—¿Cómo se encuentra Stephanie?
—Bien.
—Me alegro. ¿Ya falta poco, verdad? —preguntó esbozando una sonrisa nerviosa.
—Supongo que no me hiciste venir, contra mi voluntad, para interiorizarte sobre el bienestar de mi familia —criticó
—Violet me dijo que será otra niña…
—Tienes diez segundos para decirme qué quieres —sentenció con pocas pulgas.
—¿Por qué nunca quieres entablar conversación?
—Tal vez porque no somos amigos y preferiría no perder tiempo valioso en charlas mundanas que no conducen a ninguna parte.
—Eso dolió.
—Te escucho.
—Hay un sujeto al que me gustaría que interrogues —dijo Brendan buscando la información en su morral.
—No soy policía; de hecho nunca lo fui.
—Solo una visita informal.
—¿Por qué?
—Tu experiencia puede ayudar a resolver un caso que lleva tiempo en la nebulosa.
—¿De quién se trata? —preguntó resignado a una colaboración forzosa.
—Un joven de 21 años.
—¿De qué se lo acusa?
—En realidad —carraspeó con la mirada hacia abajo—, se lo sentenció a cadena perpetua por violar y asesinar a cuatro mujeres.
—¿Disculpa?
—Sé lo que parece, pero te aseguro que hay una buena razón para intervenir en este caso.
—Cuéntame los detalles —insistió mientras observaba las fotografías que acababa de recibir.
—El asesino se llama Duke Gallagher. En el juicio se negó a la posibilidad de un abogado, tampoco presentó testigos a su favor y no quiso saber nada con la posibilidad de subir al estrado.
—¿Por qué?
—Las pruebas en su contra eran abrumadoras; su semen estaba en el cuerpo de las víctimas.
—Sigo sin ver por qué lo quieres revivir.
—Las mujeres asesinadas estaban disfrazadas; como si representaran a alguien más.
—Es común que un criminal busque satisfacer una fantasía de ese calibre…
—Pero no hay en su vida, al menos no que sepamos, una mujer como la que trataba de revivir en cada ataque —replicó masajeando su barbilla, a la espera de un sí poco probable.
—Me voy a mi casa, búscame cuando recuperes la cordura.
—¡Aguarda! —vociferó—. Sus más allegados juran y perjuran que no sentía aversión hacia las mujeres, sino todo lo contrario.
—Los psicópatas son impredecibles.
—Creo que hay algo más.
—Dijiste que su semen estaba en los cuerpos.
—Sí, él abusó de ellas, de eso no hay duda —aceptó.
—¿Entonces por qué te desvelas? —inquirió frunciendo el ceño—. Caso cerrado.
—Habla con él; tal vez pueda decirte algo sobre su motivación.
—No me interesa en lo más mínimo.
—¿Y qué si hay otro asesino suelto? —retrucó jugando una carta de fuera del mazo.
—¿Un socio?
—No sería descabellado.
—¿Había ADN de un tercero en las escenas? —indagó mi padre con un gesto adusto.
—Algo no está bien con ese chico, te lo aseguro.
—De eso no hay ninguna duda —ironizó tras devolverle las fotografías de los homicidios.
—¿Por qué se niega a hablar?
—Poder.
—¿Disculpa?
—Muchos homicidas continúan ejerciendo poder sobre sus víctimas al callar los detalles, esconder los motivos, incluso guardar para sí el paradero de los cuerpos. De ese modo, no solo se alimentan con el flagelo de los familiares, sino que aún se regocijan con la prisión de sus víctimas, como si las mataran una y otra vez en su mente, como si les impidieran descansar en paz.
—Para ti solo será un segundo, te lo suplico —imploró poniéndose de rodillas en medio de la cafetería, ante la mirada atónita de los clientes y el personal.
—¿Acaso eras amigo de ese desquiciado?
—Una joven de Dublin, Eveleen FitzPatrick, desapareció ayer por la noche cuando regresaba de su práctica de patinaje.
—¿Entonces?
—Es muy similar, por no decir idéntica, a las mujeres que Duke asesinó.
—Tal vez sea una casualidad.
—O tal vez no.
—¿Lleva menos de 24hs desaparecida, cierto? Tal vez se fugó con su novio
—Ni siquiera tú te crees esa absurda posibilidad —replicó poniéndose de pie, sacudiendo sus rodillas.
—De acuerdo, supongamos que es otra víctima, ¿acaso estaba en una lista?
—No comprendo.
—¿Por qué alguien secuestraría a una mujer idéntica a las que asesinaba nuestro convicto? —inquirió.