Es como si estuvieras cayendo. Los latidos de tu corazón se aceleran y escuchas los gritos, pero no te sientes seguro si están en tu cabeza o son reales. Es como si pudieras sentir el viento pasando a tu lado y tratas de tomar algo, pero caes demasiado rápido. Sientes la cercanía del suelo y solo te preparas mentalmente para el impacto, pero nunca llega.
Es la sensación de dolor punzante que nunca desaparece y nada puede hacer que se extinga. Como si todos los días tuvieras que dejar que te apuñalen sin quejarte y pronto te vuelves insensible al dolor.
Tal vez, es más como si perdieras tu tesoro más valioso. Tu objeto más memorable y afortunado te ha sido arrebatado y, pase lo que pase, nunca podrás recuperarlo. Así es como Astoria describe la pérdida de su hermano.
Seguramente pueda describirlo con miles de lagrimas que brotan de sus ojos mientras ve a su hermano caer al suelo. Lagrimas que nunca podrás volver a derramar de sus ojos que ni siquiera parpadean y eso solo hace que Astoria quiera llorar, pero no tiene suficientes lagrimas por su hermano y por ella misma.
Quizás es su dormitorio vacío lo que retiene su olor. Si abre la puerta con un chirrido, puede ver en el suelo su ropa que nunca será recogida y usada. Puede mirar los controles de su Nintendo que nunca más serán usados y puede mirar su cama que nunca se ordenara.
También puede descubrirlo como la mirada vacía de su madre mientras trata de apartar las lágrimas que constantemente amenazan con caer de ellos.
Todo está vacío. El mundo que la rodeo es un agujero negro que alguna vez fue hermoso. Su hermano era felicidad.
Pero la presión social se encargo de destruirlo y abandono este mundo, la luz del mundo de Astoria se fue junto a él.
El peligro no es algo de lo que puedas huir y en lo menos que esperas te agarra y te destruye.
Está historia contiene: uso de drogas, violencia y menciones de abuso.