Huérfanos de la Oscuridad

Capítulo 2

Los primeros días fueron una letanía de rutinas monótonas. Oraciones matutinas, clases aburridas, comidas insípidas y el silencio omnipresente que pesaba sobre el orfanato como una losa. Davia intentaba ignorar la sensación constante de que algo no estaba bien, la forma en que las monjas susurraban en los pasillos, las miradas furtivas de los otros huérfanos, el frío glacial que emanaba del ala oeste del edificio, siempre cerrada con llave.

Una noche, incapaz de dormir, Davia vagó por los pasillos iluminados tenuemente. El reloj del salón principal, un armatoste antiguo con una esfera de latón desgastada, marcaba las 11:58. De repente, un grito agudo y desgarrador rompió el silencio. Un grito de puro terror, que helaba la sangre en las venas.

Davia corrió hacia el salón, el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. La puerta estaba entreabierta, una rendija de luz amarilla que proyectaba sombras danzantes sobre la pared. Empujó la puerta y jadeó, horrorizada.

El salón estaba bañado en una luz rojiza y parpadeante, proveniente de una lámpara de araña que oscilaba violentamente. En el centro de la habitación, Tolva, la asistente de la Madre Superiora Emely, estaba clavada a la pared con crucifijos de plata. Los crucifijos habían sido brutalmente clavados en sus manos, sujetándola a la pared en una grotesca crucifixión. La sangre goteaba por sus dedos, manchando la alfombra persa con un charco oscuro y viscoso.

Pero lo más aterrador era la posición de sus manos. Estaban rígidamente extendidas, con los dedos apuntando hacia las manecillas del reloj, que marcaban las 12:00 en punto. Sus ojos, abiertos en una expresión de pánico absoluto, parecían seguir el movimiento de las agujas. Su boca estaba abierta en un grito silencioso, un testimonio mudo de su agonía final.

Davia vomitó, incapaz de apartar la mirada de la macabra escena. El olor a sangre y metal quemado le llenó las fosas nasales, haciéndola jadear por aire.

La Madre Superiora Emely apareció en la puerta, su rostro palidecido por el horror. Sus labios se movieron, pero no salió ningún sonido. Christopher y Green, también alertados por el grito, se acurrucaron detrás de Davia, temblando.

—¿Qué… qué ha pasado? —murmuró Davia, la voz apenas un susurro.

La Madre Superiora Emely se acercó al cuerpo, su rostro contorsionado por el dolor y el miedo. Susurró una oración en latín, su voz temblorosa.

—El reloj… siempre el reloj… —murmuró—. Está volviendo a pasar...



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En el texto hay: misterio, terror, terror paranormal

Editado: 07.10.2025

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