Me miré por última vez en el espejo, y antes de irme forcé una sonrisa.
Suspiré profundo y fui directo a la cocina.
Mis padres están en silencio mientras desayunan. Desde que Heather murió, ambos ya no se comunican como antes.
Con mi hermana en la casa, todo era diferente, las risas constantes por sus terribles chistes, música a todo momento, recuerdo aquellos días en donde nos pasábamos horas bailando, y ni hablar de la guerra de almohadas.
Pero eso ya son recuerdos, y dudo que volvamos a ser como antes. Yo sólo espero terminar mis estudios, para irme de ésta casa.
—Buenos días —dijo mamá mientras coloca un plato de avena sobre la mesa —Come, antes que se enfríe.
Me limité a mover mi cabeza y en cuento me senté, pude ver una sombra que se asomaba por la puerta.
Inmóvil, me quedé viendo aquel punto fijo.
—Vania, ¿hoy debo llevarte a la universidad? —la voz de papá me interrumpió —¿Qué pasa?
Tragué fuertemente y volví mi mirada a la puerta en donde ya había desaparecido —Nada, ¿Qué me preguntabas?
Pude ver de reojo como mamá tensó sus músculos, y se volteó hacia la puerta que estaba mirando. No hace falta que lo diga, ya sé lo que piensa. Cuando no su hija rara, con miedo a la entidad (falsa según ellos) que hay en la casa.
—¿Debo llevarte a la universidad?
—No, no hace falta. Lion viene por mí en cualquier moment... —el timbre resonó y sonreí levemente —Me voy.
Me levanté y tomé mi mochila, salí lo más rápido que pude, ya que no quiero escuchar otra cosa más de ellos dos.
Cada vez que salgo de la casa siento que mis pulmones reciben aire limpio, puro. Estar allí dentro es como una prisión, y más sabiendo que él me observa a cada momento.
—Otra vez haciéndome esperar —dijo en tono burlón mientras abre por mí la puerta del auto.
Sonreí de costado y sin decir una palabra me adentré.
Cubrí un poco más mi cuello con la bufanda, ya que no creí que haría tanto frío. Al parecer Lion se dio cuenta, y subió un poco más la calefacción.
El viaje fue en un ambiente de puro silencio. No había nada de que hablar, Lion me conoce y sabe que en éstos días no estoy de buen humor.
Me quedé mirando la ventanilla del auto, tantos árboles, tantos colores, tanta vida y aún así me siento muerta por dentro.
Hoy se cumpliría un año de la muerte de Heather, mi gemela.
Un año en donde nadie me cree, un año en donde me cansé de esperar algo de la gente, un año de lucha, un año de miedo, un año de silencio.
—Hoy me enteré que la profesora de historia no vendrá a dar clase. Está enferma y no encontraron un reemplazo, eso significa que saldremos un rato antes —dijo sonriendo mientras intenta aparcar el auto.
—Que bueno —dije con la mirada neutra mientras espero a que apague el motor del auto.
—Vania...
—Se hace tarde —me bajé sin dejar que termine su oración, no tengo ganas de hablar, ni mucho menos de sentir su dolor, su lástima hacia mí. Suficiente con el rollo que llevo dentro de mi cabeza.
Sentí las pisadas de Lion detrás mío, se que quiere detenerme, pero también sabe que no puede.
Que se haya disculpado, no quita el hecho que me haya sentido abandonada y sola.
Es algo que por el momento, no le puedo perdonar.
Al entrar pude percibir las miradas punzantes sobre mí. Pero traté de no darles importancia, y fui directo a mi aula. Me senté bruscamente sobre el pupitre y coloqué mis libros en el.
Al poco tiempo llegó Lion y se sentó al lado mío. Se estiró un poco y acomodó su cabello hacia un costado, leí su intención de querer decir algo, pero al final se calló y bajó su cabeza.
—Hola Vania —dijo Karolina en un vago saludo mientras se sienta a un costado.
—Pero mírate, si hoy estás preciosa —Yago sonríe y eleva sus cejas levemente.
Por un momento pude sentir la mirada de los tres penetrar sobre mí. Los entiendo, están preocupados y no quieren dejarme sola o ser desatentos.
Aunque en cierto punto, tanta atención comienza a ser algo molesto.
Apreté mis dientes y me encogí de hombros —chicos, estoy bien ¿Pueden dejar de lado el acoso visual por favor?
Todos carraspearon distraídos mientras comienzan a sacar sus libros y apuntes.
Al poco tiempo el profesor entró, y sin más tardar comenzó con la clase.
No voy a mentir, no logré concentrarme ni un segundo. En cada momento que miraba hacia algún lado, la cara de Heather se venía a mi mente. Hoy más que nunca, su recuerdo lo siento a flor de piel.
Al final de la clase guardé todo dispuesta a irme, aunque tres cuerpos no me dejaron salir.
—Vamos a ir todos ¿Si? —dijo Loren prácticamente leyendo mi mente.
—Hoy es un día duro Vania, nosotros también queremos acompañarte —dijo Yago ajustando el agarre de su mochila.
—Vamos al auto, no hace falta que digas nada —extendió su brazo hacia mí, y juntos caminamos hasta el estacionamiento.
No quiero llorar, aunque en cierto punto el dolor es tan grande que sientes que te ahogas por dentro.
Pero en el momento que llegamos al lago, mi corazón se escurrió y no pude evitar largar un pequeño llanto. Mordí la palma de mi mano, tratando de retenerme mientras caminamos a la orilla.
Cerré mis ojos mientras siento unas lágrimas caer por mis mejillas, y tomé una gran bocanada de aire.
Aquí hechamos las cenizas de Heather, éste era su lugar preferido y pasábamos horas riendo y bebiendo, creando recuerdos imborrables en nuestras memorias.
Duele tanto sentir el vacío que nos dejó, que me dejó. Es como un agujero negro que me consume cada vez más, y algunas veces tengo miedo de perderme en el y no poder salir de allí. Es un pozo, y no existe nada que pueda ser capaz de rellenarlo.
Todos me abrazaron y nos quedamos así por un rato. Puedo sentir sus respiraciones irregulares por sus propios llantos.
Editado: 05.09.2020