bien Celeste, pero solo hasta que salga un tren hacia el pueblo.
Después de cenar una empleada me muestra mi habitación. Me cuesta moverme en la casa, ya que todavía no he recordado nada sobre ella y su tamaño no es que ayude mucho.
Me quedo sola en la habitación, recorriéndola de arriba a abajo, tomando cada objeto que me parece extraño y prestando gran atención a aquellas cosas que me parecen conocidas. Después de un rato, decido detenerme y darme un baño con agua tibia. Salgo de la bañera, me envuelvo en una toalla y voy a mi armario para buscar algo que ponerme
Me quedo atónita con la cantidad de ropa que hay en él. Desde vaqueros hasta vestidos de noche llenan el lugar.
Abro varias gavetas hasta que por fin doy con la indicada. Tomo el piyama más cómodo que encontré y me lo pongo. Salgo del armario y me lanzo de cabeza a la cama. Estoy muerta de cansancio. La cama es cómoda y me hace quedar dormida después de unos minutos.
Al amanecer me despierta el sonido de alguien tocando la puerta. Me levanto como puedo y abro para ver quién es. Al abrir bien mis ojos, me sorprende ver a una mujer no muy mayor parada frente a mí. Es una mujer pequeña y lleva un uniforme de empleada.
- Señorita Celeste, es un gusto volver a verla. Ya su padre me lo contó todo. Él la espera en el comedor para desayunar con usted antes de irse a trabajar.
- Gracias por avisarme, iré dentro de unos minutos.
Tan pronto la mujer se retiró, me vestí con lo primero que agarré y salí rápidamente hacia el comedor.
- Muy buenos días hija.
- Buenos días papá, lamento la demora. -le digo mientras me acomodo en una silla a su lado.
- Tengo una reunión importante hoy, pero quería poder desayunar contigo antes de irme. -le hago una seña con la cabeza de asentimiento en lo que me sirvo mi desayuno.
- Ya hablé con las autoridades sobre que sigues viva. Al final no se supo bien si eras tú o no la chica que murió por lo que simplemente te dieron por desaparecida. Así que no tienes de que preocuparte, aunque dentro de tres días habrá un evento de la empresa y decidí aprovechar esa ocasión para darle a todos la maravillosa noticia de que sigues con nosotros.
- Eso sería... fantástico.
- Bueno, así lo haremos entonces. Me tengo que ir a trabajar ahora, nos vemos por la tarde. Dice mientras se levanta de su asiento y me da un cálido beso en la cabeza. -Julia, te hará compañía y te enseñará la casa. Si deseas hacer algo no dudes en pedírselo.
De repente salió del otro lado la sala la mujer que fue a despertarme hace un rato, así que esa debe de ser Julia. Mi papá me hace una seña con la mano y yo le devuelvo el gesto, luego sale del comedor.