¡BEP! ¡BEP! ¡BEP!
¡Dios! siento que odio este maldito despertador, pero me obligo a levantarme de la cama.
Son las 5:00 am, debo prepararme para otro dia de trabajo. Soy Vendedora de call center y ¡si! es una completa mierda.
Llamar dia con dia a gente que te va a insultar o a relatar las mil y un historias de por qué no quiere contratar un seguro es hostigante, pero lo único bueno que puedo rescatar es que nunca se convierte en algo monótono.
Nunca sabes con qué nueva historia o con qué nuevo insulto van a atenderte los “potenciales clientes” en los dos años que llevo trabajando en Mers.seg he aprendido muchas malas palabras y ¡vaya que es algo que me encanta!.
Hoy es lunes, un lunes que augura mucho mucho estrés, al ser una de la mejores vendedoras del lugar han decidido ascender a supervisora. Hoy es mi primer dia en ese cargo y como bienvenida mi amoroso jefe (nótese el sarcasmo) ha decidido que debo capacitar al que se convertirá en mi nuevo equipo de trabajo.
No voy a mentir diciendo que estoy feliz, pero tampoco me resulta desagradable ya que es un gran desafío y puedo jurar que si algo amo y me revitaliza en la vida son los retos ¡Maldita sea que lo hacen!.
Desde hace mucho tiempo me acostumbré a preocuparme únicamente por mì y el hecho de hacerme responsable por el desempeño y aprendizaje de todo un grupo de chicos que, en su mayoría, desconocen completamente nuestro sistema y método de trabajo es algo absolutamente nuevo y desconcertante para mí.
El mismo día que cumplí 18 años me dispuse a buscar trabajo, mi gran sueño siempre fue independizarme, alejarme de mi familia. No quería cargar con la culpa y responsabilidad de lo que pasara con mi madre abstemia y mi hermanito en edad escolar. Puede sonar egoísta, lo sé, pero poco me importa, nadie puede decirme que luego de crecer siendo algo así como la única persona responsable en mi familia estoy obligada a hacerme cargo de sus vidas. No es justo y no me importa lo que piense la gente.
Tras un par de semanas repartiendo curriculums incansablemente conseguí trabajo en una heladería, tiempo después en un concesionario de autos con sistema de ventas telefónicas donde mi jefe era un completo depravado, allí mi carta de renuncia fue un bello y enorme moretón en el rostro de ese imbécil que osó intentar sobrepasarse conmigo. El viejo verde inventó un millón de excusas para que yo me quedara hasta luego cierre del local para así besarme y manosearme como si la vida se fuera en ello. Al principio me tomó por sorpresa pero luego cuando entendí lo que pretendía y comprendí que me hallaba en un lugar enorme rodeada por nada más que autos y sin nadie que pudiese ayudarme. Allí agradecí enormemente por los juegos de mente y piensa rápido que mi hermano me regalaba para que me “distrajera”.
Eso hice. Pensé rápido. Luego de forcejear y entender que el tipo no me iba a soltar fingí que me gustaba, aún con arcadas atascadas en mi garganta y con los ojos lagrimeantes por la furia que recorría cada poro de mi piel respondí sus besos, utilicé una fuerza de voluntad que no sabía que tenía para no arrancarle la lengua de un mordisco al puto abusador.
Cuando se separó un poco para sacarse la remera vi que era la oportunidad perfecta, un rodillazo en sus partes nobles lo alejó lo suficiente para permitirme escapar del rincón en el que me tenía acorralada. Luego, con toda la fuerza que encontré ataqué su rostro con lo que sigue siendo el mejor derechazo de la historia. Desearia haber tenido algo para grabar, pero los videos de seguridad de esa noche, según me enteré, desaparecieron misteriosamente. Recuerdo la cara de sorpresa que puso aquél imbécil, no contaba con que me gustaba el ejercicio, no por vanidad sino por que de alguna manera debía descargar toda la frustración o el mal humor que me invadía a ratos. Me encantaba cargar los aparatos del gimnasio con bastante peso y aunque no tenía los músculos que deberían resultar de tal esfuerzo, al parecer los golpes que propinaba si tenían el vigor necesario. El tipo perdió el equilibrio y cayó de espaldas contra el suelo. Su cara era todo un poema, una mezcla de enojo y asombro.
-Si seras hijo de puta-Dije mirándole con desprecio- escúchame bien viejo verde abusador- Con cada palabra me acercaba un poco más a él, mientras su mirada decía que quería saltarme encima y estrangularme. Yo, por supuesto, estaba muy prevenida, había agarrado una abrochadora del escritorio que estaba justo a mi derecha, un auto rojo último modelo se exhibía justo a mi izquierda.- La próxima vez que intentes hacer algo como eso juro por Dios que esta abrochadora- remarqué la frase agarrando con fuerza y recreando gráficamente lo que iba a decir a continuación- Va a ser la que acabe dentro de tu puto culo de violador-
La cara del imbécil se puso blanca y asintió con fuerza varias veces mientras yo subía y bajaba lentamente la abrochadora demostrando la manera exacta en que lo haaría. Por supuesto no hablaba en serio o quiero creer que no llegaría a tal extremo, pero la verdad es que en aquél momento ni siquiera me reconocía.
A la mañana siguiente recibí un telegrama del trabajo.
Motivo del despido: Reducción de personal.
¡y una mierda!
Malnacido hijo de puta, desearía haber puesto una denuncia o algo en ese momento pero la rabia me cegó y lo único que hice fue esperarlo a la salida del trabajo y emparejar el otro ojo; muchos pensarán que fue algo inmaduro, tal vez ahora no lo haría pero maldita sea que se sintió bien en ese momento. Maldita sea que lo disfruté y lo que más disfruté fue ver la cara del malnacido mientras yo me daba la vuelta caminando tranquilamente como si nada hubiera pasado. Dijo no sé qué cosa pero yo estaba tan al límite de mis nervios que solo me fui, no sé ni me interesa saber lo que sea que haya rebuznado ese animal.
Luego de aquél incidente y de que la empresa se negara a brindarme una carta de recomendación alegando pretextos absurdos y falsos, me costó un poco conseguir trabajo así que, para sobrevivir, me dediqué a vender cuanta cosa se me pasaba por enfrente, desde dulces hasta cosméticos y electrodomésticos. Aprendí muchísimo de ese tipo de venta, la ambulante. Conocí mucha gente y fue precisamente gracias a eso que ahora estoy trabajando.
Editado: 09.10.2023