Tras la partida de Zed, Atos y Laila quedaron completamente destrozados al escuchar las horribles palabras que él les había dicho. Se sintieron traicionados y desesperanzados al ver como su mejor amigo de infancia los humillaba con crueles ofensas y como él traicionaba al planeta uniéndose a las filas de Mr. Smog y sus generales, con el fin de redoblar la carga del dolor para ambos jóvenes.
Atos trataba de recuperarse de esta fuerte pérdida, pero Laila estaba completamente destrozada y ya no tenía fuerzas para continuar. Su sufrimiento era muy grande como para pensar en seguir con la misión de salvar al mundo.
— Laila… —Le habló Atos.
— Ya no tiene caso seguir con esta guerra. —Decía la joven—. Hemos fallado.
— ¿Qué estás diciendo?
— Lo que estás oyendo, Atos. ¡Fracasamos! ¡Les hemos fallado a todos, a Eliot, a Miu, a Natura, a Dabels y a todo el mundo! ¡No podremos derrotar a Smog!
— ¡No digas cosas como esas, Laila! ¡Claro que podemos derrotarlo! ¡Tenemos que!
— ¿Y tienes alguna idea para hacerlo? ¡Eres un idiota, Atos! ¡Afronta la realidad! ¡Tenemos que rendirnos y aceptar el hecho de que el progreso es la única solución a todos nuestros problemas!
— Laila…
— Perdí a Zed. —Se lamentaba Laila—. Perdí al hombre que yo amaba más en el mundo. Ya no puedo soportar este dolor.
— ¡Laila…! —Le exclamaba Atos a la joven para que reaccionara.
— ¡Ya no me importa salvar al mundo! ¡El mundo ya es historia y Smog es quien dirige nuestros destinos ahora! ¡Hay que subordinarnos a él!
— ¡LAILA! —Gritó de pronto Atos.
Eso último hizo reaccionar a Laila, mientras el joven elegido le tomaba los brazos y la remecía para que dejara de expresar negativismos.
— ¡Basta Laila! ¡Ya deja de torturarte! No es culpa tuya lo que acaba de suceder. ¡Deja ya de decir que te das por vencida! —Exclamaba furioso Atos.
— Atos… —Dijo sorprendida Laila.
— Cada vez que dices eso no solo te dañas a ti misma, sino que además me lastimas a mí sin querer. Yo no puedo derrotar a Smog solo. Le hice una promesa a Natura, que salvaría al mundo de ese miserable y no me voy a dar por vencido solo por el hecho de que uno de los nuestros nos haya traicionado. Debo cumplir con esa promesa cueste lo que cueste.
— ¿Aún a costa de la vida de Zed…?
— Laila…
Laila seguía sollozando al mencionar el nombre de Zed y eso la deprimía todavía más, pero Atos se acercó a ella y la abrazó tiernamente para que recuperara sus fuerzas.
— Atos… ¿Qué voy a hacer ahora? ¡Me siento débil y cansada! —Decía lamentándose más la joven.
— No digas eso. —Alentaba Atos a su mejor amiga—. Tú eres fuerte, siempre lo has sido. Debes recuperarte ahora y seguir luchando por nuestros amigos.
— ¿Cómo lo haces Atos? ¿Cómo te mantienes con esas fuerzas a pesar del dolor de perder a tus padres primero y a Zed después?
— Es difícil. La verdad es que cuando perdí a mis padres sentí un gran dolor en mi corazón, y cuando partí con mi tío lejos de Villa Paloma pensé en rendirme y dejarme vencer. Pero después sentí, que debía levantarme de nuevo y volverlos a ver a ti, a Zed, a mi hermano Eliot y a Miu otra vez.
— ¿En serio? ¿Todo eso lo hiciste por nosotros?
— Claro que sí. Por eso es que siempre sonrió cuando alguien está mal y esa sonrisa la transmito a todos, incluso a ti te la estoy transmitiendo ahora.
Laila sentía de corazón las palabras sinceras de Atos y sus razones para ser optimista y sabía desde lo más profundo de su alma, que él como persona valía mucho más que Zed y su despecho por lo bueno de la vida.
— Atos… —Dijo de pronto Laila.
— Dime… —Respondía este.
— ¿Tú crees que soy linda?
Esa pregunta sorprendió a Atos. Era la primera vez que Laila le preguntaba algo así. El trataba de hacer esa misma pregunta, pero siempre recibía un puñetazo de parte de ella como respuesta.
— Responde Atos, ¿Piensas que soy atractiva?
— Laila… —Decía Atos al mismo tiempo que le tomaba la mano—. …Para mí eres más que atractiva, eres hermosa.
Las palabras tiernas de Atos llegaron hasta el dañado corazón de Laila y ella sentía una gran fuerza circulando por su pecho. Sentía de nuevo como su corazón palpitaba con muchas ganas y un cosquilleo en el estómago comenzaba a hacerse notar también así de la nada.
Por primera vez Laila miraba a Atos con otros ojos. Dejaba de ver a aquel travieso niño al que siempre trataba mal y comenzaba a ver al verdadero hombre de su vida.
— ¡Oye! ¿Por qué me miras así? —Le preguntó Atos a la joven.
— Es que… creo… que eres único, Atos. —Respondía Laila.