Huyendo de algo llamado “amor” [1]

V e i n t e

—¡Feliz cumpleaños! —Vociferamos al unísono.

La cara sorprendida de mamá fue digna de enmarcar, se llevó las manos a su boca y ahogó un sollozo. Entramos con un muffin de chocolate que compramos en la cafetería, unos globos que decían "¡Felices 6 años!" que un chico de la limpieza sacaba de uno de los cuartos y por último, la canción del día del cumpleaños sonaba a duras penas por el parlante del celular de Tyler.

Casi nos olvidamos del cumpleaños de mamá entre tanto ajetreo, sino fuese porque lo había puesto en mi agenda ninguno de nosotros sabría que hoy la señora Amanda arribaba los 39 años. Todo fue rápido e improvisado, pero con mucho cariño expresado por las acciones.

Nos acercamos a su camilla y le extendí el muffin, Tobías se quedó a mi lado con lo globos y mi hermano dejó que la música sonara en la mesa movible que ocupaban para la comida. Con el brazo que Sanders tenía libre, lo pasó por mi cintura y me atrajo hacia sí. No pude evitar que el contacto me tensara, pero con un suspiro y una mirada tierna de su parte, me rendí ante su tacto. Tendría que acostumbrarme a él, todo lo que proviniese de su parte debía que aceptarlo, a pesar de que mi cerebro se reusara a no querer.

—Pide un deseo, mamá —Profesó Ty, sonriente.

—No hay ninguna velita aquí —farfulló mi madre, riendo.

—La imaginación todo lo puede, mujer —Bufó, cruzándose de brazos.

Tobías se puso detrás de mí y colocó su barbilla sobre el hueco entre mi cuello y mi hombro. Pasé mis dedos sobre los vellos delgados de sus antebrazos.

—No veo necesario pedir un deseo —Indicó, partiendo el muffin en pequeños trozos—, cuando todo lo que quiero está en este lugar, acompañándome.

Las lágrimas surgieron y respiré hondo para ahuyentarlas.

—Un buen deseo no incluye a Emma —Mi hermano hizo una mueca, pero sus ojos estaban risueños. Abrí mi boca, fingiendo estar insultada.

—Habla por ti, viejo —Contraatacó el chico de pecas a mis espaldas. El beso que me regaló en la mejilla me hizo vibrar.

—Agh. Empiezan de jocosos —habló Tyler, volteándose hacia mamá, indignado—. Sácalos de aquí, mamá.

Mi madre río y le dio una palmada suave de reprimenda. Sabía que no tenía la suficiente fuerza para darle un golpe en la cabeza, pero agradecía los pocos movimientos que si podía hacer. Sus moretones seguían siendo muy visibles, su pierna seguía enyesada, uno de sus brazos vendado pero había algo que estaba intacto, su sonrisa.

—Pues para tu alegría Tobías y yo debemos irnos en un par de minutos, se nos hace tarde.

—¿Qué? Era broma, quédense —Rogó.

Les expliqué lo que sucedía, la universidad no podía seguir esperándonos y cada uno debía regresar a sus responsabilidades habituales aunque no quisiéramos. Al final de mi discurso, el silencio gobernó el cuarto hasta que mamá con un suspiro lo interrumpió.

—¿Puedo hablar con Emma a solas? —inquirió, viéndome a los ojos. No estaba pidiéndoles permiso a los otros presentes, más bien les estaba ordenando de forma civilizada que salieran.

—Claro —Aceptó Sanders. Se acercó hasta mamá y se despidió con un beso en la frente—. Fue un gusto verla, señora. Espero que la próxima vez que nos veamos sea para una cena formal en un lugar bonito. Aunque también le puedo cocinar —Sugirió, rascándose la nuca—. Será a como usted quiera.

Mi madre sonrió y concordó con lo que dijo. Al final, le exigió a Tobías que le diese su número telefónico para acordar la fecha, aunque yo sabía que era por otros motivos, como por ejemplo nuestra "relación".

—Dáselo a Tyler, él lo apuntará por mi.

Ambos chicos partieron del lugar, y quedamos solas. Sentía nervios porque ya tenía cierta idea sobre lo que podría decir mamá, pero no podía evitar los retorcijones en mi corazón.

—¿Te gusta? —cuestionó, pero sus ojos no estaban fijos en mi sino en la puerta en la cual Tobías acababa de salir.

—Sí —Exhalé todo el aire de mi interior—. Y eso es lo que más me da miedo.

—¿Por qué? No deberías. Que tu padre y yo hayamos sido un mal ejemplo no significa que arriesgarse por amor no valga la pena. ¿Sabes por qué? —interrogó, dándome de lleno con esos zafiros cafés. Negué y ella prosiguió—. Porque el amor más que un sentimiento es una vela. Debes de cuidar que no se moje de que no esté cerca de un lugar con mucho viento que la pueda apagar y debes de cuidar de que nunca se acabe. Debes preocuparte en mantenerla ardiendo, en preocuparte si sigue ahí, de que si necesita un nuevo recipiente en donde ser depositada.

»El amor no solo se basa en recibir, se basa en dar todo de ti aún cuando crees que es demasiado. Si para algunas cosas no hay límites, ¿por qué debería de tenerlo el amor?




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