Había llegado el día. Tomó de una vez el cierre para cerrar su valija, dejándolo todo listo. Ese mismo día era el que partía.
Sintió su bolsillo trasero vibrar, y sacó de él su celular. Dennis le mandaba un mensaje que compraría unos cigarrillos y luego las pasaría a buscar a su madre y a ella.
Ivy rodó los ojos, detestaba ese hábito que había adquirido. Sabía que había comenzado en fiestas, solo cuando la gente la veía, ella decía que la hacía parecer sostificada y rebelde. Ivy solo pensaba en uñas amarillas y mal aliento, sin olvidar el olor que desprendían sus ropas cada vez que ella encendía uno. Dennis decía que solo exageraba, que pronto lo dejaría, pero ya llevaba casi un año diciendo lo mismo, y ya no era solo un hábito de fiestas.
Sintió a su madre suspirar desde la puerta de su habitación. Se le encogió el corazón al ver sus ojos vidriosos. Trato de decir algo para calmarla, pero su boca no emitió sonido alguno. En cambio su cuerpo fue el que reaccionó, abrazándola con todas sus fuerzas.
—Eh, amor —dijo su madre —¿Qué pasa? Cambia esa cara, e ignora a tu tonta madre sensiblera.
Ya el rostro de Ivy se comenzaba a bañarse de lágrimas. Era inútil resistirse, por un momento hasta pensó en romper aquel boleto, y quedarse allí en casa con su madre. Y lo hubiera hecho, de no ser que a su madre le costó mucho conseguir el dinero para ello, y no podría hacerle algo así. Además, quería dejar de ser tan débil, y vivir bajo el miedo todo el tiempo, quería dejar de exponer todas sus debilidades frente al resto.
El timbre sonó una vez.
— ¡Soy yo! —gritó Dennis del otro lado de la puerta.
— Pasa querida, está abierto. —dijo su madre.
Al pasar se acercó a ellas.
— Son tan tiernas —exclamó mientras se unía en aquél abrazo.
[...]
Una vez dentro del avión, caminó por el pasillo buscando la fila 17F, una vez que la encontró suspiro de alivio, iba a estar del lado de la ventanilla como había deseado. Eran muy reducidas las veces que ella había tomado un avión en su vida, tal vez una, tal vez dos, siempre le había parecido algo mágico, bello y aterrador. Pero amaba la sensación de estar, aunque sea unos minutos, en el aire, viendo todo desde arriba, todo desde otra perspectiva.
Esperaba tener la suerte de que nadie se siente al lado de ella. Pero sus esperanzas se esfumaron pronto cuando una señora mayor se sentó junto con un niño pequeño a su lado. Solo esperaba que el niño no sea un malcriado llorón. De repente se dio cuenta que comenzaba a tener los mismos pensamientos que Dennis, y sonrió un poco.
Solo una semana sola con su tía y ella volvería a estar a su lado ¿Qué podría salir mal? Una voz interrumpió sus pensamientos llamando su atención.
—Disculpe señora, creo que usted está en mi asiento —dijo un voz rasposa a la mujer de al lado de Ivy.
—Oh joven, no lo creo, estoy segura que este es el mío, 16E.
El chico estiro su cuello para ver los números nuevamente —Señora esta es la fila F, yo tengo el asiento 16F.
—Oh disculpa querido, ha sido una equivocación. —dijo desabrochando su cinturón y poniéndose algo colorada—. Soy muy despistada cuando estoy nerviosa, y los aviones me ponen muy nerviosa.
—No hay problema, a cualquiera podría pasarle, no se preocupe —ofreció el chico una sonrisa educada.
Una vez que la mujer se había levantado para cambiarse de lugar junto al niño, el chico se sentó junto a Ivy, y ésta se tensó. Éste no parecía mucho más grande que ella. Alto, ojos marrones oscuros muy expresivos y rasgados, pelo de un castaño oscuro, y bastante bronceado. Vestía una camisa a cuadros celeste y blanca que realzaba su piel, jeans negros y zapatillas blancas. Se sentó junto a ella. Ivy volteó a ver la ventana, estaba nerviosa, no sabía el por qué, pero no quería que él lo note. Al poco tiempo la inundó el olor de su perfume, debía ser un perfume caro, de eso estaba segura, olía muy bien y a persona importante. Lo observó con disimulo mientras él sacaba una de las revistas que se encontraban en el asiento delantero.
Ella observó sus ojos, eran muy llamativos, cubiertos de una gran cortina espesa de pestañas. Eran muy hermosos y exóticos. Sentía que no podía dejar de verlos. Hasta que el chico, una vez que sostuvo la revista en su regazo, y sintió la mirada de Ivy, la miró con curiosidad. Haciéndole notar que sabía que lo estaba viendo, junto a una sonrisa arrogante en los labios. Ella sintió su cara arder y rápidamente apartó la vista para volver a ver la ventana, totalmente avergonzada.