I Just Love You

Capitulo 36

—Cariño, despierta—Emití un quejido al ser movida de un lado al otro—Vamos, cielo traje tu desayuno.

—No quiero—Me quejé escondiendo mi cabeza bajo la almohada—Estoy agotada.

La oí suspirar—Arriba—Gruñí enfadada y continué en mi lugar.

Abrí mis ojos como platos al recordar los sucesos de la noche anterior y como un resorte salí de mi escondite con repentino pánico.

—¡No es lo que parece! —Chillé con nervios a Bertha, quién fruncía su ceño—¡Nosotros no…! —Giré mi rostro hacia atrás en busca del pajarito, pero callé al ver el otro lado vacío—Estábamos juntos—Terminé de susurrar extrañada.

¿Pero a qué hora se marchó?

Sí que es escurridizo.

—¿Cariño, te encuentras bien? —Clavé mis ojos en ella y en la bandeja con mi desayuno.

Le sonreí haciendo como si nada hubiese pasado—Si, olvida lo de hace unos segundos—Lancé una pequeña sonrisa—Que delicia.

Bertha sonrió negando con su cabeza—Lo dejaré aquí—Quitó el plato que había dejado en la noche sobre la mesita de luz y en su lugar posó la bandeja.

Asentí—Iré a cepillarme los dientes.

Me levanté corriendo hacia la maleta, donde tomé el cepillo de dientes y luego a gran velocidad fui hasta el baño, el cual estaba en el pasillo continuó a las demás habitaciones. Aliviada de la escena anterior, procedí a cepillar mis dientes con tranquilidad y luego continuar con mi cabello, el cual, por cierto, se encontraba de demasiado despeinado.

Una vez ya finalizada mi higiene y satisfecha una de mis necesidades básicas, retomé mi camino hacia la habitación, hallándola sin presencia alguna. Hice mi recorrido hacia la cama en basa de pequeños y leves saltos, brinqué sobre mi trasero y llevé la bandeja a mis muslos, admirando todo lo que había sobre esta.

Tostadas, Mermeladas, Miel, Chocolate caliente y queso cremoso.

Esto definitivamente es lo mejor del día.

(…)

En mis manos sostenía la bandeja y me dirigía hasta la cocina del orfanato, la cual consistía en varias encimeras, posadas una junto a la otra. Sobre estas se encontraban ollas y demás utensilios de cocina y en el centro la vajilla. Dejé la bandeja sobre una de estas encimera y guiada por las voces en el salón, inicié mis pasos hacia allá.

Frente a mí se hallaba la misma mesa marrón de gran longitud y sobre esta los niños del orfanato, quienes desayunaban charlando y riendo entre sí. Divisé a Bertha junto a Winston en la punta y más segura me acerqué a ellos.

—Ey—Saludé removiendo el cabello pelirrojo de Winston.

—¡Anel! —Chilló sonriente—¡Siéntate junto a mí! —Sonreí y obedecí a su petición, Winston sin esperar más, me tomó por sorpresa al haberme dado un abrazo demasiado apretado—Vas a quedarte, por siempre ¿Verdad? —Cuestionó sin romper el abrazo. Mis ojos viajaron hasta Bertha quién estaba segura que había oído todo.

Carraspeé—No lo sé—Rompí el abrazo—Pero no pienses en eso ahora ¿Está bien?

Asintió—¿Harás el teatro?

—¿Qué?

Winston rodó sus ojos y elevé una ceja incrédula por su acción—Te he visto hacerlo seguido—Se encogió de hombros—Hablo de lo que hacíamos antes de que te marcharas.

Mi cabeza unió engranajes y después entendí—Oh, lo recuerdo. Sí tú y los demás lo quieren, por mí no hay problema.

Su sonrisa se ensanchó—¡Sí! —Chilló poniéndose de pie sobre la silla—¡Oigan, hoy habrá teatro! —Los niños exclamaron de alegría.

—¡No hasta que cada uno asista a su correspondiente asignatura! —Bramó Margareth, otra de las ayudantes de Bertha—Los niños bufaron con molestia, a lo que yo emití una pequeña risita.

—No dejaré que me adopten—Comentó Winston ya ubicado en su lugar. Mis ojos volvieron a él y lo observé neutra—Me quedaré aquí, como tú—Sorbió su chocolate.

Negué—¿No te gustaría tener un papá, una mamá y tal vez un hermano?

—No—Relamió sus delgados labios—Mi madre es Bertha y tú eres…—Hizo una mueca mientras sus mejillas tomaban color.

Fruncí el ceño—¿Tú hermana?

—No, mi hermana no.

¿Y ahora que hice?

—¿Por qué no?

Sus orejas y mejillas no daban abasto debido al sonrojo—Porque tú eres mi chica.

Me ahogué con mi propia saliva y lo oteé sorprendida—¿Y qué hay de María? —Señale a una niña castaña con muchos bucles en su cabello y estos sujetados por un listón mora vino—Ella es bonita y es de tú edad.

Hizo una mueca—María no me gusta, es linda y sus ojos son de un gris muy bonito, pero yo prefiero los ojos verdes, así como los tuyos.

—Ay, Winston—Sonreí abrazándolo—Eres todo un pequeño Don Juan.

Rompimos el abrazo y luego uno de los niños llamó a Winston a jugar en el jardín, lo observé mientras este corría hacia sus amigos y se perdían en el exterior.

—¿Cómo ha estado? —Cuestioné hacia Bertha y sin dejar de observa por donde Winston había partido.

Ella suspiró—Bien, dentro de lo que se puede esperar. Su oncólogo junto con otros de los especialistas, realizaron diversos tratamientos para reconocer el tipo de Cáncer que posee.

—¿Y que obtuvieron?

Bertha se acercó a mí y luego de otro suspiro comenzó—Tiene Leucemia Linfoide Aguda.

Tragué saliva—¿Qué tan malo es?

—Malo, según su doctor, estas células invaden la sangre y eso lleva a que pueda propagarse con más rapidez a distintos órganos.

Apreté mis puños—Pero el tratamiento lo sanará, ¿Cierto?

Bertha sujetó mi mano—No lo sé, los doctores han dicho que la quimioterapia puede ser eficaz, pero no es del todo seguro. Winston posee un mayor riesgo, por lo que le han administrado un trasplante de células madres—Hizo una mueca—Estamos haciendo hasta lo imposible para que no haya más células cancerígenas dentro de él—Llevó un mechón de su cabello tras su oreja—Los doctores insisten en que debe de estar en uno de los centros especializados en enfermedades contra el cáncer, pero Winston se niega a ir, no quiere dejar por nada del mundo el orfanato.




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