I Just Love You

Capitulo 42

—¿Cómo te sientes, linda? —Preguntó Bertha sentándose a mi lado y entregándome una taza con chocolate.

Me encogí de hombros—Es hoy…—Susurré clavando mis ojos en el caliente y humeante liquido—No tengo fuerzas para verla.

Bertha posó su mano izquierda en medio de mis omóplatos—No esperaba que la noche terminara así…—Apretó sus labios—Quería que lo recordaras como algo bueno.

Sonreí—Lo hago, es un buen recuerdo—La miré—Nadie haría lo que tú has hecho por mi Bertha…—Mis ojos se llenaron de lágrimas—Si resulta que…—Hipé—Soy hija de ella ¿Prometes luchar por mí? No quiero estar a su lado—Negué secando mis mejillas—No quiero alejarme de ustedes. —Ella acarició mi húmedo cabello, debido a la ducha que me había dado hace unos minutos atrás.

—Eres mi hija—Sonrió secando mis pómulos—Y haré hasta lo imposible para retenerte a mi lado—Iba a hablar, pero el teléfono sonando fuera de la habitación nos interrumpió. Bertha hizo una seña, la cual interpreté con su regreso y esperé a que terminara la llamada.

Me alarmé al oír un chillido, seguido de un sollozo, Pero ¿qué está pasando?

Sin dudar coloqué mis pantuflas y me encaminé velozmente por el pasillo hacia la sala. Petrificada observé el ceño preocupado de Bertha y sus ojos aguados.

¿Qué sucede?

Observé a Bertha asentir, un poco más relajada, y luego colgar el teléfono, para poder tomar sus cienes y estrujarlas en señal de frustración.

—¿Qué va mal?

Bertha giró hacia mí y me observó con pesar. Apreté mis labios, porque sabía el significado de esa expresión y no era nada bueno lo que seguía a continuación.

—Quiero que me escuches y me permitas terminar ¿Está bien? —Fruncí el ceño—Aclaro a ahora, que él está bien.

¿Él?

—Bertha…—Me impacienté—Dime ya.

Ella suspiró—Se trata de Winston.

Mi piel se erizó y la tensión tomó posesión de mi cuerpo—¿Q-qué le sucedió?

Vi su garganta pasar saliva—Sufrió una descompensación—Apretó sus puños—Fue en la madrugada, luego de que Cristal pasara a recogerlo por aquí.

No puede ser.

—Oh, dios—Tomé mi frente—¡Debo ir a verlo! —Chillé corriendo hacia mi habitación.

—¡Espera! —Me detuvo del brazo—Ahora está en su casa y está bien. Lo mejor será dejarlo descansar y luego hablarás con él.

—Pero…

—Pero nada, sé que te preocupa—Sonrió con ternura—Pero te aseguro que él está y estará bien.

Asentí bufando—Está bien, pero estaré intranquila al menos hasta que pueda verlo.

Bertha asintió—Ahora ve y termina tu desayuno antes de que se enfríe—Ordenó—Y seca un poco ese cabello, no quiero que pesques una neumonitis—Rodé los ojos frustrada, sin embargo, me encaminé hacia mi habitación obedeciendo su orden.

(...)

—Estamos en un hospital y no debes fumar aquí—Dije desde mi silla hacia Claudia, quién apoyada de espaldas a la pared, ignoró mi comentario y continuó con su acción—¿Acaso eres sorda o la nicotina ya tapó tu oído? —Brandon posó su mano sobre mi rodilla derecha intentando calmarme—Oye…—Me puse de pie y me acerqué a ella—Arrójalo a la basura—Ordené—Hazlo.

—¿Quién eres tú para darme órdenes a mí? —Lanzó el humo a su costado—Te recuerdo que soy tu madre y me debes respeto.

—Tú no eres…

—Bruja—Brandon tomó mi hombro—No es el momento para esto—Observó de reojo a Claudia—Vamos a sentarnos.

—¿No saludarás a tu suegra, bombón? —La fulminé con la mirada.

Brandon hizo una mueca, desviando sus ojos de mi rostro, hacia Claudia—A usted, aún, no la une ningún lazo sanguíneo con mi novia, por lo tanto, no voy a llamarla ni considerarla suegra.

Esta lanzó una carcajada—Tanto tú como ella y yo, sabemos cuál va a ser el resultado—Sonrió gatunamente—Pero sigan creyendo que será todo lo contrario y que podrán vivir su estúpido romance adolescente, pero les aconsejo algo…—Tiró la colilla de cigarro cerca de nuestros pies—No vuelen tan alto, porque la caída suele ser fatal.

—Buenos días, ¿Ustedes son la familia Redcliffe? —Cuestionó una enfermera de cabello castaño y ojos chocolates. En sus manos llevaba un par de hojas, en la cual iba marcando los diferentes apellidos con un lapicero.

—Solo yo—Aclaré.

—De acuerdo—Escribió en la hoja—¿Tú y quién más desea hacer el análisis? —Señalé con recelo a Claudia, quien observaba en silencio la escena—Excelente, las llevaré con el bioquímico para concretar con el estudio—Sonrió amable—Acompáñenme por favor.

Luego de que Brandon me brindara apoyo, seguí junto a Claudia a la enfermera. En el transcurso de unos minutos, llegamos hacia una puerta con un cartel colgado sobre esta. En el centro estaba escrito Dr y Bioquimico Harriet.

La enfermera dio un par de golpes llamando a la puerta—El doctor las atenderá en unos segundos, por favor pónganse cómodas.

Tomé asiento de una de las sillas azules frente al consultorio del Doctor y Claudia me imitó. Ambas nos sumimos en un incómodo y tenso silencio, en donde solo me dediqué a contemplar las diferentes pinturas colgadas en la pared y a la vez presionar mis manos con nerviosismo. En medio de mi observación, mis ojos cayeron en el objeto dorado, sostenido por Claudia, quien lo giraba entre sus dedos.

—¿Fue ese tal Francis quién te la dio? —Rompí el silencio y provoqué que ella detuviera la acción de sus dedos.

Asintió—Si ¿Por qué?

—¿Te importa porque perteneció a él? —Claudia negó con una sonrisa, qué más que parecerme agradable, me inquietó.

—Claro que no niña, no me interesa a quién perteneció, sino lo que puedo obtener con ella.

Tragué saliva—Droga.

Lanzó una risita—No eres tan tonta después de todo.

La puerta se abrió dejando ver a un hombre algo canoso y con un bigote completamente blanco. Llevaba una bata blanca y en el bolsillo lateral superior, un par de lapiceros. Sus ojos grises se posaron en nosotras y nos sonrió cordialmente.




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