Huyendo del Amor

¿Especial?

Tendría que recibir un premio por mi gran actuación ¿o no?

Todo iba bien hasta que me puse nerviosa, me moví rápido y hable claro ¡maldición! Esa fue la borrachera más corta del mundo. Respiro hondo e intento concentrarme, pero no puedo evitar soltar una risita por lo graciosa de la situación. 

Sentir la misma adrenalina que cuando era chica y hacía travesuras. Cuando me escapaba de las casas de acogida y corría de un lado a otro como un cachorrito que hace mucho no sale a pasear. Siempre  al pendiente de no ver a ningún policìa ni gente que pudiera reconocerme o a mi condición de “prófuga.” Era una dosis de adrenalina que te revitaliza llevandote muy lejos de la aburrida monotonía que se filtra en tus días, que entumece cada una de tus terminaciones nerviosas.

Lo que empezó como una risita silenciosa termina como una estruendosa carcajada, no me importa que el chico en mi sillón ahora me mire con su ojo bueno y una sonrisa ladeada. Por un momento casi olvide que estaba allí, pero ¡qué demonios! hace mucho no me sentía así. Puede ser a causa del alcohol, ya que, si bien no estoy borracha tampoco se puede decir que mis sentidos están del todo alertas. 

-Siento lo que pasó- Dice como puede. Recuerdo entonces su condición y me preocupo. ¿lo ven? por esto es que no quiero que nadie se acerque. ¿ahora qué carajos debo hacer?¿pido auxilio?¿llamo a una ambulancia?¿a la policia?¿le alcanzó el botiquín?

Mi cara debe resultar extraña ya que freno la risa  de golpe y le miro seriamente. Como si no le reconociera o no decidiera si se trata de un humano o un marciano. 

Pensar estas cosas hace que vuelva el ataque de risa, pero soy consciente de que él no está bien, así que sin emitir palabra me encamino al baño. Lo más lógico es que por lo menos le alcance el botiquín. 

¡Estoy nerviosa! Nerviosa y casi ebria ¡espléndida combinación! ¡por supuesto! ¿qué más podría esperarse de mí?

Una vez a su lado le observo desde arriba ¡carajos que es bello el condenado! ni golpeado deja de serlo. Sus piernas caen dobladas por un extremo del sillón mientras ambos brazos descansan flexionados cubriendo sus ojos. 

El suelo de la sala está alfombrado por lo que no noto cuando llegue. Carraspeo un poco llamando su atención.

No se mueve.

¡No!¡No!¡No! ¿se habrá muerto?

No me atrevo a tocarlo así que observo su abdomen. Mala idea, la remera blanca, como la mía, se transparenta dejando ver esos abdominales no muy marcados pero sí perceptibles. ¿No puede solo ser un tipo normal? ¿y qué es normal?pues ni yo sé, pero sí sé que de ser normal no me gustaría, no por el físico sino por todo. Cuida su apariencia sin llegar a ser metrosexual, cuida su alimentación sin llegar a ser una nenita que solo pide ensalada. Ya sé que va a pensar que lo he estado fisgoneando pero no es así. Solo que de todos los de la oficina Axel es el único que  prefiere quedarse a comer dentro de la empresa en lugar de salir a hacer lo que sea que hacen el resto. Por lo tanto las veces en que voy por un café o a comer él está allí. Siempre está allí aunque no hablemos.  Y no me habia dado cuenta de hasta qué punto he llegado a conocerlo sin necesidad de cruzar palabra. 

Sé que recibe unas cuantas llamadas al día de una enfermera. Lo habló conmigo y yo no tuve problema. Su madre está enferma y al cuidado de una  practicante de enfermería ya que el dinero no alcanza para todo. Por lo tanto el debe estar monitoreando cómo va todo en caso de alguna emergencia. Además de que a su mamá le hace bien hablar con él y él parece feliz escuchándola, lo noto en su mirada cuando está al teléfono. Sus ojos brillan de un manera especial y sonríe con ternura, una ternura que resulta ajena a lo que yo acostumbro ver. Quizás es precisamente por eso que  me fijo tanto en sus expresiones. Un hombre que no se avergüenza de su mamá, que adora hablar cn ella y no lo hace por obligación, es especial, y lo que más me encanta es que, cuando se despide, por lo menos todas las veces que me acerque “sin querer” al pasillo fuera del salón , se despedía con un “te amo”

 No me explico qué tan distintas pueden ser dos personas, pero este hombre y yo somos simplemente el agua y el aceite. 

-A mí también me gusta el blanco de mi remera, pero te aseguro que va a quedar mejor una vez que la lave. Ahora tiene algo de tierra-

¿¡¡¡Mala suerte quien carajos te llamo!!!!?

Me había quedado viendo su torso mientras repasaba mentalmente sus cualidades, esas que le hacen tan diferente a mí. 

Por lo menos no dijo ese típico “te gusta lo que ves”

Punto para él.

El problema es ¿qué carajos hago? ¿qué digo?

Aún no me muevo, parezco una estatua ¡maldición!

 




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