Huyendo de algo llamado “amor” [1]

F i n a l

La niña de cabellos oscuros miraba con una gran interrogante a su tía. Llevaba escuchando la historia de Emma Cooper Lancaster hacía ya varias noches, y cada día se enviciaba más con el inminente final. Y cuando llegó, no fue exactamente lo que esperaba.

—¿Nada más? ¿Se acabó la historia de Emma? —Su voz se teñía en confusión.

—Así es —su pariente —quien se hallaba a su lado; sentada sobre su cama y apoyada sobre el espaldar blanquecino de esta— asintió, satisfecha por la reacción de la menor.

—¿Fue feliz? —El escrutinio que le dirigía el infante a la mujer treintañera hizo que esta sonriera.

—Claro que lo fue, ¿Crees que quiero desgraciar tu existencia diciéndote que la protagonista en realidad quedó sola y alimentando una manada de gatos? —interrogó, viendo la estantería de libros de su sobrina.

—No —Negó con su cabeza, vehemente. Sus rizos danzaron por el movimiento—, sólo quiero la verdad, tía Clarisse. ¿Quedó con Tobías? ¿Sus amigos estuvieron con ella toda su vida? ¿Su mami se recuperó de la mentira de su papi? ¿Jessie siguió con el restaurante? ¿Fue... —su tía interrumpió el bombardeo de preguntas.

—¡Calma, Jesús! —Bufó, fingiendo cansancio—. Ahora entiendo por qué eres la mejor alumna de cuarto grado. Captas e intuyes cosas demasiado rápido.

Múrriele —la niña con un diente menos— sonrió con petulancia.

—Mami dice que soy muy inteligente para mi edad —Se removió entre sus frazadas rosa pastel y observó a su tía, mordiéndose el interior de su moflete—. ¿Me dirás qué pasó con Emma?

Clarisse, al reconocer la curiosidad nata de la niña, resopló divertida.

—Emma y Tobías se hicieron novios —La niña saltó sobre su lugar con alegría abundante y comenzó a aplaudir—, pero...

Múrriele paró de hacer todo de inmediato.

—Si los "peros" de mami no son buenos, creo que los tuyos tampoco, tía Clarisse.

La antemencionada tocó su pecho, haciéndose la ofendida.

—Tú, pequeña demonio, eres muy mala.

La pelinegra rió mostrando la lengua rojiza que sobresalía por la hendidura de su mandíbula.

—Anda, tía Clar. Dime qué pasó con Emma.

—Está bien —Puso sus ojos en blanco y colocó un pedazo de cabello rebelde detrás de la oreja de Múrriele—. Emma y Tobías tuvieron muchos problemas al principio, tanto por las inseguridades de ella como por uno que otro secreto que guardaba él; pero con la ayuda de sus amigos y familiares lograron salir adelante. Además, el amor que se guardaban el uno por el otro pudo contra cualquier barrera que ambos pudieran construir.

—¿Tobías ganó el corazón de Emma? —La niña rascó con su mano su ojito.

—El destino había escrito desde un inicio que el corazón de esa muchacha rota le pertenecería al muchacho que gustaba de las tortugas ninjas.

—¿Vivieron felices para siempre?

—Vivieron felices, enojados, divertidos, resentidos, abrazados, alejados, necesitados, hartos... porque así son las parejas; ninguna es perfecta, pero sí única a su manera.

Múrriele, a sus ocho años, suspiró enamoradiza.

—Quiero a un chico como Tobías. ¿Cómo puedo encontrar a alguien como él en la realidad? Los niños de mi salón sólo hablan de babosadas como Clash of Clans entre otras que van de mal en peor.

Clarisse carcajeó, soltando una palmada sobre su pierna y doblándose sobre sí misma.

—En serio, mocosa ¿qué te dan de comer para tener semejante cerebro?

Ricitos negros en contestación se sonrojó, completamente halagada.

—¿Te puedo contar un secreto? —cuestionó la mujer, susurrante.

La niña asintió, ferviente. Hizo una mueca que consistía en unir la punta de sus dedos pulgar e índice y situarlos sobre sus labios, los deslizó como si tal fuesen un zipper. «Sellados hasta la muerte» prometió Múrriele, en silencio.

—Si quieres saber si un hombre vale la pena, mira cómo trata a su madre. Si la trata como una reina ¿qué más podría hacer por ti? —Guiñó su ojo, cómplice.

—Pero Tobías no tenía mamá... —Analizó la pequeña.

—¿Sabes lo que me ha costado deducir algo como eso y tú vienes a salirme con cosas como esa? Respeta, niña —se cruzó de brazos, molesta por fuera pero rompiéndose de risa por dentro.

Al ver el arrepentimiento de Múrriele, decidió darle una tregua.

—Si un hombre realmente quiere que una mujer se entregue a él en cuerpo y alma debe de luchar con ella misma. En las batallas que la chica ejerce cada día, en esas el chico debe de pasar a ser un caballero y ayudarle a luchar. Pero recuerda, ella debe decidir si quiere ayuda o no.




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