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La olfateó antes de verla. Su aroma, extraño y humano, se mezclaba con otro más tenue, más familiar, más suyo, aunque no lo reconocía del todo. Tharne avanzó por el pasillo de la clínica, cada paso que ejercía era firme, abrió la puerta con brusquedad y entonces la vio.
Ella, la humana débil.
Sostenía al cachorro entre sus brazos con tanta devoción que por un instante le resultó absurdo. Una humana cuidando a su hijo, como si le perteneciera.
—Vine por el cachorro, es mío. —Dijo con seriedad.
—No voy a entregarlo —respondió ella con voz firme, sin apartarse. Lo retaba sin temblar, como si no supiera quién era él. —No sé si me dices la verdad.
Una rubia débil lo estaba llamando mentiroso, Tharne dio un paso más. El aire se volvió espeso a su alrededor. Él Sabía que su sola presencia podía derribar voluntades, y aun así ella no retrocedía.
Su mirada bajó a la criatura envuelta en la manta azul. No podía olerlo con claridad, algo en ese lugar o en esa mujer entorpecía sus sentidos, pero sabía que era él.
Lo sentía, era su cachorro.
—No tienes idea de lo que estás haciendo, humana débil —gruñó con voz grave, dejando que una mínima parte de sus colmillos se mostrará a modo de advertencia.
Pero ella no pestañeó, no se movió, ni mucho menos tembló como lo hacía el resto.
—Sé exactamente lo que hago —replicó, mirándolo directamente a los ojos—. Estoy protegiendo a un cachorro que no quiere ser apartado de mi lado.
Tharne la observó, desconcertado. ¿Protegiendo su cachorro de su propio padre? El pequeño se aferró a ella con fuerza, enterrando el rostro en su cuello como si buscara refugio.
Era diminuto y frágil, pero ese gesto lo golpeó como una verdad dolorosa: Su hijo la estaba eligiendo. Sintió una punzada en el pecho, no, no podía ser, no después de todo lo que había hecho para encontrarlo.
—Es mi sangre —masculló, con la garganta ardiendo de furia—. Es mi hijo y ha estado perdido durante semanas. ¿Sabes lo que eso significa para nosotros?
Ella lo sabía, lo dijo sin gritar, sin enfadarse, solo con una claridad brutal.
—Significa que no lo cuidaste y eso te hace un pésimo padre.
Las palabras se le clavaron como cuchillas en su pecho ¿Quién era ella para juzgarlo? ¿Qué sabía esa mujer de su mundo? ¿De lo que había costado mantener a su hijo con vida desde que nació? ¿Del dolor de perderlo?
Se llevó una mano a la sien, tratando de contener el rugido que amenazaba con escaparse. No frente al niño, no quería asustarlo más de lo que ya estaba, apretó los puños, no avanzó y ella tampoco se movió.
La miró otra vez. Una humana; pequeña, obstinada, imprudente. ¿Ignorante? ¿Temeraria? ¿Estúpida? Quizás todo eso, o quizás no y entonces el cachorro asomó su hocico entre las mantas, lo miró a él y luego a ella.
Sus ojos azules, tan parecidos a los suyos, se elevaron lentamente y parpadearon. —Ma… má —susurró, apenas audible.
Tharne sintió que algo se le helaba en la sangre.
El niño cambió en sus brazos, su forma humana pequeña y temblorosa se enroscó contra la mujer, como si no existiera otro lugar seguro en el mundo, como si ella fuese todo lo que necesitaba.
Ella apenas respiró, acariciándole el rostro con ternura. Tharne, en cambio, sintió cómo algo se rompía dentro de su pecho y entonces lo supo, era la certeza fría, cruel, irrefutable: Había llegado demasiado tarde. Su hijo había adoptado a la humana débil.
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Hola chicas, espero que me den su amor, agregándola a su biblioteca, dándole a la estrellita y dejando su comentario bonito. Denle una oportunidad, gracias por su amor.