Huyendo de algo llamado “amor” [1]

O c h o

Tobías.

El chico que rondaba por mi apartamento y lo había invadido en todos los sentidos. Unas cuantas cosas de su pertenencia se hallaban esparcidas por la sala, como sus abrigos en el closet, como su balón de futbol americano y su bola de beisbol, así como también su taza favorita en mi alacena o su enjuague bocal en el baño, y no por mencionar su olor. Su bendito olor se respiraba por toda la casa opacando mi vainilla, y eso sin mencionar su risa; esa carcajada limpia y serena que llenaba la estancia día a día como si no tuviese preocupaciones, como si la vida fuera fácil. Lo enviaba, en serio.

Apenas su estancia constaba en 7 días y ya el cambio en este lugar era casi radical. La mudanza tuvo un poco de dificultades pero nada fuera de lo normal. Aunque antes de todo, parecíamos más una pareja de novios que de compañeros de universidad. El primer día una de las vecinas -las tan amadas chismosas- me cuestionó sobre cuanto tiempo de relación teníamos como para dar el gran paso de mudarnos juntos. Pero claro que la mandé al diablo con cortesía soltando un «No le incumbe, señora Petrova. Mejor vaya y vigile a su hijito, que la vez pasada me pareció verlo en la azotea fumando un porro» su primera reacción fue verme con escepticismo para luego regalarme una mirada de odio y azotar su puerta mientras hablaba entre dientes.

Luego de eso, los encuentros con Tobías fueron muy seguidos tanto dentro del edificio como fuera de éste. En la universidad lo descubría observándome de vez en cuando, y para cuando lo atrapaba, me obsequiaba una sonrisa despreocupada y un saludo de mano, por mi parte le correspondía el saludo con un movimiento de cabeza o alzando mi ceja. ¿Quién diría que estaría viviendo con Tobías? Es uno de los chicos más apetecidos en el campus, a veces me pongo a pensar en cómo pasó esto. Esta situación pareciera como si hubiera sido extraída de algún libro cliché, ahora solo me falta tener un trio amoroso muy tormentoso y ahí si la ficción se enredaría con la realidad.

Holly me trajo de vuelta al presente cuando chasqueó los dedos frente a mis ojos.

-¿Te encuentras bien? Te noto algo ida últimamente -a su lado, Ash le masajeaba el cuero cabelludo.

-Lo estoy -admití con toda sinceridad.

-¿Es por Tobías? ¿Ha intentado propasarse o algo por el estilo? -el tono de voz de Ash es brusco.

Reí con brevedad negando a la vez con mi cabeza. Los celos de amigos pueden ser muy peligrosos.

-No, no -aseguré, plantando mis manos en la mesa de la cafetería de la universidad-, él ha sido un chico "bueno", por así decirlo. Lo que pasa es que tengo que regresar a casa, Big mama cumplirá años dentro de 15 días y por lo que sé, le harán una gran fiesta. No todos los días se cumplen 38 años ¿no? -respondí, fingiendo buen humor.

-Mierda ¿tienes o debes ir? -habló Ashton, frunciendo su ceño, una muestra de que estaba ligeramente molesto con la idea.

-Da igual. Algún día debo de enfrentarlo -inspiré hondo.

-Así se hace, Emma -contestó con ánimo Holly.

Me recosté sobre el espaldar de la silla, estirando mi espalda que se encontraba rígida.

-¿Qué tal si te acompañamos? -sugirió él.

-Oh no, de ninguna manera -espeté-. Y antes de que me insistas, es un no rotundo.

-Estamos para apoyarte, Em. No deseo dejarte sola en esto, más cuando volverás a casa luego de un largo tiempo -murmuró Holly en voz baja.

Me perdí en mis pensamientos, observando a lo lejos cómo salían los estudiantes por las grandes puertas, dispuestos a dirigirse a sus respectivas aulas. Tomé entre mis manos fuertemente las riendas de mi mochila, con la expectativa de irme lo más antes posible.

-Soy como esos paquetes de productos que te obsequian cuando ganas un concurso. Solo que en cambio yo llevo dentro un pasado de mierda, heridas sin cicatrizar, miles de inseguridades en conjunto con libras de rencor y odio. Soy un desastre convertido en persona. Y no de esos que quieren arreglar para ver cómo quedan al final, soy de esos que te llevan consigo y te vuelven uno de ellos. La mierda pega mierda -susurré lo suficientemente algo para que ambos me oyeran.

»Detestaría ser una carga, y siento que lo soy en estos momentos. Son mis amigos pero no mis psicólogos o mis trabajadores como para que resuelvan mis problemas. Debo de aprender a hacerlo por mí misma, pero primero debo de descubrir quién soy -me limité a decir.

Salté de mi silla no sin antes poder percibir la pequeña sonrisa orgullosa de Aston y la cara preocupada de Holly. Salí por las puertas de la cafetería y fui directo hasta mi guarida: la parte trasera de las gradas del campo de futbol americano.

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Me podrán decir: "Emma, supéralo, la vida continua y tú no le sigues el paso" Pero el punto es: ¿Cuan dañada puede estar una persona como para no poder avanzar? ¿Existe alguna línea trazada en donde nos muestre hasta dónde sufrir o no hay límite alguno, y por ello muchos no aguantan el proceso? Nosotros no decidimos las situaciones que nos ocurren, ellas nos escogen a nosotras para "forjarnos" pero ¿no piensan en el dolor que conllevan el ser forjado para ser adulto?




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