La mudanza al "Hogar de la Esperanza" fue un alivio agridulce. El nuevo orfanato era luminoso, limpio y estaba decorado con colores alegres. Pero para Davia, Christopher y Green, la esperanza era una palabra vacía, un eco distante de una promesa rota. La sombra de "Santa Misericordia" se extendía sobre ellos, tiñendo cada sonrisa, cada gesto de amabilidad, con un matiz de desconfianza.
Rápidamente conocieron a Axel y Tiffany, dos hermanos huérfanos que llevaban un tiempo en el Hogar. Axel era extrovertido y amigable, siempre dispuesto a sacar una sonrisa a los demás. Tiffany, en cambio, era más reservada y tímida. La enorme cicatriz que le cruzaba el ojo izquierdo era un recordatorio constante de un pasado doloroso, un accidente casero con un brasero que la dejó marcada para siempre. A pesar de su timidez, Tiffany tenía una mirada penetrante, una inteligencia que brillaba a través de su ojo sano.
Axel se acercó a Davia y Christopher, intentando integrarlos al grupo. Green, por su parte, se sintió particularmente atraída por Tiffany. Había algo en su vulnerabilidad, en su fortaleza silenciosa, que resonaba con ella.
Con el tiempo, Davia, Christopher y Green comenzaron a bajar la guardia. El trauma de "Santa Misericordia" seguía presente, pero el ambiente más relajado del "Hogar de la Esperanza" les permitió respirar un poco. Participaban en las actividades del orfanato, hacían nuevos amigos e incluso se atrevían a reír de nuevo.
Una noche fría de invierno, mientras la nieve caía copiosamente afuera, todos estaban reunidos en el salón principal, jugando juegos de mesa y compartiendo historias. El fuego crepitaba alegremente en la chimenea, creando una atmósfera cálida y acogedora.
Davia sintió que, por primera vez en mucho tiempo, podía relajarse. Se permitió reír con Axel y Tiffany, compartir secretos con Green y disfrutar de la compañía de Christopher, quien parecía más tranquilo y sereno que nunca.
Pero esa tranquilidad era una ilusión. Una máscara que ocultaba una verdad siniestra que acechaba bajo la superficie.
Esa noche, Davia se despertó sobresaltada por un olor a quemado que le llenaba las fosas nasales. Se levantó de la cama y salió al pasillo, siguiendo el rastro del olor. Llegó al salón principal y se detuvo en seco, paralizada por el horror.
El fuego de la chimenea se había extendido, envolviendo todo el salón en un infierno de llamas. El calor era insoportable, el humo asfixiante. Y en el centro del salón, frente a la chimenea, yacía el cuerpo de Axel.
Su piel estaba carbonizada, sus ojos vacíos, su boca abierta en un grito silencioso. La escena era una réplica macabra del infierno que habían vivido en "Santa Misericordia".
Davia retrocedió, gritando de terror. Green apareció en la puerta, con los ojos desorbitados y el rostro pálido. Christopher estaba detrás de ella, con una sonrisa extraña y perturbadora en su rostro.
Davia lo miró fijamente, intentando entender lo que estaba viendo. Reconoció algo en su mirada, algo oscuro y siniestro que le heló la sangre en las venas. Era la misma mirada que había visto en los ojos de la Madre Superiora Emely, la misma mirada que había visto en la fotografía quemada de Anya.
Christopher sonrió aún más, revelando la oscuridad que habitaba en su interior.
—Lo hice por nosotros —dijo con una voz suave y melódica—. Teníamos que deshacernos de él. Era un obstáculo.
Davia no podía creer lo que estaba oyendo.
—¿Qué has hecho? —gritó.
Christopher se encogió de hombros.
—Absorbí el espíritu de Anya, Davia. Ella me dio el poder de protegernos. De crear un nuevo hogar para nosotros. Y Axel estaba impidiendo que eso sucediera.
—¡Estás loco! —gritó Green, con lágrimas en los ojos—. ¡Estás poseído!
Christopher se rió.
—No estoy poseído, Green. Estoy iluminado. Anya me ha abierto los ojos a la verdad. Me ha mostrado el camino.
Davia entendió entonces. Christopher no era una víctima de "Santa Misericordia". Era un instrumento de la venganza de Anya, un receptáculo para su odio y su ira. Él había contribuido a su escape, no para protegerlas, sino para llevar la oscuridad con ellas, para seguir alimentando el ciclo de dolor y muerte.
La sonrisa de Christopher se ensanchó aún más, revelando la profundidad de su locura.
—Tenemos mucho trabajo por hacer, Davia. Tenemos que crear un nuevo mundo, un mundo libre de la debilidad y la bondad. Un mundo donde solo sobrevivan los fuertes.
Davia sintió que la esperanza se desvanecía, reemplazada por una desesperación abrumadora. El pasado la había alcanzado, atrapándola en una espiral de terror que parecía no tener fin. Y en el rostro sonriente de Christopher, vio el futuro oscuro y retorcido que les esperaba. La pesadilla apenas comenzaba...
... FIN