—Terminó siendo algo más sencillo de lo que preveíamos en un comienzo —dijo Thomas mientras caminaba con Stephanie por el jardín de la primavera, el que se halla en la parte trasera de la casa.
—¿Crees que Brendan tenga otro caso pronto?
—Espero que no, ya me aburrí de perseguir desquiciados.
—¿Seguro que no me ocultas nada? —preguntó intuitiva.
—Por supuesto que no.
—Reconozco esa mirada —insistió.
—Hay algo que no me gusta.
—Cuéntame.
—Brendan.
—¿Qué pasa con él? —inquirió con el ceño fruncido, mientras acariciaba las rosas azules que fueron pimpollos hasta ayer nomás.
—No figura en ninguna base de datos; es un fantasma.
—Tal vez está huyendo de algo o alguien.
—O puede que tenga particular interés en nosotros.
—¿No puedes darle el beneficio de la duda?
—¿Acaso te parece normal que te abordara en la calle y te reconociera como detective? —preguntó incisivo.
—Pero no podía saber que nos mudaríamos aquí. Además, nuestra ama de llaves lo conoce desde niño…
—Debemos interrogarla.
—¡Thomas!
—¿No quieres saber si estamos en peligro? —insistió—. La experiencia que vivimos con Luca, debería servirnos de lección.
—De acuerdo, lo investigaré —asintió—. Deja que yo hable con nuestro personal y los interrogue de modo solapado.
—Como prefieras.
—Solo prométeme una cosa.
—No lo asesinaré, no por ahora.
—Iba a decirte que cuides a nuestra hija —replicó presa de un ataque de risa.
—No debiste alentarla a involucrarse en las investigaciones —le recriminó en tono resignado.
—Iba a hacerlo de todos modos; solo pretendía que no tuviera que mentirnos.
A diferencia de la primera vez, y envalentonando por los éxitos que comenzaban a apilarse en un curriculum aun por escribirse, Brendan no se tomó descanso y reapareció en escena con un nuevo misterio que develar.
—Tenía la esperanza de habernos librado de ti —dijo Thomas ni bien lo vio acercarse a los límites de nuestra propiedad.
—¿Oíste lo del carnicero?
—¿Disculpa?
—Un asesino serial que luego de violar a sus víctimas con infinidad de objetos, las apuñala como quien faena una res —respondí ansiosa ante la mirada anonada de mi padre.
—Anoche volvió a irrumpir en escena con otra de sus tétricas obras —concluyó Brendan—. Está en todos los canales; nadie habla de otra cosa.
—Creía que solo te dedicabas a resolver casos antiguos.
—El carnicero lleva décadas gozando de una pasmosa impunidad —se excusó.
—Supongo que la policía estará poniendo manos a la obra.
—No lo atraparon antes, tampoco lo harán ahora.
—Lo lamento, pero no voy a entrometerme en el trabajo de las fuerzas de seguridad —sentenció mi papá dando media vuelta, haciendo caso omiso de la urgencia que revestía un violento criminal.
—Ya asesinó a 24 personas.
—Y espero que lo atrapen pronto —replicó con desdén.
—Papá…
—La respuesta es no, Violet —sentenció.
—Al menos démosle un vistazo; podemos sugerir una línea de investigación —insistí vehemente.
—Siempre supe que era una pésima idea trabajar contigo —musitó resignado, con los brazos en jarra, ladeando la cabeza de lado a lado como quien no tiene más opciones que aquella que no quiere tomar.
—Yo también te amo.
—Su primera víctima fue Treise Dunne —se apuró Brendan aprovechando el momento—, madre soltera de 27 años. Su cuerpo fue hallado en un descampado por unos adolescentes que se juntaban allí después de la escuela.
—¿En qué año sucedió? —pregunté.
—1994
—¿Cuántas víctimas después de ella?
—22
—¿Cómo puede ser que tengan tantos asesinos seriales vagando impunemente? —inquirí de forma retórica, espantada por lo que parecía moneda corriente.
—En todos lados existe la maldad.
—Pero después de tantas víctimas, y tantos años moviéndose entre las sombras, esperaría que ya contaran con algo más que lamentaciones.
—Su última víctima fue Morna Whelan; la encontraron anoche en un callejón cercano a un local de comidas rápidas en la capital.
—¿Siempre en Dublín? —preguntó mi padre con las manos en los bolsillos y un gesto adusto, haciendo público su malestar.
—Allí las abandona, pero sus víctimas vivían en diferentes condados, alrededor del país.