En aquel momento en que lo vio, ella sintió que no podía emitir palabra alguna, así que lo único que hizo fue asentir y correrse para que él pueda pasar por la puerta.
Él la miro con curiosidad, y una vez que entró, dejó una bolsa sobre la mesa del comedor que ella no había notado que traía, hasta ese momento. Cuando iba pasando junto a su prima Molly, éstos dos chocaron las manos y luego los puños en un extraño saludo. Luego él se dejó caer en el asiento de al lado de su prima, para ver la pantalla de su celular, haciendo uno que otro comentario del juego.
Ivy se sentía algo incómoda y fuera de lugar, como si hubiera ingresado por la fuerza a la morada de unos extraños, como si fuera una infiltrada que no pertenecía en ese sitio, donde todos se conocían llevándose muy bien, y a ella la tuvieran que aceptar por compromiso al portar el título de sangre familiar. Pero pensó que sería totalmente cobarde si se retiraba a su habitación. Así que se limitó a sentarse en la silla más alejada de ellos.
Pronto Tahiel despegó la vista del juego y se concentró en la Ivy.
—Traje galletas, las hizo mi madre, son las favoritas de Cinthia. Toma una son deliciosas, te lo prometo —invitó mientras empujaba la bolsa hacia donde estaba ella.
Ella insegura, para no rechazarlo, abrió la bolsa con timidez. Saco una de ellas y la comió.
Pensó en ese mismo instante que aquel sabor era ridículamente perfecto, sentía que se derretía en su paladar de inmediato, y suspiró cerrando los ojos. De repente abrió los ojos con rapidez, avergonzada. Y al percibir la mirada del chico, deseó fundirse ahí mismo en el asiento, hasta desaparecer.
— ¿Son riquísimas verdad? —inquirió él satisfecho por su reacción. — Eso suele ocasionar las galletas de mi madre, es por eso que Cinthia tiene una especie de obsesión con ellas.
— Y una obsesión poco sana— agregó su prima.
— En eso concuerdo contigo, pero no hay que decírselo nunca a tu mama pequeña turky, si se entera probablemente nos asesine.
—¿Turky? —Preguntó Ivy sin poder ocultar su curiosidad.
—Si hace años me llama así —dijo ella girando los ojos.
El rió girándose hacia Ivy —Si, viene de turkey (pavo en inglés), porque alardea y es tan ruidosa como uno — soltó una pequeña carcajada, pero luego frunció el ceño por un segundo —. Espera, hablando de Cinthia, ¿Dónde está ella?
—Entró a bañarse hace unos minutos.
—Ah bien, entonces probablemente se demore casi media hora más —dijo arrugando el ceño —. Ella es un pésimo enemigo del medio ambiente, aunque no importa cuántas veces le repitas, nunca va a cambiar —exclamó algo exasperado.
Ivy no sabía que contestar así que solamente se limito a sonreír. El se quedó observándola y reprimió por unos segundos una risa. Ella lo miró sin entender.
Y él se señaló la comisura de su labio —Ummh… —titubeó con cierta duda —. Olvidé de decirte que tienes que tener cuidados con las migas.
Ivy se limpio rápidamente las comisuras de sus labios con el dorso de su mano, y cuando miró su regazo su rostro comenzó a arder, tornándolo de un color rojo.
Cuando levantó la vista, él le devolvía una gran sonrisa despreocupada.
—Así que tu eres la Ivy de la que tanto me han hablado, — exclamó poniendo un codo sobre la mesa y recostando su cabeza sobre su mano —. De tanto que he escuchado tu nombre siento que ya te me haces familiar. Aunque no te pareces mucho a las fotos
— ¿Fotos? ¿Qué fotos? —preguntó ella abriendo bien los ojos.
—Oh, tu tía nos mostró unas cuantas fotos que le pasó tu mamá.
Ella se congeló en su lugar. No le gustaba demasiado sacarse fotos, y no podía recordar cuantas fotos actuales tendría su mamá. Al menos que le haya mostrado las fotos de cuando era mucho más chica, y rogó con todo su ser que no fueran esas. Las fotos que tenía su madre eran penosas, ella tenía ortodoncias, unos lentes pequeños que le quedaban bastante mal, y un estilo casi perturbador. No poseía sentido de la moda y al parecer no se avergonzaba de ello como ahora.
—Se te notaba mucho más chica en ellas, deben ser antiguas, y parecías bastante simpática.
El rojo comenzó a subir por todo su cuerpo, quería escapar de ahí. En ese preciso momento. Adoraba a su madre, pero no le perdonaría jamás por ello, sabía muy bien que Ivy odiaba esas fotos.
Molly interrumpió con una gran carcajada —Ivy para serte sincera quiero que sepas que no salías para nada bien, tu pasado no te beneficia ni un poco. Me sorprende que seas bonita en persona. Parece que la pubertad si te ha favorecido.
Ivy solo quería morirse en ese momento. Además que estaba evidentemente sorprendida por el vocabulario de una niña de 8 años.
—Eh no exageres Molly, no hay necesidad de ser así de cruel, no es para tanto—dijo Tahiel reprimiendo una carcajada—. Aunque si eres más bonita de lo que imaginaba — admitió enarcando ambas cejas.
Ella se sonrojo y apartó la vista. Él lo noto y sonrió cambiando de tema.
—Debería de enseñarte el lugar, no te vas a arrepentir de haber venido aquí. Cinthia que estas pesando en vivir aquí.
—Oh, todavía no lo he decidido, digamos que estas vacaciones son de prueba, para ver si me gusta, si me logro acomodar y eso.
—Me encargaré de ello, ya verás que lo pasarás fenomenal. Pronto te enamorarás de California. La verdad que no conozco Utah, pero este lugar es simplemente mágico y digno de presumir. —Luego se interrumpió acordándose de algo—. Hoy tengo que trabajar, y salgo bastante tarde así que no podré, pero ya verás mañana, después del almuerzo te llevaré a la playa te encantará.