Esa tarde, Zane entra por la ventana de la habitación de Sienna, ella la dejó abierta a propósito, le encanta verlo entrar volando.
El sol cae por la ventana. La habitación está tranquila, con un leve aroma a vainilla y libros abiertos en la cama. Afuera se escucha apenas el canto de unos pájaros. Victoria y Alexander no están. Sienna y Zane están solos. Sentados sobre la cama, con una laptop cerrada a un lado, y el tema del trabajo práctico olvidado hace rato.
—Así que… ¿salvaste a mi papá hace unas semanas? —preguntó Sienna.
—Nah. Detuve a dos tipos armados. Nada del otro mundo —respondió Zane, restándole importancia.
—¿Nada del otro mundo? —replicó ella, cruzándose de brazos—. Estás todo el tiempo lanzándote de cabeza al peligro. ¿Siempre eres así de imprudente?
Zane sonrió apenas.
—Solo con las chicas indicadas.
Sienna giró la cabeza lentamente hacia él, arqueando una ceja.
—¿Ah, sí? ¿Y conmigo también vas a ser imprudente?
Zane deja de sonreír. La mira. Silencio. Sienna no baja la mirada. Se acerca. Sus labios están apenas separados, su respiración un poco más rápida. Zane sabe lo que significa. Pero duda.
—Sienna… no tienes que hacer esto por mí —susurró él.
—No lo hago por ti. Lo hago por mí. Porque te elijo a ti —respondió firme.
Ella lo besa. Él la besa de vuelta, esta vez con más profundidad. No hay prisa, no hay torpeza. Solo conexión real. Zane la acaricia con suavidad, como si no quisiera romperla. Sienna se ríe apenas en medio del beso.
—¿Qué pasa? ¿Eres todo fuerza afuera y todo ternura aquí? —murmuró, acariciándole la mejilla.
—No sabes lo mucho que me estás cambiando —susurró él, contra sus labios.
No necesitamos aclarar más. Solo se escucha el sonido leve de sus respiraciones, suspiros mezclados con risas, el roce de las sábanas.
Comparten un momento tan directo, tan profundo e íntimo, que se pierden en las horas que han pasado.
Al cabo de un rato, sus cuerpos están cubiertos por las sábanas, recostados. Zane está despierto, con el brazo debajo de la cabeza. Mira al techo, tranquilo. Sienna se apoya sobre su pecho, con una sonrisa suave, casi en paz.
—¿Te vas a ir después de esto? —preguntó ella, en voz baja.
—¿Después de qué? —respondió él, acariciándole el cabello.
—De haberte metido en el corazón de una chica imprudente —dijo, jugueteando con la cadena de su cruz.
Zane la miró. Y, por primera vez, su sonrisa no tuvo sarcasmo.
—No me voy a ningún lado —dijo, abrazándola fuerte.
A la mañana siguiente, Zane se levanta como si lo hubieran cargado con electricidad celestial. Sonrisa de oreja a oreja, el pecho inflado, y una energía que ni siquiera el apocalipsis podría apagar.
Baja las escaleras silbando, sin camiseta, y se lanza sobre la mesa del desayuno como un depredador feliz.
—Bueno, bueno… alguien durmió bien —comentó Jon, alzando una ceja con media sonrisa.
—Dormí espectacular, papá. Soñé con… unicornios. Y volcanes. Cosas lindas —dijo Zane, sirviéndose cinco tostadas de un solo movimiento.
—Sí, claro… unicornios. Y por cómo estás masticando, uno diría que te comiste a uno entero —replicó Liz, mirándolo mientras revolvía su café.
Zane solo sonríe más fuerte, con esa expresión de "no me arrepiento de nada". Jon le da un golpecito en el hombro al pasar, cómplice.
—Eres mi héroe, campeón —soltó Jon con media sonrisa.
Zane se para, se acomoda la campera con una confianza exagerada, y les lanza un beso a ambos antes de abrir la puerta de un saque.
—¡Nos vemos! ¡Cuídense! ¡Los amo! —gritó, y salió volando a toda velocidad hacia Brighton, dejando tras de sí una ráfaga de viento… y una risa contenida en el aire.
—Ese chico volvió diferente de allá arriba —murmuró Liz, mirando a Jon con resignación.
—Ese chico… volvió hombre —respondió Jon, orgulloso.
En la escuela, varios estudiantes están entrando al colegio, lockers abriéndose, conversaciones normales… Hasta que las miradas se posan en Zane.
Auriculares puestos. Camiseta gris. Campera colgada del hombro. Cara de idiota feliz.
Suena en sus auriculares a todo volumen: “Cheri Cheri Lady” – Modern Talking.
Zane camina… bailando. Nada muy exagerado, pero sí: un pasito medio funky, cabeceo suave, dedos chasqueando y giro de cadera al estilo Travolta con el morral colgando.
Los alumnos lo miran como si nunca lo hubieran visto así. Algunos se ríen. Otros quedaron en shock. Sienna, desde su casillero, lo ve pasar... y se muerde el labio para no largarse a reír. Se nota que sabe exactamente por qué está así.
—¿Ese es… Zane? —susurró Sophia a Chloe.
Chloe tomó un sorbo de agua, pero al darse cuenta escupió todo.
—Ay no… está enamorado… ¡Está enamorado!
Zane se detuvo frente a su locker. Ethan apareció de la nada, con los brazos cruzados.
—¿Qué onda, Travolta versión oscuro? ¿Te caíste de la cama directo a un videoclip? —bromeó.
Zane se saca un auricular, sonriendo de oreja a oreja.
—¿Qué? —preguntó, todavía moviéndose al ritmo.
Ethan lo miró de arriba abajo.
—¡Esa sonrisa! Tienes cara de haber ganado la lotería, escapado del FBI y acostado con un ángel… ¡ESPERA UN SEGUNDO!
Zane solo lo mira, sin decir nada.
—¡No! ¿NO?! ¿PASÓ LO QUE YO CREO QUE PASÓ? —gritó Ethan, con los ojos abiertos.
Zane, sin borrar la sonrisa, murmuró:
—Te voy a decir lo mismo que le dije a tu prima cuando me preguntó si me gustaba BTS: no confirmo ni niego nada.
—¡Eres un desgraciado! —Ethan lo sacudió por los hombros—. ¡No puedes dejarme con esa imagen en la cabeza y no contarme nada!
Zane se colocó el auricular de nuevo, con calma.
—Solo te voy a decir esto, Ethan… Cheri Cheri Lady… goin’ through emotion…
Zane se aleja bailando, le choca los cinco a un estudiante random de tercer año que se queda parado y mirando para todos lados.