Él está en lo cierto, debo afrontarlo.
– ¿Qué propones que hagamos?
– No tengo ninguna idea todavía. –me dice encogiéndose de hombros. –Pero eso no me corresponde a mí, y lo sabes. Deberías pensarlo bien hoy, pensar que es lo correcto. Y sea lo que sea, lo que decidas, puedes contar conmigo.
– Gracias, ya debo irme.
Salimos del edificio y me dirijo a la calzada a tomar un taxi para ir a la mansión. Espero que Matías ya haya llegado, me muero de ganas por verlo y contarle todo. Ahora veía la ciudad con otros ojos; ya los edificios no eran solo edificios a mis ojos, ahora eran bibliotecas en las que solía pasarme las tardes leyendo, eran parques en los que paseaba cuando tenía la cabeza atormentada de los estudios de la universidad. Ahora todo me cobraba sentido y lo veía todo diferente.
El viaje se me hizo bastante corto, de seguro por la cantidad de información que intentaba asimilar de un solo golpe. Al llegar a la mansión, veo uno que otro empleado pero ni rastro de Matías. Voy a revisar en su habitación pero allí tampoco está, así que decido ir a pregustarle a Julia si lo ha visto en alguna parte.
A esta hora ella debe de estar haciendo las limpiezas de las habitaciones y como ya acabo de ir a la de Matías, de seguro debe de estar en la mía o en la de mi padre. O bueno en la que se suponía que era mi habitación. Todavía no acabo de entender bien todo este asunto.
Al llegar al pasillo dónde están los cuartos, puedo distinguir algunas voces que salen desde una de las puertas. Al acercarme veo que provienen desde la habitación principal, y no es cualquier voz, es la de Matías y la de mi padre. Y no es una simple charla, es más bien una discusión. La puerta está entreabierta y se puede escuchar claramente todo lo que dicen. Cuando estoy a punto de entrar para saber por qué están peleando, logro escuchar algo que me llamó la atención.
–... acaso eres cínico. Si tú me hubieras dicho que Celeste era tu hija, en ningún momento hubiera accedido a hacerlo. –Es la voz de Matías y al parecer está muy enojado. Necesito saber qué es eso de lo que está hablando ya que al fin y al cabo me incumbe. Me escondo detrás de la puerta, y aunque no puedo ver sus caras escucho bien lo que están hablando.
– Pero aun así lo hiciste, así que ahora no me vengas con cuentos. –mi padre le responde con el mismo tono de voz.
Escucho una leve risa por parte de Matías, pero no una risa de diversión, más bien es una de esas risas que dicen: “acaso me tomas por estúpido”, o bueno eso fue lo que me pareció. –Eres más hipócrita de lo que imaginé. Tú mismo me dijiste que ella no tenía familia y que había personas que querían matarla. Y yo acepté, acepté cuidarla por la estúpida amistad que había entre mi padre y tú, pero era toda mentira. Ella si tenía familia, si tenía una vida.
Mi cabeza me da vueltas, acaso es de mí a quien se refieren.
– Y que si fue así. Aceptaste y ahora no vas a hacer nada.
– ¿Quien dice que no voy a hacer nada? Ahora mismo voy a buscarla y a contarle todo, no es justo ni humano todo esto que le estás haciendo.
– No, no vas a hacer nada...
– Si lo haré.
– No lo harás, a menos de que quieras mañana asistir a un funeral.
– Me estás amenazando, porque si es así...
– No te estoy amenazando, te estoy dando un consejo y si eres inteligente y valoras la vida de tu hermana, lo tomarás y no harás ninguna estupidez.
– Eres un...
– ¿Un qué? Ahora sal de mi habitación y lárgate de una vez a tu asqueroso pueblo y ni se te ocurra volver a poner un pie en la ciudad.
Me separo de la puerta y corro lo más rápido que puedo para alejarme de ahí. Las palabras de la discusión siguen dando vueltas en mi cabeza. Las lágrimas me caen por las mejillas y no puedo ver bien el camino por el que voy, pero no me interesa, solo quiero salir de una vez de esta casa.