Fallo de conexión.
Gruñí por decimoquinta vez, al ser testigo de cómo la carga de la película la bella y la bestia (Pedida por Liza) había llegado al noventa y nueve por ciento y la conexión se había detenido.
¡Me rindo!
En medio de mi frustración llamaron a la puerta, por lo que enfadada cerré con más fuerza de lo habitual la computadora y me levanté dando grandes zancadas hacia la entra a mi cuarto.
— ¿¡Qué!?
— Wow— Brandon elevó sus manos—¿Acaso entré a los pantanos y no estoy charlando con mi linda hermanita sino con Shrek?
Bufé fastidiada—Dime pajarito, ¿A qué se debe la gratificante oportunidad de tener tu presencia en mi habitación?
Hizo una mueca ante la mención de su apodo—Me di cuenta que no importa cuántas veces me quejé, jamás dejarás de llamarme así.
Sonreí—Mejor tarde que nunca.
Rodó sus ojos—Mamá ha preparado pastas con salsa blanca y ha estado solicitando tu linda presencia en la cocina, para que nos otorgues el honor de cenar con nosotros—Comentó en tono de burla.
Entrecerré los ojos—Valla que el tiempo se pasó volando.
Brandon observó la computadora en mi cama y sonrió divertido —Con que viendo cosas prohibidas ¿Eh? —Lo fulminé con la mirada—No sabía que mi hermana era fan de la pornografía.
Inhalé profundamente para tranquilizarme—¿Acaso mi nombre es Brandon? —Su sonrisa se borró—Permíteme responder...No.
— Solo baja y no tardes— Sonreí triunfante al verlo voltearse y dirigirse a las escaleras, di un par de pasos hacia atrás cuando de pronto la puerta, la cual estaba a punto de cerrar, se detuvo abriéndose de par en par. No tuve tiempo a reaccionar cuando sentí un jalón en mi cabello, lo bastante fuerte como para atraer mi anatomía, pero no lo suficiente como para infringir daño alguno. Mi rostro dio de lleno con otro rostro, más precisamente recaí en los labios de Brandon, los cuales se movieron veloces, pero sin perder su sensualidad.
— Te odio, pero eso no quiere decir que no voy a disfrutar de los grandes placeres de la vida.
Luego de ello, por fin salió de mi habitación dejándome tiesa e incrédula por su accionar.
Sacudí mi cabeza en negación y solo me dediqué a salir de mi cuarto y encaminarme a la cocina, donde me esperaba un buen aperitivo, para calmar la furia que controla a mi estómago. Al llegar divisé todos los utensilios ubicados en la moderna mesa de madera marrón, junto a esta, John—Quien se ubicaba en la punta —, Liza a su izquierda, Brandon junto a ella, Janine ubicada del lado derecho de John y por último yo a su lado. Por lo que para mí mala suerte quedaba justo frente al pajarito.
Tomé asiento mientras liberaba un suspiro y clavé mis ojos en Liza, quién hacia una mueca de asco al observar la salsa blanca en su pasta.
— ¡Mamá, odio la salsa blanca! — Se quejó haciendo un puchero.
Janine dejó lo que hacía y volteó— Lo siento solecito lo olvidé— Sus ojos se dirigieron a John— ¿Puedes tomar su plato? — Este asintió y lo sostuvo entre sus manos, para luego posarlo frente a él— En un segundo, te daré tus pastas sin ninguna pizca de salsa.
Llevé una pequeña porción a mis labios y la degusté, gemí silenciosamente al sentir como la salsa invadía mis papilas gustativas y a eso mi cerebro le dio el visto bueno.
— ¿Podrías pasarme la sal, hermanita? — Oí decir a Brandon, sin embargo, mi vista no se elevó y solo se mantuvo concentrada en mi comida. En la sala se hizo un molesto silencio por lo que elevé mi mirada para encontrar ocho pares de ojos viéndome a espera de algo.
— ¿Qué? — Cuestioné.
— Te he pedido la sal— Repitió Brandon con amabilidad fingida— ¿Me la darías? por favor.
Entrecerré los ojos dudosa— Claro— La tomé de lado izquierda de la mesa y se la entregué.
— Que amable.
Una sonrisa quería surgir de mis labios al ver como John y Janine nos mirabas sin poder creer lo que oían.
¿Existía un mundo en donde el pajarito y yo nos toleráramos?
No lo creía posible.
— Creo que ya se aceptaron— Comentó con una sonrisa radiante Janine.
Oh, vaya que sí
— Ya lo creo—Contestó John igual de feliz.
(...)
Lunes
Luego de que esta vez John no dejara en el colegio, nos separamos para que cada uno entrara a sus respectivos colegios — Caso de Liza— y cursos. Al llegar al aula, divisé muy pocos alumnos, por lo que fruncí el ceño y me dirigí hacia Melanie, quién charlaba animadamente con un chico al que no había visto, al menos no el poco tiempo que llevo en esta institución.
— Ey— Saludé al llegar.
— ¡Anel! ¡Mira te presento a David, es nuevo y viene de Francia! — Chilló extasiada.
El tal David rió—Un gusto conocerte—Dijo hacia mí.
Asentí—El gusto es mío—Tomé asiento en el banco junto a Melanie.
— Oh, casi lo olvido— Clavó sus ojos en mí, llamando mi atención y la de David— Todas las hormonadas chicas que tenemos como compañeras, no pueden creer que tienes ese sexy boy como hermano, están que arden, pero de furia al no ser ellas las afortunadas— Lanzó una carcajada.
En mi rostro se formó una mueca de horror—¿A eso le llaman sexy? —Rodé los ojos—Entonces no quiero imaginar a lo denominaran feo.
— Oh, vamos admite que está como los dioses. Absolutamente todas quieren que tus padres las adopten— Rió— Por ciento ¿Cómo ha sido la convivencia con él?
Rasqué mi nuca—Eh...normal, creo—Sin mencionar los besos que ya nos hemos dados—Solo es una relación normal de hermanos, ya sabes, peleas, reconciliación y más peleas.
— No quiero sonar entrometido y espero no molestarte— Me observó David quién no había articulado palabra alguna — ¿Oí decir que eres adoptada?
Me removí incómoda—Yo, sí. Lo soy.
— Tus padres se lo pierden, ellos no han podido ver la belleza que han creado.
Mis mejillas estaban a punto de explotar, al igual que las de Melanie al ser testigo de su cumplido hacia mí.
#48747 en Novela romántica
#12839 en Joven Adulto
besos, amor adolescente celos peleas secretos, cliche familia amigos romance
Editado: 02.06.2023