El santuario de Natura yacía sumido en ruinas tras la batalla entre Natura y sus guardianes contra las fuerzas de la “Gran Armada del Caos” lideradas por Mr. Smog y sus generales, Tarkan y Babel. Atos, Laila y Zed lucharon a favor de las fuerzas de Natura, lideradas por Dabels, pero sus esfuerzos fueron insuficientes para detener el arrollador poder de los ejércitos oscuros de Smog, quienes aplastaron la férrea defensa de guardianes que intentaba proteger el santuario que albergaba a la rueda de la vida, el corazón de la existencia viviente del planeta y de la propia Natura.
Una vez que la gran musa fue derrotada, el enorme templo colapsó y el poder corrupto de Smog neutralizó por completo a la rueda, iniciándose así la rápida agonía del planeta, la que de no ser sanada a tiempo, significaría su posterior y completa destrucción.
Pero Atos y sus amigos habían sobrevivido a la batalla, junto con Dabels y 10 guardianes más, los que escaparon del campo de batalla, en dirección a los bosques del ocaso, un misterioso lugar ubicado al oeste del arruinado templo, en medio de la oscuridad total provocada por la corrupción del mundo. Una vez instalados allí, ocultos de la presencia de sus verdugos victoriosos, buscarían la forma de enfrentar al tirano de tiranos y a su séquito y vengar así la muerte de Natura.
— ¡Muy bien! —Decía Dabels—. Solo quedamos nosotros. Construiremos un refugio y nos quedaremos aquí hasta que elaboremos un plan para enfrentar nuevamente a Smog.
Luego los guardianes y el grupo de Atos construyeron el refugio y estos últimos aceptaron seguir peleando. Pero los guardianes que acompañaban a Dabels se negaron a aceptar la idea de enfrentar nuevamente a Smog y se asustaron aún más.
— ¡Olvídalo Dabels! ¡No pelearemos de nuevo! —Exclamó uno de los susodichos.
— ¿Qué has dicho? —Le preguntó furioso su líder—. ¿Acaso te niegas a vengar la muerte de tu señora?
— Nuestra señora ha sido destruida y nuestros compañeros están muertos. El mundo está muriendo y nos pides que volvamos a pelear contra Smog estando en desventaja ¿Quién te crees que eres?
— ¡Es cierto! Nosotros estamos cansados y ya no tenemos fuerzas para continuar. Lo único que podemos hacer ahora es unirnos a los ideales progresistas de Smog y rendirnos. —Decía otro de los guardianes.
— ¡Sí, tiene razón! ¡Es verdad! —Exclamaban los demás.
— ¡Jamás! De ninguna manera pueden darse el lujo de rendirse y aceptar los ideales de ese miserable. Todavía podemos ganarle y salvar al mundo. —Alentaba Dabels.
— ¿Y cómo piensas derrotarlo? ¿Con el Elegido? Dabels, Natura te engañó, nos engañó a todos con esa estupidez del supuesto “Elegido” ¡Deja de ser tan soberbio y afronta la realidad! Nosotros nos vamos… —Decía uno de los guardianes.
— ¡Sí! ¡Renunciamos! —Exclamaron los demás.
— ¡No pueden hacer esto! ¡Regresen aquí, cobardes! —Exclamaba furioso Dabels.
Y los guardianes, que inicialmente acompañaban al joven Puk, optaron por abandonar a su líder e irse con Smog para evitar morir de forma absurda en una batalla que ellos consideraban nunca ganaría. Dabels perdía las esperanzas poco a poco.
Atos y sus amigos por primera vez veían al joven líder de los guardianes cansado, abatido y con sus sueños por el suelo.
— Pobre Dabels. Jamás lo había visto de esa forma. —Decía con consuelo Laila.
— Es muy duro cuando tus propios camaradas te dan la espalda en momentos como este. ¡No es justo! —Exclamaba molesto Atos.
— Pero Atos… están asustados y no saben cómo reaccionar ante todo esto. Todos estamos pasando por lo mismo.
— Pero eso no es justificación para darle la espalda a su líder, Laila. ¿Cómo te sentirías tú si yo te diera la espalda y te abandonara en combate? ¿Sentirías lo mismo que él?
— Bueno yo…
— No tienes por que ser tan dura con Laila, ella lo sabe mejor que nadie. Cualquiera haría exactamente lo que esos sujetos hicieron con su líder. —Justificaba Zed los hechos.
— Pero Zed…
— ¡Basta Zed! ¡No justifiques lo incorrecto! ¡Ellos eran sus camaradas y luchaban a su lado como si fueran amigos…! —Exclamaba furioso Atos.
— ¡ESO ES MENTIRA! —Gritó de pronto Zed.
— ¡Zed!
— ¿Qué acaso no te das cuenta? ¿Qué sacas con intentar defender un ideal si sabes que nunca podrás realizarlo? —Le preguntaba molesto Zed al elegido.
— ¿A qué te refieres? —Preguntó atónito Atos.
— Los sueños, los ideales e incluso nuestros más grandes anhelos son solo fantasías que tenemos en nuestras cabezas para ocultar la peor verdad: Que somos fracasados, y que no somos nada, ni nadie.
— Zed… —Decía con tristeza Laila.
— ¡Infeliz! ¿Cómo puedes decir una cosa de ese tipo? ¿Acaso nunca has tenido sueños o anhelos que quisieras cumplir? —Le preguntaba Atos.
— ¡Por supuesto que no, grandísimo idiota y no me interesa tenerlos porque no los necesito! —Respondía molesto Zed.