Un enorme sonido, como el de una alarma gigante, anunciaba la llegada de la poderosa “Armada del Caos” al santuario de Natura. Los guardianes, liderados por Dabels, conocían muy bien aquel sonido y sabían que Smog y sus hombres estaban cerca.
— ¡Finalmente están aquí…! —Exclamó.
Atos, Laila y Zed estaban listos y preparados para luchar junto con los defensores de Natura. Mientras esperaban, unos fuertes pasos se escuchaban a lo lejos, como grandes golpes en el suelo.
— ¡Tengo miedo…! —Exclamaba temerosa la joven.
— Descuida Laila, yo te protegeré. —Decía Atos.
— ¿Y cómo se supone que la vas a proteger si ni siquiera te puedes cuidar a ti mismo? —Preguntó con ironía Zed.
— ¿Quieres dejar de complicarme las cosas?
— ¡Basta, Atos!
— ¡Ustedes tres guarden silencio! —Ordenaba Dabels.
En eso terminaba la discusión cuando una enorme bola de fuego púrpura fue lanzada a lo lejos, impactando fuertemente contra el templo, provocando una gran explosión.
Luego de aquel incidente aparecieron Tarkan y Babel, los generales de Smog, con un enorme contingente de soldados corruptos que estaban dirigiéndose a gran velocidad contra los guardianes.
Dabels gritó: “¡VIVA NATURA!” y de inmediato cientos de guardianes se lanzaron a la lucha contra los miles de hombres que disponían aquellos dos sujetos, quienes también se dispusieron para ir a pelear.
Las dos fuerzas chocaron violentamente y cientos de explosiones, golpes e incluso sangre se dejaron notar entre ambas partes.
Dabels dividió sus fuerzas para detener el avance de los dos contingentes que se disponían a destruir el templo y a Natura y luego destinó al grupo de Atos para proteger el santuario.
— ¡Ustedes! ¡Quédense en las puertas del templo e impidan que Smog o sus generales ingresen en él o todo estará perdido! —Ordenó el Puk.
Los tres jóvenes reunieron a algunos guardianes y se instalaron en la entrada principal del santuario, a la espera de los resultados de la batalla que Dabels libraba en el frente.
La batalla se tornaba más dura a medida que transcurrían las horas y parecía que los ejércitos de Smog estaban debilitándose, pero la realidad era otra.
Mientras los guardianes creían que estaban ganando la batalla, un poderoso huracán de viento, creado por Babel, envió lejos a los cientos de defensores que fueron violentamente expulsados del campo de batalla en cuestión de segundos.
Aprovechando la confusión y el estupor del resto de los combatientes, las fuerzas lideradas por Tarkan (que fingieron estar debilitadas y cansadas) empujaron a sus atacantes (Que si lo estaban) y los aplastaron con todas sus fuerzas, sin dejar a nadie con vida.
Dabels estaba desesperado viendo como sus defensas comenzaban a retroceder y envió un contingente de guardianes para detener el avance de las fuerzas de Smog.
Mientras tanto, el grupo de Atos y los guardianes restantes estaban en la entrada del templo, protegiéndolo de cualquier intento de entrada.
De pronto, sin previo aviso, una pequeña fuerza de soldados corruptos rodeó a nuestros amigos en ambas direcciones y comenzó a atacarlos, iniciándose una verdadera batalla campal.
Atos, Laila y Zed estaban rodeados y no podían contrarrestar el poder de estos soldados, hasta que encontraron algunas armas. Una espada larga, un arco sagrado y dos espadas medianas estaban colgadas en una vitrina de la pared del templo, por lo que los tres corrieron hasta allá en medio de la turba corrupta y las tomaron.
— ¡Bien! ¡Ahora esto sí es personal! —Exclamo eufórico Atos.
En eso apareció Natura en su forma divina, quien con sus poderes activó las armas del Elegido y sus compañeros, otorgándoles más poder.
Zed poseía las espadas hermanas Vespion y Calduris; Laila era poseedora del arco sagrado de Paris y Atos poseía la espada larga más poderosa del mundo: Phoenix.
Zed atacó a los soldados corruptos con sus espadas, disparando fuego y hielo respectivamente (Vespion es de fuego y Calduris de hielo), con lo cual congeló y desintegró a sus enemigos con mucha facilidad.
Laila por su parte, atacó a los corruptos con las flechas de Paris, las que causaban un gran daño gracias a su enorme poder purificador, que los neutralizaba rápidamente.
Pero sin lugar a dudas era Atos quien tenía la mejor parte. Phoenix era la más poderosa de las tres armas y con una sola estocada arremetió contra un centenar de corruptos sin hacer el mayor esfuerzo.
Los demás guardianes no podían creer el poder que tenían aquellos tres. Algunos pensaban que no eran humanos ordinarios, otros en cambio, pensaban que Natura los había bendecido con su poder de protección.
Así, aquella fuerza de soldados corruptos fue derrotada en cuestión de minutos por Atos y sus amigos, gracias a sus nuevas armas. Dabels observaba desde lejos y se sorprendió con lo que estaba viendo.