Humanos Contra Demonios

CAPÍTULO 61

Humanos contra demonios.

CAPÍTULO 61

Estoy acostado sobre la cama de mi habitación, a lado de mí está Nirfa y Daniela dormidas. Daniela está abrazando a Nirfa mientras duerme.

Es de madrugada, creo que son las 6 o 7 de la mañana... Los relojes existen en este mundo, ahora que no tengo teléfono, supongo que debo conseguir un reloj.

Abro los ojos poco a poco y me despierto. Bostezo y me quito las sábanas.

Solo estoy usando un pantalón.

Me levanto de la cama y comienzo a temblar de frío.

—H-hace f-frío... ¿P-por qué m-me quitaron l-la ropa?

Camino hacia el ropero de mi habitación.

—D-debo c-correr...

Abro el ropero y veo que está completamente lleno de ropa.

—V-vaya, vaya...

Veo que hay un pantalón blanco que se ve muy suave y caliente.

Parece ropa deportiva.

La tomo y me acaricio la cara con el pantalón.

—Es suave...

Comienzo a estirar el pantalón.

—Y es elástico...

Veo que hay una camisa negra que se ve igual de suave y la tomo.

—Se siente igual que el pantalón... Genial.

Abro uno de los cajones del ropero y veo que está lleno de ropa interior de hombre y de mujer.

—Vaya...

Abro el otro cajón y está lleno de calcetines.

—Perfecto...

Veo unos tenis verdes debajo del ropero.

—¡¿Unos tenis?!

Los tomo y los observo.

—V-vaya...

Bajo la mirada y unas lágrimas salen de mis ojos.

—Mi vida realmente cambió... Cambió demasiado...

-Tiempo atrás-

Yo,  de 10 años,  entro a mi casa y me acerco a mi abuela, que en ese tiempo era una anciana con el cabello blanco por las canas, usa lentes negros, es un poco gorda y usa vestimenta de sirvienta.

Yo estoy usando unos tenis algo rotos y sucios.

—¡Abuela, abuela, necesito otros tenis, los míos ya se me rompieron por completo!

Mi abuela voltea a verme y me sonríe.

—Claro, mañana te los compraré.

—¡Gracias!- Digo sonriendo.

Mi abuela observa el anillo que usa en su dedo.

-Al día siguiente-

Mi abuela me entrega una caja.

—Toma, tus nuevos tenis.

—¡Gracias, abue...!

Me doy cuenta que ya no tiene su anillo.

—¿Y tú anillo?

—¿Mi anillo?... No me gusta mentirte, así que te diré la verdad... Lo vendí para poder comprarte tus tenis.- Dice sonriendo.

—P-pero... A-abuela, e-ese a-anillo t-te l-lo h-había d-dado m-mi a-abuelo...- Digo con lágrimas en los ojos.

Mi abuela me acaricia la cabeza.

—No te preocupes, con tal de verte sonreír, haría lo que fuera por tí.

—A-abuela...

La abrazo con fuerza.

—¡Gracias, abuela, gracias!- Digo llorando.

—De nada, Dani.- Dice acariciando mi cabeza.

-Presente-

Salgo de mi habitación, estoy usando el pantalón blanco, la camisa negra y los tenis verdes.

—Debo correr hasta que ya no pueda seguir corriendo...

Cierro los ojos y suspiro.

—Correr hasta que ya no pueda...

Abro los ojos y sonrío.

—¡Vamos, Daniel!

Bajo por las escaleras rápidamente.

Bajo a la sala y veo que todo cambió.

Hay un enorme sillón blanco, una alfombra negra, una mesa pequeña frente al sillón, una estantería que está llena de botellas de vino y figuras de cristal.

En la pared hay armas, como espadas, escudos, lanzas, guadañas, cuchillos, etcétera.

—Se volvió más lindo...

—D-disculpe...

Volteo a mi derecha y veo a una chica. La chica usa un vestido de sirvienta, tiene la cabeza de mosca, pero el cuerpo de una mujer.

—Hola... S-soy la sirvienta.

—Sí, lo sé... ¿Qué haces aquí tan temprano?

—B-bueno, a esta hora empiezo a trabajar.

—Me parece mal, debes descansar. A partir de hoy, trabajarás a partir de las 10 de la mañana.

—¡¿En serio?!

—Sí, no te preocupes... Y tampoco trabajes tanto, trabaja unas cuatro horas, no te preocupes... Bueno, debo irme. ¿Me podrías hacer un favor?

—¡Claro!

—Si mi abuela o mis compañeras preguntan por mí, diles que me fui a entrenar.

—¡Claro, lo haré!

—Buenos días y adiós.

Salgo de la casa y veo que estamos en una casa que está en medio de un valle verde.

—¿Eh?

Me alejo un poco y veo que nuestra casa es de tres pisos y es enorme. Es de color rosa y está adornada con plantas.

—¿Una nueva casa?... ¡Es enorme, genial!

Respiro profundamente.

—Y huele bien... Bueno, a entrenar.- Digo sonriendo.

Un chico con el cabello rosa y corto, que usa una camisa blanca y un pantalón negro, me observa desde lejos. Tiene pupilas con forma de corazón rojo.

—Ya despertó... Supongo que debo presentarme.- Dice sonriendo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.