Huellas de sangre

Capítulo IV. El cuervo

     En el castillo, hacía semanas que no se hablaba de otra cosa que del próximo bebé. Desde el ama de llaves, pasando por el servicio de limpieza y el jardinero, nadie gambeteaba la llegada del nuevo integrante del clan Weiz, y alardeaban de la alegría que les provocaba el vientre crecido de Stephanie como si fueran parte de nuestra familia. Era hermoso sentir que ya no estábamos solos en el mundo, que había personas buenas preocupadas y felices por nuestro bienestar, y no solo nos rodeaban criminales, muerte y desolación. Claro, les mentiría si dijera que aquello no era parte de nuestra rutina, el alimento vital que necesitábamos para sentir que estábamos vivos. Por eso, aunque tomábamos más recaudos que nunca, y nuestro corazón se había mimetizado por completo con el de mamá, en el campo necesitábamos mantener la mente despejada, cien por ciento lúcida, si queríamos ser la pesadilla de aquellos asesinos seriales que vivían despreocupados el sueño de la impunidad perpetua.

—¿Crees que tu papá esté de ánimo para un nuevo caso?

—Si logramos que se despegue de mi madre, entonces tal vez exista la posibilidad —bromeó.

—¿Están muy enamorados, cierto?

—Mucho —respondí sonrojada, como si yo misma fuera parte de esa inmensidad inalcanzable—. Además, con todo el asunto del bebé, ambos están más sensibles que nunca, los sentimientos afloran a cada minuto y bajo cualquier circunstancia.

—¿Bebé? —preguntó frunciendo el ceño—. ¿Acaso ellos…

—Sí, voy a tener otro hermanito.

—¡Felicitaciones! —exclamó con una sonrisa genuina, abalanzándose sobre mí para abrazarme.

—Gracias, eres muy amable.

—Me encanta verte sonreír, eres tan hermosa.

—Sí, bueno —carraspeé nerviosa, sin saber que hacer o decir—, estamos muy felices; supongo que me verás sonreír bastante seguido.

—Se nota que sales a tu mamá, ella también es preciosa.

—Seguro mi padre le echará un ojo al caso —repliqué cambiando el tema súbitamente—, y podrán resolverlo con rapidez.

—¿Podrán?, ¿acaso no formarás parte del equipo?

—Vienen los doctores a ver a mamá y quiero estar con ella.

—Pero seguro puedes sumarte después —insistió.

—Apuesto a que pueden arreglárselas sin mí.

—Es una pena —lamentó cabizbajo—, me había acostumbrado a trabajar contigo.

—No es una despedida; estaré de vuelta la próxima vez.

     Pasado el mediodía, en el que se había transformado casi sin quererlo en el punto de encuentro, en los límites propios del castillo, Brendan y mi padre se reunían para echarle un vistazo al que sería un nuevo enigma por resolver, uno para nada común, uno singular.

—Pensaba que habían quedado claras las pautas de nuestra colaboración —dijo Thomas con las manos en los bolsillos, mirando al verde infinito que se extendía en todas direcciones.

—¿A qué te refieres?

—No suelo dar segundas oportunidades, ni advertir a modo de ultimátum a las personas, pero no quiero volver a verte cerca de mi hija.

—Solo conversamos sobre los casos —se excusó con un hilo de voz.

—Ya no lo repetiré.

—¿Esa regla es válida solo para mí o espantas a todo aquel que se le acerque? —inquirió molesto, reticente a obedecer lo que consideraba una estúpida regla—. Algunos podrían juzgar tu actitud de sobreprotector como machista o vetusta.

—Me importa un bledo.

—Pues, para tu tranquilidad, no tengo dobles intenciones con Violet; aunque debes admitir que la luminosidad de su mirada no es sencilla de ignorar.

—¿Quieres que te dispare?

—¡Vamos! solo fue un cumplido.

—Ya no los hagas, no frente a mí.

—Su mirada siempre será tema de conversación, no podrás evitarlo.

—Sí —suspiró resignado—, sus ojos cambian de color a menudo, aunque suelen ser violetas.

—¿Por eso la llamaron Violet?

—Su madre eligió ese nombre cuando ni siquiera era una posibilidad.

—Felicitaciones para ti y Stephanie, por cierto.

—Veo que las noticias vuelan rápido —replicó masajeándose la barbilla, signo que evidenciaba su malestar por el rumor esparcido.

—No puedes culparla, está muy emocionada por el futuro integrante de la familia.

—¿Y en qué puedo ayudarte? —preguntó para detener el océano de asuntos personales—. Intuyo que no viniste hasta aquí solo para apreciar los ojos de mi hija.

—Tengo un nuevo caso que no me deja dormir.

—Acostúmbrate a convivir con la frustración, de lo contrario jamás conciliarás en sueño —ironizó.

—Esta historia es diferente a las anteriores.

—¿Qué quieres decir? —preguntó frunciendo el ceño.

—No se trata de un asesino serial; al menos no de uno conocido.



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En el texto hay: misterio, crimenes, adrenalina

Editado: 22.04.2021

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