Me despierto con el corazón latiendome desbocado y con lágrimas en los ojos, mi respiración es agitada e intento con todas mis fuerzas controlarme. Ha sido una fea pesadilla.
Esta es la segunda vez que duermo sola desde el incidente en el callejón y los recuerdos de esa noche han vuelto tan salvajes y reales que casi cuesta creer que fue solo un sueño. Pero tengo que acostumbrarme, la primera noche le pedí a Adam que se quedara conmigo porque me sentía realmente mal pero ahora tengo que afrontarlo sola y superarlo.
Me siento y veo a mi alrededor que aún está oscuro, la hora en el reloj de la mesita de noche dice que apenas son las cinco de la mañana del domingo y ya no quiero seguir durmiendo. Me levanto, hago la cama con dificultad por culpa de mi mano inútil y luego me dirijo a la cocina para preparar un chocolate caliente.
-¡Oh por Dios! -hasta ahorita me doy cuenta de que conoceremos a la hija de Adam.
¿Cómo será? ¿Será como Adam o como su madre? ¿Será una agradable sorpresa? Me comen los nervios y eso que yo no soy su pariente ni nada por el estilo, no puedo ni imaginar cómo debe sentirse Adam.
Luego de tomar una ducha reviso mi mano y me doy cuenta de que la inflamación es casi inexistente y que el color rojo ha desaparecido, aun así la limpio con cuidado y me tomo el medicamento indicado por el doctor Spencer.
Son las seis con veinte minutos y yo estoy bañada, vestida y terminando mi chocolate caliente con un libro en el sillón de la sala. Me siento muy ansiosa y decido enviarle a Adam un mensaje, con suerte estará despierto.
"Hola, ¿Estás despierto?"
Decido esperar y mientras tanto sigo con mi libro cuando escucho el sonido de un mensaje entrante casi de inmediato.
"Hola hermosa, estoy despierto desde hace como una hora. ¿Puedo ir a verte?"
~A
Sonrío al ver su saludo y contesto positivamente a su pregunta.
Unos quince minutos después escucho el sonido de unos golpecitos en la puerta, ha llegado muy rápido y no me gusta mucho la idea de imaginarmelo conduciendo temerariamente. Abro y aparece ante mi vestido con unos jeans oscuros, zapatos de vestir, una camisa de manga larga y su cabello aún húmedo.
-Hola -sonrío y él me imita de manera nerviosa.
Toma mi rostro entre sus manos y me besa de manera extraña. De cierto modo siento que intenta controlar los nervios o la ansiedad y soy consciente de que no sabe cómo manejarlos pero no me importa, quiero que sienta que estoy aquí para él, para apoyarlo.
-Hola -devuelve el saludo cuando nos separamos-, ¿Cómo dormiste?
-En realidad yo podría hacerte esa pregunta a ti -lo invito a pasar y sentarse en el sofá-, ¿Comiste algo?
-Aún no -niega-, pensé que podríamos ir a desayunar juntos a algún lugar. Necesito bajar estos nervios.
Resulta cómico verlo tan preocupado e inquieto que me cuesta trabajo no sonreír.
-Creo que te estás burlando de mi -murmura divertido.
-Creo que tienes razón -asiento-. ¿Dormiste algo al menos?
-En realidad sólo un par de horas -confiesa-. Me cuesta trabajo creer que hay una pequeña persona de la que soy completamente responsable y no haberme dado cuenta antes.
-No es tu culpa -intento tranquilizarlo-. Ella te lo ocultó por cuatro años, ¿Cómo ibas a saberlo? Además -añado-, no debes preocuparte por lo que pasó sino en lo que está por venir.
Se inclina apoyando sus codos sobre sus rodillas y su cabeza entre sus manos mientras suspira.
-Si no quieres hacer esto....
-Jamás -lo interrumpo negando-, será para mi un honor y un inmenso placer conocer a tu hija.
-Para mi también -sonríe asintiendo-. Vamos, tengo hambre.
-Voy por mi abrigo y nos vamos -me pongo de pie y camino hacia mi habitación.
-¿Te tomaste el medicamento? -lo escucho preguntar desde la sala.
-Si, y revise la herida -encuentro el abrigo y me lo pongo mientras camino de regreso.
-¿Y? ¿Cómo está? -inquiere preocupado.
-Prácticamente ya no está inflamado y lo rojo desapareció -salimos del apartamento y caminamos hacia su auto-. Gracias.
-¿Por qué? -pregunta abriendo la puerta del copiloto para mi.
-Por tus cuidados y tus atenciones -sonrío antes de besar su mejilla.
-Sabes que no fue nada -niega.
-Lo fue todo para mi -me encojo de hombros y entro al auto.
Adam cierra la puerta, rodea el auto y nos ponemos en marcha a la cafetería más cercana.
Justo frente al parque en el que suelo hacer mi recorrido hay un pequeño local abierto y decidimos entrar y ordenar un café, un chocolate caliente y unos hotcakes con miel de maple para desayunar.
-¿Y cómo se llama?
-Camille -contesta-, lo curioso es que si tiene mi apellido.
-Eso está bien, ¿Y cómo es? ¿Has visto una foto suya?
-Si, tiene un bonito cabello castaño, su piel es pálida y tiene los ojos de un color claro que no sabría decir exactamente si son verdes o caramelo -parece perdido entre las profundidades de su taza de café.
-¿Has pensado en llevarla a vivir contigo? -por que debería, ¿No?