Hybrid - Fase 1 [en EdiciÓn]

Capítulo 5 - Entre Confesiones y Amores

Al día siguiente, en los pasillos de Brighton High, Zane camina con la capucha puesta, auriculares en los oídos. No saluda a nadie. No mira a nadie. Choca sin querer con un chico de primer año que le tira todos los libros. Zane ni se disculpa. Solo lo mira… y sigue caminando.

—Ese no es el mismo chico que defendía a los de primero la semana pasada —murmuró Chloe en voz baja, acercándose a Sophia con el gesto serio.

Horas después, en el almuerzo, el grupo de siempre ocupa su mesa: Sienna, Ethan, Chloe, Lila, Ryan, Sophia. Pero hay una silla vacía. Zane almuerza solo, al fondo del comedor, comiendo a desgano, mirando la nada. No toca su postre favorito. Se queda girando el tenedor sobre la bandeja.

—Parece… como si no supiera dónde está —dijo Lila, mirándolo con el entrecejo fruncido.

—O como si no quisiera estar en ningún lado —añadió Sophia, con la voz más baja, pensativa.

Luego, en la clase de Literatura, la profesora reparte una consigna para escribir una carta personal. Todos escriben. Zane solo mira la hoja… y garabatea una X. Luego otra. Y otra. Llena la hoja de cruces sin sentido.

Sienna lo observa de reojo. Su expresión se endurece. Pero debajo de esa dureza… hay dolor.

Al otro día, en uno de los recreos, Sienna y Ethan lo ven desde la distancia. Zane está solo, sentado bajo un árbol, con la mirada fija en el suelo. Una paloma picotea migas cerca suyo. Él ni parpadea.

—Está… cada vez peor —murmuró Sienna, cruzada de brazos, el ceño fruncido.

—Ni siquiera nos mira. Ni a tí… ni a mí —dijo Ethan, mirándolo con preocupación—. No voy a quedarme mirando cómo se apaga.

—Yo también traté, Ethan… —susurró Sienna, bajando un poco la voz—. Pero no me dice nada. No sé si es porque no quiere… o porque no puede.

Ethan apretó los puños con determinación.

—Tal vez… yo pueda llegar a él.

Desde atrás, Ryan los observaba, apoyado contra una columna, y dijo con tono suave:

—Si alguien puede… eres tú, hermano.

Instantes luego del timbre final de salida, Ethan sale del colegio, pero no toma su camino habitual. Mira a lo lejos. Zane ya no está. Solo se ve una figura encapuchada, deslizándose entre los autos y doblando en una esquina.

—¿A dónde vas todos los días, viejo…? —murmuró Ethan en voz baja, caminando rápido mientras lo seguía con la mirada entre preocupada y decidida.

Lo sigue hasta los límites del muelle, bordeando el bosque semiabandonado de Seabreeze. Los árboles crujen. Las ramas secas rompen bajo sus zapatillas. Ethan sigue a Zane con cautela. Lo ve entrar en una vieja bodega de chapa oxidada, camuflada por maquinaria vieja y troncos de madera. Una zona olvidada… Pero no por Zane.

—¿Qué demo…? —susurró Ethan, con el ceño fruncido.

Se acerca despacio. Asoma el rostro. Y lo ve. En el interior de la bodega, Zane está de rodillas en el centro. Descalzo. Camisa empapada de sudor. A su alrededor, marcas grabadas en el piso con energía. La luz entra por las grietas, iluminando partes de su cuerpo. Sus manos tiemblan. Su aura vibra: rojiza en un brazo, dorada en el otro.

Está meditando. Pero también conteniéndose.

—Zane… —dijo Ethan, saliendo de las sombras con el rostro serio—. ¿Qué carajos te está pasando, hermano? Esto no eres… tú.

Zane se sobresalta. No lo había sentido. Abre los ojos. Dorados. Se apagan al instante.

—Ethan… no podrías entenderlo… —susurró Zane, agitado, sin poder sostenerle la mirada.

—¡Entonces explícame! —respondió Ethan, dando un paso adelante con determinación—. Soy tu mejor amigo. Déjame ayudarte.

Silencio. Solo el zumbido leve del aura de Zane. Sus ojos bajan. Su respiración es tensa.

—Si te digo la verdad… —murmuró Zane, mirándolo con la voz quebrada— te alejarías de mí. Pensarías que estoy loco. O peor… que soy un monstruo.

Ethan no dice nada por un instante. Se le nota el miedo. La confusión. Pero también la decisión.

Da otro paso. Se agacha frente a él.

—Nunca —respondió Ethan, firme, sin dudar ni un segundo.

Zane lo mira. Y por primera vez en semanas… Sus ojos se humedecen.

—Hay algo dentro mío… que no sé si puedo controlar —confesó Zane, con un hilo de voz, la mirada perdida.

—Entonces no lo vas a controlar solo —dijo Ethan, apoyando una mano en su hombro con firmeza.

Zane se le queda mirando. Se siente… visto. No como un soldado, ni un ángel, ni un demonio. Sino como un chico. Como un amigo.

—Además… el hecho de que estés luchando para no ceder… —dijo Ethan, sonriendo apenas—. Eso te hace más humano que muchos que conozco.

Zane tragó saliva, la voz quebrada cuando respondió:

—Gracias… hermano.

Se abrazan brevemente. No dicen más. No hace falta. Y afuera… empieza a lloviznar.

Al mismo tiempo, en el interior de la Torre de Lucifer. Su Trono está en penumbras, llamas a los costados. Una ciudad de pecado arde como fondo decorativo.

Sentado en él: Lucifer, impecablemente vestido, con su traje Dior ajustado al cuerpo, una copa de sangre en su mano derecha, y su sonrisa… Esa sonrisa que no conoce compasión.

A su izquierda: Lilith, en forma demoníaca, jugueteando con una daga de sombras. A su derecha: Belial, de brazos cruzados, con ojos de lava y la mandíbula apretada.

—Mira cómo está el chico… —murmuró Lucifer, apoyando los dedos contra su mentón mientras contemplaba un holograma rojo que mostraba a Zane junto a Ethan—. Lucha contra sí mismo. Pobre Azrael… ¿realmente cree que puede escapar de su destino?

—Si continúa acercándose a esa chica… Monroe —añadió Lilith, con una sonrisa venenosa—, su debilidad crecerá. Esa niña lo está humanizando demasiado rápido.

Lucifer guarda silencio un momento. El fuego crepita con fuerza. Luego, su voz resuena como una orden celestial invertida, gélida y sin alma.

—Entonces… —dijo Lucifer, con una calma afilada— es hora de recordarle quién es realmente.

Lucifer mira hacia una ventana gigantesca tras el trono, desde donde se ve el horizonte del Infierno: edificios retorcidos, cadenas flotantes, ríos de lava. Una figura emerge en la lejanía… enorme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.