Humnok ©

Capítulo IX

Comenzaba a amanecer y ella se encontraba en la cocina revolviendo con una cuchara de metal su café con leche. Giraban las agujas del reloj demostrando el paso del tiempo, mientras el café se enfriaba, y no le había dado siquiera una probada.

Estaba contenta por su cita de ayer, con solo recordar a Isahia, de su rostro se le escapaba una enorme sonrisa. Pero algo le impedía estar completamente feliz, su estómago se revolvía al comprobar que no recibía mensaje alguno de Dennis. Comenzó a pensar que estaba algo paranoica, pero tenía una sensación de incertidumbre que no la abandonaba, se había juntado con un extraño, por más que ella negara ese hecho, y todavía no llamaba.

Sacudió su cabeza una vez, despejando sus pensamientos, y terminó por tomarse su desayuno de un largo trago. Arrugó la nariz al sentirlo frio pero tampoco tenía ánimos para calentarlo.

Cinthia y Molly habían salido muy temprano esa mañana, preparando las cosas para su viaje. Éste se había adelantado más de lo esperado, a causa de unos conflictos entre los familiares del esposo de su tía, ésta había decidido acompañarlo. En tres días partirían.

Ivy lo entendía, y no se molestaba por ello en absoluto, además, el día anterior le había preguntado a su amiga si se podía quedar con ella solo unos días más, recibiendo inmediatamente una respuesta afirmativa.

Hasta ese día no había caído en la realidad de que pronto se iría, tal vez por un tiempo, o tal vez para siempre. El día anterior estaba tan ocupada que ni siquiera lo había tenido en cuenta, pero hoy la noticia le recordaba como si hubiese recibido un balde de agua fría sobre su cara.

Aunque estaría unos días con Dennis, pensó que sus días en California estaban llegando a su fin. No quería molestar en absoluto allí. Solo se quedaba para que su madre pueda sacar su pasaje de regreso sin demasiada prisa, a su tiempo.

Se apenó también porque seguramente no vería seguido a Tahiel, si es que se volverían a ver. Se había acostumbrado a él, a su voz, sus bromas, su sonrisa. Iba a ser más difícil de lo que pensó el poder decir adiós. Él todavía no sabía, pero pronto le diría.

Aún no tomaba una decisión sobre su futura estadía universitaria, cosa que también tenía su mente ocupada. Pero sentía como si la arena de un reloj le cayera encima, aplastándola, ahogándola.

Durante todos esos días había aprendido algo, ya no estaba segura con la decisión de no abandonar su casa, sus miedos a irse se disipaban, pero aún estaban allí. Las tensiones recorrían cada partícula de su cuerpo, estaba demasiado nerviosa, estresada, y sabía que todo aquello era causa nada más de lo que provocaba su cabeza.

Al terminar de lavar su taza, se dirigió a la habitación, sin prender la luz, dejando que sólo la ilumine la luz del sol, se derrumbó sobre la cama. Se dio la vuelta para visualizar el techo sobre ella, gravando en su mente cada detalle. Si los días allí estaban contados, quería por lo menos tener en su memoria el recuerdo más vívido posible.

Su vista pasó por cada mueble, el armario abierto mostraba todas sus cosas, recordándole que pronto se encontraría vacio.

Reaccionó sabiendo que de pronto estaba triste, toda esta situación la había llevado a eso de un momento para otro. En serio necesitaba hablar con su amiga. Se encontraba sola, vacía, tenía muchas emociones dentro y necesitaba hablar con alguien.

Necesitaba compartir con ella todo lo que sintió durante su primera cita. Eso último le sacó una sonrisa inesperada. Y suspiró cerrando los ojos con la mirada perdida hacia dentro.

La imagen de su libreta azul cruzó por su mente. Y sintió miedo mientras su cuerpo se estremecía. Sabía que necesitaba sacar de ella sus sentimientos de alguna u otra forma, y que por lo pronto, no hablaría con Dennis que seguramente estaba durmiendo, o eso pensó.

Rendida, se levantó para agarrarla una vez más. Una vez que sostuvo el bolígrafo en sus manos cerró los ojos. Sólo una vez más, una última vez más, no volvería a romper sus reglas pensó, o mejor dicho, deseó.

 

“Querido Humnok:

Me encuentro una vez más tratando de expresar todo lo que siento por él. Esto se repite otra vez, pero ahora me aterra más que nunca por lo que sé. Ahora si sé su nombre, ahora comienza a transformarse en verdad.

Mis pocas expectativas, tan bajas, quedaron anuladas en cuanto lo ví otra vez, cuando me habló y preguntó por mí otra vez.

Me aterra la buena suerte que tuve de cruzarme en el camino otra vez con él.

Me cuesta creer que él pudiera corresponderme, me cuesta aún más creer que me busca porque así lo desea. Sigo sin saber cómo puedo poner en palabras todo aquello que llevo dentro.

Me asusta saber que se haya preocupado por mí, aunque sea un segundo, que haya buscado la forma de alejarme del frio. Recuerdo cuanto miedo sentí cuando doblaba por mano derecha por la calle margaritas, dirigiéndose a su casa. ¿Sabes qué significado tienen las margaritas? No lo sé, me gustaría saberlo. Pero temo involucrar mi tiempo en ello, porque sé que, una vez que lo sepa, aquél recuerdo no se irá. Mi mente me pide escapatoria, sabe lo que siento.

Me acuerdo cuando bajó de su auto y quedé unos minutos  a solas. Por un momento pensé que tal vez no volvería, es absurdo, lo sé. Yo estaba dentro de su auto, ¿cómo es posible que deje su auto con alguien que antes era un extraño?



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En el texto hay: crimen y amor, romance, amor de verano

Editado: 08.09.2019

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