Humana ¿quieres ser mi mamá?

03: Dolor y perdida

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“El dolor no siempre se transmite con un grito, a veces es apenas un suspiro que nadie escucha.”

Las hojas crujieron bajo esos pies temblorosos. El aire, que solía ser cálido y espeso por la niebla del bosque sagrado, ahora cortaba como cristal, se movió entre los árboles, de forma rápida, silenciosa y sosteniendo un bulto pequeño envuelto en piel de otro lobo sacrificado.

—Silencio… —susurró una voz áspera llena de molestia. —Hasta para esto eres un estorbo. —El niño sollozaba, incluso dormido, su alma parecía reconocer que algo andaba mal, que su hogar había quedado atrás y que los brazos que lo sostenían no eran los de su padre.

—Nos siguen —gruñó otro, desde más atrás. —Ya puedo oler la furia del Alfa.

La mujer se detuvo, girando hacia sus compañeros encapuchados. Le entregó el líquido carmesí del lobo sacrificado para esta tarea —Derramen suficiente, y él creerá que ha llegado tarde.

—¿Y el olor del niño? —preguntó uno.

—Será borrado —dijo sin remordimiento, sacando de su cinturón un frasco de cristal que brillaba con un humo oscuro dentro. —Ni los dioses podrán rastrearlo.

A lo lejos un aullido sacudió el bosque, no era un llamado, sino una advertencia.

—Apresúrense —ordenó ella, mirando una última vez al pequeño dormido. —Antes de que el infierno despierte y el diablo llegue por nosotros. —Entregó al pequeño a otros brazos. —Deshazte de él, que no sea doloroso, sino rápido y silencioso, luego échalo al río.

—Hermana…

—Cállate y obedece, sino lo haré yo y tú serás el próximo.

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Tharne cayó de rodillas sobre la tierra húmeda, con los músculos tensos, la respiración entrecortada y el pecho desgarrado por un rugido que no logró salir. Sus pupilas se cristalizaron y, por primera vez en toda su existencia, se quebró de la forma más desgarradora posible.

Su cachorro ya no estaba, su pequeño Kael, fue arrebatado de la forma más cruel posible, su pecho ardía y el bosque, antes sagrado, se había cubierto de carmesí.

—¡No! —bramó, golpeando el suelo con los puños. —¡¡NO!!

El eco de su voz retumbó entre los árboles y unos tantos cayeron de forma brusca, la sangre aún estaba tibia sobre sus manos. No era suya, sino de los hombres que osaron tocar lo que no les pertenecía, su hijo.

En ese enfrentamiento descubrió que no eran culpables, ellos no se lo llevaron, él lo habría sentido, lo sabría, los cuerpos caídos eran peones, marionetas, una vil distracción. ¿Pero quién se atrevió a enviar esa distracción? ¿Quién fue tan temerario y tan calculador para robar al heredero del norte justo ante sus ojos?

Tharne se llevó las manos al rostro, temblorosas por la impotencia. Era el alfa más poderoso del norte; el más frío, letal y tosco. Criado para gobernar con puño de hierro y garras inclemente. Estaba moldeado por el odio, pero su cachorro Kael era la única llama pura que había tocado su alma podrida.

Se lo arrebataron, no solo eso: borraron su olor y sus huellas con hechicería. Un acto abominable, un crimen contra la ley de la manada y un ataque directo a su mandato como líder.

—Iré por ti, así tenga que ir al infierno… —murmuró con la voz ronca. —Te encontraré, Kael, me cueste lo que me cueste, yo no te abandonaré como lo hizo esa desgraciada. —dijo derramando un par de lágrimas mientras lanzaba su promesa al aire con la firme esperanza que esas palabras llegarían a sus oídos.

El cielo parecía desmoronarse con él, las nubes grises reemplazaron la luz y sus puños no se detuvieron, golpearon la tierra una y otra vez hasta que algunas piedras se incrustaron en su piel y sus nudillos se agrietaron.

La lluvia trajo consigo un aroma dulce e inquietante que conocía perfectamente. No levantó la cabeza, no necesitaba hacerlo, reconocía ese olor incluso en medio de la desesperación.

—Basta, Tharne… —susurró la voz femenina mientras se arrodillaba junto a él, apoyando una mano en su espalda descubierta y húmeda. —Has hecho todo lo posible. —Acuno sus manos entre las suyas deteniendo su accionar inclemente y por un instante, el calor ajeno fue un bálsamo que detuvo su furia solo por un segundo.

—No ha sido suficiente —gruñó con la garganta rota. —Se llevaron a mi cachorro, burlaron mi seguridad y en mi propia casa.

—Quizá el destino lo quiso así, no te castigues mi alfa, no fue tu culpa…

Él no respondió, no se sintió capaz de hacerlo ni la aparto, pero la verdad era que, si fue su culpa, no cuido a su hijo y pensó que sus muros eran suficiente protección.

Su expresión facial se endureció, y sus ojos se convirtieron en dos esferas carentes de piedad, estaba dispuesto a convertirse en el río de destrucción que arrastraría todo a su paso, por recuperarlo.

—Fiona…

Ella lo rodeó con sus brazos y lo atrajo con ternura a su pecho. Dejó que se rompiera un poco más allí en su refugio, que rugiera en silencio mientras el cielo expresaba su furia en truenos lejanos y la lluvia comenzaba a caer como lágrimas gruesas sobre ellos.




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