I Just Wanna Be For You

¿Te gustó... Lawrence?

—No quiero... —dije con un gemido de frustración infantil cuando escucho mi despertador sonar.

Estoy nervioso. Después de dos meses sin verlo, lo extraño... Espero que note el cambio. He intentado ser más delicado, tener una voz más neutra y un aspecto... más distinto a lo que suelo ser. Bueno, prácticamente cambié todo de mí.

Recorro los pasillos. Las miradas de los estudiantes son casi penetrantes y abrumadoras. Y aunque no los conozca, solo ayudan a que mi ansiedad me consuma vivo. Mis primeras preocupaciones son: no sé si los shorts se me ven bien y esta cosa apretada no me ayuda en nada... La atención que me dan no es normal, es raro, creo que...

—¡Ah! —solté un grito con mi voz normal cuando sentí que daban un empujón en mi hombro y torpemente me golpeé con los casilleros. Por la sorpresa cerré los ojos y, al abrirlos, lo único que vi fue la cara de... oh, no...

Andrew. Algunos lo llaman Andy. Es un chico que conocí en el bachillerato. A Lawrence no le agrada y Andrew... bueno, detesta a Law. Creo que se debe a que ambos son de una educación muy diferente: Lawrence es refinado, aplicado en clase y muy buena persona, mientras que Andrew, por otro lado, es perezoso, vulgar y no puede mantener la boca cerrada.

—¿Y ese cambio de look? —preguntó con una sonrisa de lado mientras recargaba sus brazos al lado de mi cabeza. Siempre ha tenido una personalidad muy despreocupada y sabe que me molesta que invadan mi espacio personal.
—Creí que necesitaba un cambio —dije desviando la mirada. Esto es... embarazoso.

—Se te ve bien. —Rió ligeramente y vi cómo se acomodaba el cabello, como siempre...—. Lawrence... el riquillo te busca. —Se cruzó de brazos y rodó los ojos.

¿Me busca? Pude sentir una cálida sonrisa creciendo en mi rostro. Quizás ha pensado en mí como yo pienso en él cada noche.

—¿Qué? ¿Por eso sonríes? ¡Yo te busco todo el tiempo y lo único que recibo es una cara amargada! —se queja.
Yo simplemente reí; era tan dramático que a veces causaba gracia.
—Bien —se incorporó—, tengo que ir a clase... —Antes de irse, se dio la vuelta y sujetó su mochila—.

—Oliver... te ves bien... bien maricón. —Se rie de manera exagerada mostrándome la lengua.

...Hijo de puta. Comenzó a caminar y yo solo gruñí un poco. Entonces lo vi: al final del pasillo.

Lawrence. Los rayos de sol se enredaban en su cabello rubio y, por un segundo, parecía casi irreal. Antes de que me viera, retomé el camino a mi aula, caminando con torpeza.

Las clases fueron un asco... Otra vez no traía la mayoría de las tareas. Y las miradas de los compañeros... Entiendo que me veo femenino, pero... sigo siendo yo, ¿no?

Salí con prisa de mi salón para ir a la cancha. Seguro que ahí vería a Law. Por lo general llegábamos juntos el primer día, pero esta vez no; quería esperar para ver su reacción.

Cuando llegué a la cancha lo vi. Estaba solo en las gradas, viendo el partido. Era mi oportunidad para acercarme a él.

—Hola, Law, ¿cómo has estado? —dije sonriendo.

Él volteó a verme; su expresión cambió a confusión.

—¿Por qué traes short? No te vi haciendo ejercicio. —Había un tono burlesco en su voz.
—Eh... me siento más cómodo así... ¿no te agrada? —hablé desconcertado y apenado. Pensé que reaccionaría distinto.
—Ah, ya veo, entonces está bien. —Siempre era tan serio...
—... —Por favor, di algo: menciona el largo de mi cabello, los broches que me puse, mi ojo con el delineado y levemente pintado. Menciona el rubor y el labial rosa que me puse en los labios. O menciona el uniforme, el uniforme femenino que me puse para gustarte... O al menos... menciona que bajé de peso, la cintura que ahora resalta más. Por favor... solo... di algo.
—No me gustó que te hayas desaparecido en vacaciones, sabes que cuentas conmigo. —Sentí que su mirada hacía un rápido recorrido escaneándome—. Eso es... ¿maquillaje? —Su ceja apenas se arqueó. No sonaba molesto, ni curioso... solo distante.
—Ey, Lawrence, ven a jugar —le llamaron desde la cancha.

Law alzó el brazo en señal de afirmación.
—No importa... Oli, nos vemos en la salida. —Me sonrió seriamente, una de sus sonrisas habituales, y se fue, dejándome con el corazón alterado e ilusionado.

Regresé a mi salón y recogí mis cosas. No tenía caso seguir en las canchas. No sé por qué me siento... vacío. Como un actor que ensayó meses para una obra y, al final, el público ni siquiera levantó la vista.




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