«Es hora de que comience el espectáculo»
– Hija, donde estabas. –me dice él mientras se acerca a mí a través de la multitud.
– Me retuvieron en una esquina y no paraban de hacerme preguntas, pero ya logré librarme de ellos. –le contesto en el tono más dulce que puedo.
Un grupo de periodistas vienen hasta donde estamos.
– ¿Podemos tomarles algunas fotos?
– Claro. –les contesta Tomas con su mejor porte de "empresario, padre amoroso".
Y así pasó un buen rato, entre fotos, y saludos a personas desconocidas. Creí que me iba a dar un ataque ahí mismo, hasta que las luces bajaron su intensidad y todos tomaron asiento en sus mesas correspondientes. Las mesas están colocadas a los lados del salón y justo delante de todos hay una especie de podio con una gran pantalla justo sobre este, y otras más pequeñas ubicadas por todo el lugar. Los camarógrafos están ya ubicados en medio del salón, listos para grabar el discurso de mi padre y mi “inofensivo brindis”.
Yo me coloco en una mesa que está justo delante. Las personas guardan silencio instantáneamente, cuando Tomás Woodside sube al escenario para dar su discurso. Cómo lo esperé sus palabras no pueden ser más hipócritas. Habló sobre la historia de la fundación de la marca, y sobre los logros que ha logrado la empresa durante ese tiempo. En una frase que dijo, no puede evitar elevar mis ojos al techo y apretar mis puños.
“... somos una empresa que se interesa en el bienestar de la población...”
Al cabo de unos minutos en los que estaba sumida en mis pensamientos, escucho mi nombre a través de los altavoces, y sé que ya llegó la hora del brindis.
Me levanto de mi asiento y me dirijo hacia el podio con una copa de champán en mi mano. Me coloco frente al micrófono y tomo profundamente aire antes de empezar.
– Un cordial saludo a todos los que están aquí hoy, y a los que nos ven desde sus casas. Es un placer para mí estar aquí de nuevo, créanme, lo es. Muchos se preguntarán que fue lo que sucedió realmente conmigo. Primero anunciaron mi desaparición, luego mi muerte y ahora me tienen aquí sonriéndoles. La verdad es que es una larga historia. –Mis manos empiezan a temblar, pero las calmo de inmediato. No es momento de que mis nervios me traicionen. –Estuve escuchando el hermoso discurso de mi padre y no puedo dejar de mencionar una frase que me llamó bastante la atención: “somos una empresa que se interesa en el bienestar de la población”. Creo que todos aquí nos sentimos conmovidos por el humanismo y la generosidad de empresas Wood&Make. Se merecen un gran aplauso. –Con mis palabras, todos los presentes estallaron en aplausos, y antes de que estos aplausos cobraran intensidad decidí seguir con mi brindis.
– Deseo hacer un brindis, primeramente por la generosidad de mi padre y de su empresa, y también por unas personas que conocí cuando no tenía memoria y fui a parar a un pueblo en las montañas. Mucha gente de los pueblos que rodean el río ha sufrido enfermedades por la contaminación de estas aguas. Quisiera hacer un sentido brindis por estas personas y por qué se encuentre lo más pronto posible al culpable de esto.
Y así, terminando de decir esto, la pantalla que está sobre mí se encendió y el vídeo que hizo Estefan empezó a proyectarse. Conocía sobre el talento de mi amigo para editar pero esta vez me impresionó. Empezaba con algunas fotos de personas enfermas y entrevistas a doctores y familiares. Luego aparecían grabaciones de la fábrica que habíamos tomado de mi laptop. Era un vídeo de apenas de un minuto pero él logro reflejar en ese tiempo toda la información del artículo. Al acabarse el video, todos los teléfonos de la sala comenzaron a sonar y todas las personas a introducir las manos en sus bolsos o bolsillos.
Sus caras de asombro y desconcierto eran increíbles pero no tenían ninguna comparación con la de mi padre. Él estaba totalmente pálido y el miedo se asomaba en sus ojos. Esto es por mi madre, por haberla dejado abandonada sin una explicación, esto es por todas aquellas personas que murieron a causa de la contaminación, y es principalmente por mí.
Y antes de que empezaran a hablar, decidí aprovechar el silencio sepulcral que había en la sala para levantar mi copa y terminar mi brindis:
– ¡Salud!