16 de noviembre de 2004, Colorado Springs, Estados Unidos.
La tensión, el odio y la amargura se podían respirar en el aire esa noche fría.
La pequeña Emma de tan sólo diez años no podía creer lo que estaba ocurriendo en su casa; mamá y papá discutían nuevamente, pero esta vez era sobre un asunto muy serio, por lo que podía escuchar.
Emma se encontraba en la cocina con su hermano menor Tyler, abrazado a ella. Él apenas tenía seis años, era el bebé mimado de sus padres, y por ende no comprendía lo que estaba pasando, y Emma no deseaba explicárselo. Y peor conociendo perfectamente la razón de dicha discusión.
Ella había visto a su madre en días anteriores llorando con el celular en sus manos temblorosas y a la vez, siendo fuertemente estrujado por estas, para luego secarse sus grandes lágrimas con una camisa de su esposo. Emma no era tonta, sabía que algo grave estaba pasando con el matrimonio de sus progenitores, más se lo estaban ocultando. Ella trataba de sacar sus propias conclusiones cuando los escuchó pelear por una mujer y a su padre negar sobre la existencia de esta.
Noches atrás, la pequeña había tomado el teléfono de su mamá a escondidas, y descubrió lo que atormentaba a su familia: papá tenía un amorío. Y no con cualquier mujer, si no que con nada más y nada menos que con la hermanastra de mamá. Ahora que estaba en la cocina y con sus padres "hablando" en la sala, Emma sólo necesitaba expulsar toda esa frustración e indignación.
«¿Cómo pudo su padre cometer semejante estupidez? ¿Por qué hirió de la peor manera a alguien que fue abnegada a él y quien siempre lo ha amado incondicionalmente? ¿Por qué destruir a una familia entera por una mujer que no valía la pena?» pensaba con furia. ¡Que alguien le ayudara a comprender!
Oyó a su madre reclamándole entre llanto a su padre y a este respondiendo con un "me voy de esta maldita casa". La señora estaba histérica y el señor destilaba enojo. Todo era un caos eminente.
Emma se sintió defraudada por su padre, alguien que la crio, que le besaba los raspones cuando caía y le incitaba a seguirlo intentándolo; ese que la ayudaba en las tareas, con el que hacía bromas a sus demás familiares, y también era el que abrazaba a su madre con tanto amor que Emma sólo de recordarlo sintió repugnancia hacia el amor.
¿Qué había pasado con ese amor puro, precioso y benigno que creía que existía? Su padre no sólo destrozó el corazón de su madre esa noche, sino también el de Emma. Todo ese espejismo que guardaba del amor se fue al retrete.
Y ese día, se prometió a sí misma que no permitiría que nadie más le rompiera el corazón como lo hizo su héroe. Y juró también huir del amor cuanto pudiese, para así nunca sufrir como hoy su mamá lo hacía.
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Editado: 17.06.2019