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Cuenta la historia que un día aparecerá un alma tan pura que los árboles se inclinarán a su paso, que el espíritu del bosque la guardará en su corazón y la coronará como la reina de la naturaleza y aunque no sea de esta tierra o de nuestra propia especie mágica será aceptada.
Se dice que esa alma no llegará con garras ni colmillos, no cargará con el peso de un nombre ni la sangre de una manada, pero llevará consigo la fuerza que ninguna batalla podría darle: un amor tan inmenso que hará que la misma magia la proteja, que cada gota de agua la cubra de cariño y que las raíces del bosque den frutos que perdurarán por generaciones, como un legado que nunca morirá.
Y al espíritu del bosque no le importará de qué especie sea, porque para él no manda la sangre, manda el corazón y la nobleza de su espíritu. Lolo lo sabía: esta mujer era Ángeles.
Esta no era una leyenda para dormir a los cachorros. Era una profecía antigua, una que todos habían escuchado alrededor del fuego, esperando el día en que ocurriera.
La humana con ese corazón que no mide diferencias ni teme enfrentarse a lo desconocido, se ganó algo que ni al más poderoso de los alfas le está permitido alcanzar: el reconocimiento y la protección del espíritu del bosque. Humana o no, le guste al resto o no el bosque la convirtió en la reina veterinaria.
Investigar no fue fácil, pero él lo hizo posible. La mañana no se veía igual que todas y vio el rastro de magia, percibió la magia del bosque y también el olor a alfa.
Antes que tocara la puerta, ella abrió. —Hola, traje café y panecillos.
Ángeles lo abrazo. —Ayer pasaron cosas, el padre de Kael lo encontró, quería llevárselo y el espíritu del bosque lo desvaneció, le dijo que solo llegaría a mi puerta cuando Kael lo quiera. —Dijo rápido casi sin respirar.
—Jefa, no te agites, primero come algo. —Sin más sintió colmillos en su pie. —Este mocoso peludo no me quiere. —Se quejó al sentir que sus colmillos iban más profundos, aprovechó que Ángeles tenía las manos ocupadas para sostenerlo.
Lolo apretó los labios para no soltar un grito cuando Kael le lanzó una mordida directa a sus dedos.
—¡Ay! —Se quejó bajito, pero antes de que pudiera zafarse Lolo mordió su oreja, lo soltó de inmediato y el pequeño descarado mostró los colmillos y, como si estuviera respondiendo al reto, alcanzó la oreja de Lolo y le lanzó un mordisco juguetón pero firme.
Ángeles soltó una carcajada al ver la batalla de mordiscos.
—¿De verdad? —dijo divertida, con una ceja alzada. —¿Intentando ganarle al lobito a mordiscos?
—¡Se supone que al morderle la oreja entienden quién manda! —respondió Lolo, con una mueca de dolor, pero esforzándose por parecer digno.
Kael soltó un leve gruñidito y, para rematar, le soltó la oreja y le lamió la mejilla como si estuviera diciendo: “Pobre, no entiendes nada”.
—Deja a mi niño o sabes lo que sucederá contigo. —Ángeles lo tomó y él resopló indignado.
—Yo aparecí primero en tu vida. —Vio a Kael acurrucarse en los brazos de Ángeles y bostezó, casi con actitud de rey.
Su jefa se carcajeó. —Me parece que te acaba de declarar su juguete personal, Lolo. No sean celosos, ambos son especiales, pero Kael es el rey.
Él la miró, derrotado, pero con una sonrisa divertida al ver la emoción creciente de cachorro.
—Ahora esta bola de pelos es tu guardaespaldas personal y tu hijo.
Kael alzó la cabeza, como si estuviera de acuerdo, y soltó un leve y orgulloso “Auu”.
Lolo levantó las manos en rendición. —Está bien, pequemañoso, por esta vez tú ganas, pero no te confíes. Modere tu oreja nuevamente.
Ángeles rio, acercando a Kael para darle un beso en la cabeza. —No mi pequeño, aquí nadie manda excepto tú. —Lolo se sentía tan orgulloso de su amiga, era cierto que había llegado para protegerla, pero Ángeles se hizo querer muy rápido.
Segundos después caminaron dentro de la casa, tenía mucho que decirle a su jefa. —¿Y bien? —preguntó ella dejando a Kael en su camira.
—He estado averiguando y lo que encontré no es agradable. —Se aclaró la garganta, buscando las palabras. —La madre —Lo señaló, el cachorro entendía, claro que lo hacía y no deseaba seguir lastimando su alma inocente. —Ella no murió, se marchó abandonando al alfa, la manada y a su hijo.
—¿Lo abandonó? —preguntó su amiga conmocionada por la noticia.
El asintió.
—El alfa… —Se detuvo un segundo, bajando la mirada antes de continuar. —El alfa no estuvo para cuidarlo. Al menos no como debería, estuvo al cuidado de sirvientes, de desconocidos que no lo amaron solo recibía órdenes para que estuviera a salvo.
Noto que Ángeles apretó los puños —El grandote es un idiota, por eso su hijo no lo quiere ver, es un…
—Jefa, pero te encontró a ti, te mostraré. —Deslizó su mano y apareció una imagen, era ella hablando por teléfono, recogían las trampas y Kael estaba escondido mirándola atento, luego vio como Kael corría detrás del auto y se cayó, su pata se lastimó y aun así no se detuvo hasta encontrar su puerta.