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Lolo miró a Ángeles con preocupación, no deseaba dejarla sola, no después de lo sucedido. —Ve tranquilo, no pasará nada. —Dijo segura abrazándolo y escucharon el gruñido tierno del cachorro. —Tengo un protector, ya te mordió ¿Lo olvidas?
Lo vio rodar los ojos. —A ese salvaje ya lo perdone. —Kael solto una queja. —Es tierno, pero debes instalar el sistema de seguridad, además le pediré a mi abuela que haga sus hechizos y te proteja espiritualmente.
—No creo en eso, la magia no existe, soy una mujer de ciencia. —dijo incrédula haciendo sonreír a su amigo.
—Ángeles, eres un ángel. —Suspiro. —No sabes los secretos que guarda este bosque, nada te lastimará, pero... —Negó de inmediato.
—No te preocupes, está más paranoico que mamá. Además, tengo a B.D.S.R —La miro extrañado.
—¿A quién? —Se carcajeo y busco detrás de la puerta.
—Bate: Defensor de señoritas rubias. —Ambos se carcajearon. El bate era rosa y estaba lejos de verse amenazador.
—Dudo que esa cosa funcione… —Ángeles lo miro mal. —Es muy rosa amiga, es solo eso. Solucionaré lo de tu seguridad, estos sujetos pueden volver por el cachorro. —Sintió el corazón apretarse.
—No seas controlador Lolo, por ser rubia y pequeña, no significa que sea indefensa amigo, puedo hacer morder el polvo a cualquier gigante. —Lalo le tocó la nariz con diversión.
—Claro, tu ternura es letal. —La abrazo nuevamente. —Me encargare, le diré a mi hermano que venga a instalar el sistema de seguridad, lo convenceré que nos dé un plazo para pagarlo te gastaste todo en el nuevo equipo de laboratorio, además considero que la clínica debería estar afuera. Cuídate, no dudes en llamarme.
Sin más se alejó dejándola allí en la puerta y un extraño sin sabor en el paladar ¿Debería preocuparse? Intentaba no hacerlo, no porque le restara importancia, sino que, estaba aprendiendo a vivir sin miedo y en ese momento no quería pensar en lo peor.
Desde hace años, su vida ha estado marcada por el miedo, hasta que fue valiente. Se apareció en la boda de su exnovio y mejor amiga, le arruinó la celebración y el maquillaje perfecto de la traicionera, puesto que su cabeza terminó enterrada en el pastel de bodas.
Ángeles cerró la puerta con llave, más por costumbre que por paranoia, y dejó el bate rosa junto a la entrada, como si de verdad pudiera protegerla. Encendió la chimenea de su sala.
Estaba agotada y necesitaba una ducha, chocolate caliente y enrollarse bajo sus cobijas y ver una película.
—Vamos bolita de pelos. —Sujeto a Kael entre sus brazos, el cachorro disfrutaba de su calidez. —Debemos hablar. —Acarició su lomo mientras caminaba escaleras arriba. —No es un regaño. —Dijo posándolo en la cama. —Pero no puedes salirte de la cama. Hoy me diste un susto increíble, debes sanar antes de salir ¿Ok?
Un gruñidito suave de Kael la distrajo fue casi como un puchero de un bebé consentido. Lo cubrió con la manta suave —Eres un malcriado. —Agacho sus orejas. —Pero está bien, a ti te lo perdono. —Con una sonrisa beso su frente. —Descansa, me daré una ducha larga.
Lo vio cerrar los ojos y acomodarse de forma cómoda en su cama, estaba relajado, lo habían duchado con agua caliente. Se despidió, pero esta vez no cerró la puerta de su cuarto de baño, la dejó abierta por seguridad.
Por lo general escuchaba música, encendía velas aromaticas y bebía vino. —No, debo ser una madre responsable. —Se dijo a sí misma sonriendo. —Aunque tengo un pequeño escapista, es tan hábil, hermoso y… —Debió asomarse nuevamente y por algún motivo no quería dejarlo solo.
Suspiro con tranquilidad al verlo dormido y no usaría la bañera, debía aprovechar cada minuto. Soltó su cabello rubio y sin más ingresó a la ducha, pasaron exactamente diez minutos, se colocó su pijama y lo escucho quejarse.
El pequeño se removía y soltó un quejido tormentoso, como si reviviera algo. Ángeles le acarició con cuidado la cabecita peluda. El pelaje ya comenzaba a brillar como muestra de mejor salud.
—Estoy aquí pequeño. —Susurro. —Lamento no haber impedido tu dolor. —Se disculpó como si de verdad esa situación hubiera estado en sus manos. —Ya estás a salvo.
Sintió un nudo en la garganta y una tristeza profunda en su alma.
—Está en casa, puedes quedarte, aunque ya te adueñaste de mi cama y de mi corazón ¿Como no? Si eres tan precioso, yo cuidaré de ti mi amor, pero debemos buscar un nombre para ti. —susurró. —Esta noche lo pensaré.
Pasaron treinta minutos y se quedó dormida, pero entonces todo cambió de manera abrupta la habitación se tornó fría y oscura.
Una corriente helada abrió la ventana y una sensación extraña se arrastró por su nuca, como si alguien la mirara, giró hacia la ventana, ella recordaba haberla cerrado y al ver hacia fuera no noto nada fuera de lo común, sólo los árboles oscuros y callados.
Soltó una risilla nerviosa y cerró la ventana.
—Deja de ser tonta, esos sujetos no volverán. —se dijo mentalmente.
Su intuición pocas veces fallaba y esta vez, le gritaba que algo estaba al acecho.
El hambre se le quito y sintió su cuerpo cargado y pesado, debía regresar a la cama y reponer fuerzas.