— ¿Me ves con cara que me importa?
—Pero…Zoe está…
—No quiero volver a oírte. Largo
No entendía por qué me vinculaban con la chica Howstky; creyendo todos aquellos que osaban preguntaban por ella si yo sabía algo o el porqué. Si había desaparecido luego de la ConTec[1], era su problema. Lo había decidido ELLA. Además, ¿Cómo iba a saber a dónde se había largado?
Suspiré.
Con mi carné del CONAE[2] colgando debajo del pliegue del cuello de mi camisa; pedaleaba directo a mi casa, tratando de esquivar las Aero-Motoras[3] que avanzaban por la carretera a gran velocidad.
Si alguien, de algunos siglos anteriores, hubiera visitado esta futurista ciudad, no se creería que tan poco avanzada estaba la tecnología. No es como si cada cinco años aparecieran reformas tecnológicas extremadamente avanzadas. Ahora, en el siglo XXII, las cosas nuevamente retoman su marcha. Luego de la tercera guerra mundial todo lo que el ser humano logró se destruyó. Pero como siempre, tal y como un fénix—en mi opinión, preferiría llamar al ser humano un virus—, todo resurgió de las cenizas y se crearon lo que ahora veo y describo pobremente.
Me habían nombrado, hace como media hora, ganador de la Contienda Tecnológica organizada por el Ministerio Tecnológico de la N.U.S.E[4].
Siendo ahora honesto, no me importaba en absoluto cualquier tipo de reconocimiento, es más, me desagradaba, Así presentara un jarrón vacío, ganaría.
Todo era arreglado.
Lo sabía.
Mi padre pagaba para que ganara. Me daba todo en bandeja de plata, cosa que tampoco me afectaba.
Era yo, Jared Hitsugaya, el tipo de persona que ignoraba el hecho de haber descubierto a tan corta edad que la vida era un sucio y retorcido juego lleno de oscuridad, una clase de broma sarcástica a la que le quedaba muy bien el color negro como traje de gala. Me sentía como un títere de la vida, uno al que no le molestaba tener cuerdas atadas a él.
Suspiré nuevamente.
Si simplemente no tuviera que cargar con eso todos los días, de seguro que sería otro.
Haber nacido con…
Una vibración en mi muñeca derecha me sacó de mi extraño y lamentoso ensimismado. Me estacioné a un lado de la vereda y me remangué un poco la manga del saco de sastre para lograr contestar.
—Contestar—. Era el chip telefónico conectado a mis nervios (otro de los ingenios de las líneas telefónicas modernas), una llamada entrante de Liam Kraforth, según la imagen proyectada en mi piel. Ese pobre chico al cual denominaba escoria, se había auto-proclamado amigo cercano mío. Qué lástima. Voy a ensuciar mis zapatos cuando aplaste a esa asquerosa y penosa cucaracha. Pensé
—Hombre, que te demoras en contestar. —dijo algo exaltado— ¿Tanto te demoras en subirte las pantimedias, cariño?— Una sonrisa zorruna le adornaba la cara mientras que gozaba interiormente el retarme.
—Qué quieres. — Ese tipo de comentarios no me daban gracia. Liam tenía cabello rubio y ojos verdes, sobrino de uno de los socios de la compañía en la que trabaja mi padre, pero ese semblante "brillante" era solo una pantalla para tal asco de persona.
—Zoe ha desaparecido—. Me miró directo a los ojos, seguramente tratando de ver alguna reacción por parte mía.
—Adiós. —Acerqué mi pulgar a mi chip en mi muñeca.
— ¡No, espera!—. El holograma del video-llamada de Liam se distorsionó un poco, una gota había caído cerca al chip y deslizado lentamente, produciéndome cierto escalofrío. Balanceé un poco mi bicicleta para lograr acomodarme. Esa discusión iba a tomar algo de tiempo, conociendo la insistencia de Kraforth—Lo que pasa es que yo estaba cerca y la vi muy seria, hablando por teléfono. No sé con quién, pero se fue como un rayo cuando colgó. La hubieras visto. NUNCA había tenido una cara como la tuya. —Con una mueca que deformaba su cara de una forma barbárica, trataba de buscar un tipo de expresión específica. Algo para enfatizar lo que decía. —Así, con mirada de mierda como la tuya. —dijo el malparido.